Revista Expatriados
A su regreso levantó un pabellón japonés en su casa de Coyoacán y le gustaba servir el té a sus amigos a la manera japonesa, vestir a la japonesa e incluso representar ceremonias shintoístas. ¡Lo mismo que hacían los japonesistas franceses de finales del XIX! También siguió leyendo sobre temas japoneses. Es probable que siguiera estudiando japonés, idioma en cuyo estudio se había iniciado en Japón. No está claro qué grado de conocimiento del japonés llegó a tener. En un artículo de 1913 dice que ha recibido periódicos japoneses y que para él leerlos es “una descifración laboriosa de criptografía” y añade el trabajo que le dan los ideogramas, que parece que sólo puede interpretar gracias a que van acompañados de su representación fonética. Conociera o no mucho japonés, lo cierto es que el viaje a Japón le había vuelto aún más japonesista. En un poema se describe así: “Es de México y Asia mi alma un jeroglífico¿Quizás mi madre cuando me llevó en sus entrañasMiró mucho los budas, los lotos, el magníficoArte nipón…?”En esos años anduvo documentándose para escribir una novela, “La nao de China”, sobre el Galeón de Manila. Había tenido antepasados envueltos en el comercio del Galeón. El manuscrito de “La nao de China” desapareció cuando su casa de Coyoacán fue asaltada durante los disturbios políticos de los años 10. A pesar del tumulto que reinaba en el país y de estar preparando su propia huida a EEUU, Tablada aún encontró tiempo para escribir “Hiroshigué: el pintor de la nieve y de la lluvia, de la noche y de la luna”, que publicó en 1914. El libro es un prodigio de erudición… que Tablada nuevamente caga con su prosa modernista. En 1919 publicó el libro que le haría más famoso, “Un día…”, el libro con el que Tablada introdujo el haiku japonés en el idioma español con algunos años de retraso frente al inglés y al francés. En el prólogo en verso fijó cuál era el objetivo del poemario:“Arte, con tu áureo alfilerLas mariposas del instanteQuise clavar en el papel”Es una cursilada, pero Tablada muestra que había comprendido cuál es la razón de ser el haiku: captar un momento fugaz del tiempo. Seiko Ota, en un artículo muy interesante sobre la influencia del haiku en la composición de “Un día…”, defiende que el nivel de japonés de Tablada no le daba para haber leído los haikus de Basho en el original. Cree que su conocimiento del haiku fue por intermedio de traducciones inglesas y francesas e incluso apunta a las que probablemente utilizó: “A History of Japanese Literature” de W. G. Aston (1907), la “Anthologie de la Littérature Japonaisedès origines au XXeme siècle” (1910) de Michel Revon y “Sages et poètes d’Asie” (1917) de Paul-Louis Couchoud.A mí, personalmente, los haikus de Tablada no me convencen demasiado. Los encuentro demasiado occidentales, demasiado explícitos, demasiado verbosos. Parte del encanto del haiku japonés está en lo que se elide, en lo que se calla y eso falta a menudo en Tablada. A veces se le achaca a Tablada no haber respetado casi nunca el número de sílabas tradicional del haiku, pero pienso que es una crítica injusta. En el español abundan las palabras de tres y hasta de cuatro sílabas y tratar de comprimirlo en un esquema 5/7/5 posiblemente no sea lo más adecuado. Algunos ejemplos: “Tierno saúz
casi oro, casi ámbar,
casi luz…”
La rima, no especialmente eufónica, le habría sonado rarísima a un japonés. También le habría sonado rarísima la repetición del adverbio “casi” tres veces. “El pequeño mono me mira…
¡Quisiera decirme
algo que se le olvida!”
Éste me parece demasiado explícito y narrativo. No deja nada a la imaginación del lector. Es casi un microcuento.
“Mariposa nocturna
a la niña que lee "María"
tu vuelo pone taciturna…”
Nuevamente la rima que, en mi opinión, no mejora el poema, sino todo lo contrario. Y también, nuevamente, se explicitan demasiadas cosas. Este poema en manos de un japonés seguramente habría dado este resultado:“Mariposa nocturna.La niña lee. Por la ventanaLa luz de la luna”.El siguiente poema me gusta y me hace mucha gracia, pero apenas le encuentro la espontaneidad del haiku japonés:“Pavo real, largo fulgor,
por el gallinero demócrata
pasas como procesión…”
En las libertades que se toma con el haiku, Tablada llega a componerlos de cuatro versos:“¡Del verano, roja y fría
carcajada,
rebanada
de sandía!”
