Cuando una guionista de programas infantiles pasa de ser anónima a que sus libros permanezcan… 100 semanas seguidas en la lista de los más vendidos del New York Times o cuando la revista TIME dice que es una de las cien personas más influyentes del mundo, todos quieren saber cosas sobre ella. Eso es lo que le ha pasado a Suzanne Collins. Su trilogía Los juegos del hambre se ha convertido en un fenómeno editorial solo comparable con el generado por Harry Potter, y la adaptación cinematográfica, de la que es coautora, tiene el honor de ser el estreno de saga más taquillero de la Historia. Pero esta mujer, de la que se dice que es tímida, muy celosa de su intimidad e incluso solitaria, no está nada interesada en la fama. Los únicos detalles personales que ha desvelado son que vive en Connecticut con su familia y un par de gatos que encontró en su patio trasero.
Por eso son muy pocas las entrevistas que ha concedido, y ninguna en su casa. Una de ellas la realizó Rick Margolis para el School Library Journal, que describió a Suzanne como “una persona inteligente, profunda y divertida”. Precisamente en esta entrevista Collins hablaba de uno de los temas centrales de su obra: el conflicto. Si repasamos un poco su historia familiar, descubriremos por qué. Su abuelo fue reclutado y gaseado durante la Primera Guerra Mundial y su tío fue herido en la Segunda. Su padre, oficial del ejército estadounidense, la abandonó durante un año para luchar en Vietnam. Habiendo vivido en primera persona la guerra, llevaba a Suzanne y a sus tres hermanos de gira por los campos de batalla de distintas ciudades y les explicaba lo que allí había sucedido, sus consecuencias y cómo éstas habían afectado a quienes habían sufrido el horror. Desde muy niña la escritora se acostumbró a hablar de la guerra y a reflexionar sobre ella.
“Quería que los adolescentes supieran qué es la guerra, sus costes. Hacerla real ante sus ojos.”
Este tema surge de nuevo en otra de las pocas entrevistas concedidas, que tuvo lugar en la oficina de su editora para preservar la intimidad que Collins defiende a capa y espada. En este caso la afortunada fue Susan Dominus, del New York Times. “No está interesada en ser una celebridad y está tratando de que la vida de su familia sea lo más normal posible. Es una persona cálida, realista y muy brillante”, afirmaba Dominus. En esta ocasión Suzanne declaró: “No escribo sobre la guerra. Escribo sobre la guerra para adolescentes”. Y la periodista añadió: “Mucha gente ve en la trilogía la metáfora de lo dura que es la vida en el instituto. Pero ella me confirmó que no existe tal metáfora. Ella quería que los jóvenes supieran qué es la guerra, sus costes. Hacerla real ante sus ojos. Quería que entendieran sus consecuencias. Lo mismo sucede cuando describe un castillo, Collins no piensa en princesas dentro de un cuento de hadas, sino… en agua hirviendo”.
Enamorada de la mitología clásica desde niña, Suzanne descubrió a los ocho años el mito de Teseo sobre cómo Atenas es obligada por Creta a enviar a siete chicas y siete chicos a la guarida del minotauro. “De alguna manera Katniss es un Teseo futurista. Pero no quería contar la historia del laberinto, así que me inspiré en los gladiadores romanos”. Aunque la auténtica inspiración de Collins fue la tele. “Una noche estaba haciendo zapping. Primero encontré un reality show en un canal. Pasé al siguiente y emitían un reportaje sobre una guerra reciente. Esa noche estaba agotada y ambas historias se mezclaron en mi cabeza. Y así fue como se me ocurrió la historia de Katniss Everdeen”.
Antes de escribir, Suzanne se ganaba la vida como guionista de programas infantiles. Actualmente, como catarsis, guioniza una serie para niños muy pequeños. “Supone un alivio enorme escribir historias en las que todo va a salir bien, sabiendo que al final todos los personajes seguirán vivos. Cuando escribes una historia como Los juegos del hambre tienes que aceptar desde el principio que vas a matar a algunos personajes. Y es horrible hacerlo, es horrible escribir sobre ello, sobre todo cuando se trata de alguien vulnerable o joven, o a quien has aprendido a amar mientras escribías sobre él”. Quizá a eso se refiere su agente Rosemary Stimola cuando –como lectora, no como profesional– levantó el teléfono para pedirle que evitara la muerte de un determinado personaje durante un bombardeo en los capítulos finales de Sinsajo.
Ante la locura desatada por sus libros, Suzanne Collins permanece impertérrita, más concentrada en qué va a ser lo próximo que va a escribir. Tal vez por eso durante el estreno de la película en Los Ángeles se mostraba incómoda con las cámaras. Quizá porque pensaba que, a pesar de todo, la vida sigue igual para ella, su familia y sus dos gatos.