La guapa modèle de Toulouse-Lautrec, Edgar Degas, Renoir, Pierre Puvis de Chavannes, no sólo posaba; mientras ellos la miraban, Marie-Clémentine los observaba. Los genios estudiaban las líneas del cuerpo femenino, el azul profundo de sus ojos, la pose desenfadada; ella seguía los movimientos del pincel, la mezcla de colores en la paleta, la suave presión de la mano izquierda sobre el tiento, los cambios de luz en el estudio. No tenía un sou para costear clases formales de arte, pero en aquel transgresor Montmartre de la Belle Époque, los grandes artistas estaban cerca. Con algo de suerte, una muchacha pobre y sin educación como ella podía acercarse a los maestros, obtener sus consejos y quizás, alguna que otra noche de amor. Marie-Clémentine había llegado a París de la mano de su madre a los cinco años. Conocía mucho y bien las pequeñas callejuelas, placitas y las tabernas de los obreros que más de una vez fueron su hogar. Tuvo todos los oficios imaginables para sobrevivir e incluso llegó a trabajar en un circo haciendo malabares arriba de un caballo por varios meses. En ese lugar conoció a Toulouse-Lautrec, asiduo concurrente a los espectáculos donde encontraba la preciosa inspiración para sus uvres artistiques. La joven de apenas quince años lo deslumbró y cuando Marie-Clémentine se accidentó en una de sus cotidianas piruetas, el conde no tardó en ofrecerle trabajo como modelo de sus obras. Un nuevo mundo apareció ante los ojos, muy abiertos, de la muchacha y de inmediato fue absorbida por la atmósfera alegre, apasionante y desenfrenada de la fauna artística parisina. Probablemente mientras conocía aquellos grandes pintores, posaba para ellos y absorbía como esponja técnicas y trucos, Marie-Clémentine descubría a su vez, la pasión que cambió su vida para siempre. Tímidamente y en secreto, comenzó a pintar sus primeras obras. Dicen que cuando su amigo y amante à temps partiel, el conde Toulouse-Lautrec se enteró, le sugirió cambiar el nombre. “Tú, que posas desnuda para los viejos como yo, deberías llamarte Suzanne”. Y así fue que la recién nacida Suzanne Valadon enterró para siempre a Marie-Clémentine.
El alumbramiento artístico, eso sí, no vino solo. En la fría navidad de 1883, Suzanne, con apenas dieciocho años, dio luz a su hijo Maurice.
¿El padre? ¡Imposible saber! Eran varios los pintores que podían firmar esa obra, pero ninguno con certeza. Si acaso alguno de ellos hubiera imaginado que el niño sería considerado en el tiempo “el pintor de Montmartre por excelencia”, símbolo del arte bohemio y popular y uno de las más grandes figuras artísticas del siglo, no hubieran dudado en dar el apellido. Pasaron algunos años antes que el ingeniero catalán Miquel Utrillo tuviera una relación con la madre y adoptara legalmente al pequeño que el mundo conocería como Maurice Utrillo.
Suzanne Valadon continuó posando para muchas de las obras más emblemáticas del impresionismo, pero comenzó a pasar más tiempo en la parte delantera del caballete, alentada sobre todo, por su amigo Degas. Seguía flâneureando con sus colegas por las noches, pero a la hora de pintar era una mujer disciplinada y trabajadora. 475 pinturas, otros 300 dibujos y más de 30 grabados son muestra de su intensa labor creativa y perfeccionismo. Personas y objetos familiares, la madre, el hijo, sus amantes, el gato, sus perros, las flores en un jarrón, el tazón de frutas, la calle frente a su ventana, fueron capturados por Suzanne con líneas sólidas, poderosas y colores fuertes y brillantes. Los desnudos femeninos sin embargo, le dieron una gran popularidad.
A despecho de los críticos, ella no idealizaba los cuerpos ni usaba modelos, más bien resaltaba las características de esa clase obrera que tan bien conocía. Hacia 1894 fue la primera mujer admitida en la prestigiosa Société Nationale des Beaux-Arts y para 1909 la peintre ya podía mantenerse a sí misma y a su familia con el arte. La primera exposición individual de 1911 fue todo un éxito y la vida comenzaba a mostrar una sonrisa a la pintora autodidacta. Espíritu libre al fin, tuvo tiempo de romper el corazón del compositor Erik Satie (quien le propuso matrimonio después de la primera noche juntos) También se casó (con otro) abandonó el marido por un joven pintor y conjugó su tumultuosa vida amorosa con una gran tristeza: el alcoholismo precoz de su hijo. Un 7 de abril de 1938 André Derain, Pablo Picasso y Georges Braque, entre otros grandes, fueron a dar el último adiós a la mujer. No se trataba de Marie-Clémentine, la niña pobre, la bella modelo de los ojos azules o la madre del pintor Maurice Utrillo. Había muerto Suzanne Valadon, la creadora de un mundo, la artista, l'une d'entre eux …una de Ellos.
Fuentes:
. Rose, June. Valadon, Suzanne. The Mistress of Montmartre. St. Martin's Press 1998.
. Arwas, Victor. Art Nouveau: The French Aesthetic .Papadakis Publisher, 2002. Pág. 71
. Baylis, Sarah. Utrillo's Mother. Taylor & Francis, 1987.
. Wikipedia (ingles, francés, español)
Imágenes: Internet