Soy crítico con los haikus de Tablada, pero estoy de acuerdo con la opinión de Octavio Paz, que piensa que debemos de ser generosos con él y reconocer lo que aportó a la renovación de la poesía en lengua española. Sólo haber contribuido a que se quitase los efluvios del modernismo ya es algo: “El mexicano fue lo que se llama un "poeta menor", sobre todo si se le compara con Huidobro, pero su obra, en su estricta y querida limitación, fue una de las que extendieron las fronteras de nuestra poesía. Y la extendieron en dos sentidos: en el espacio, hacia otros mundos y civilizaciones; en el tiempo, hacia el futuro: la vanguardia. Doble injusticia: el nombre de Tablada no figura en casi ninguno de los estudios sobre la vanguardia hispanoamericana ni su obra aparece en las antologías hispanoamericanas. Es lamentable. Sus pequeñas y concentradas composiciones poéticas, además de ser el primer trasplante al español del haikú, fueron realmente algo nuevo en su tiempo. Lo fueron a tal punto y con tal intensidad que, todavía hoy, muchas entre ellas conservan intactos sus poderes de sorpresa y su frescura. ¿De cuántas obras más presuntuosas puede decirse lo mismo?”En 1920 publicó “Li-Po y otros poemas”. Aunque el libro lleve en su título el nombre del más famoso poeta clásico chino y esté lleno de alusiones orientales, en lo estilístico le debe más al modernismo y a Apollinaire y sus caligramas que a la poesía clásica china. A modo de ejemplo, transcribo el inicio de un larguísimo poema dedicado a Li Po: “Li-Po, uno de los "Siete Sabios en el Vino"
Fue un rutilante brocado de oro:
Como una taza de jade, sonoro,
Su infancia fue de blanca porcelana,
Su loca juventud
Un rumoroso bosque de bambús,
Lleno de garzas y de misterios;
Rostros de mujeres en la laguna,
Ruiseñores embrujados por la luna
En las jaulas de los salterios,
Luciérnagas alternas
Que enmarañaban el camino
Del poeta ebrio de vino
Con el zig-zag de sus linternas,
Hasta que el poeta cae
Como pesado tibor
Y el viento
Le deshoja el pensamiento
Como una flor...
Un sapo le deslíe
Ronco
De Confucio un parangón
Y un grillo que ríe
Burlón...”
Para mi gusto aquí Tablada ha dado un paso atrás con respecto a “Un día…” Adiós a la experimentación y regreso al modernismo que ya cansa.
Que me conste, su última incursión literaria de sabor orientalizante fue en 1922 con el poemario “El jarro de flores”. El prólogo del libro es más provocador y esclarecedor que el de “Un día…”, libro que Tablada dice que es “hermano” de éste:“…El "Haikai", de floral desnudez, no necesita búcaros.Por esencia es justo vehículo del pensamiento moderno; tema lírico puro, adámico como la sorpresa y sabio como la ironía.A quienes avaloran las cosas por su tamaño, podría decirse que biológicamente, nada hay grande ni pequeño, hacerles notar que los rascacielos no son sino quirotecas de la gran Mano Judía, las Pirámides nilóticas, gorros de dormir para cadáveres faraónicos, y en cambio, recordarles la célula, o bien el millón de kilowatts almacenado en un milímetro cúbico de éter...”
En mi opinión, los haikus de este segundo libro están más conseguidos que los del primero. Hay menos verbosidad, más espontaneidad, más elementos silenciados que quedan a la imaginación del lector:“Hotel "La Esperanza"
En un mar de esmeralda
Buque inmóvil
Con tu nombre por ancla.” “Atalaya. A la víbora que cruza el camino
Anuncia desde el árbol el pájaro
A tiempo que se acerca el peregrino.” “La guacharaca. ¿Asierran un bambú en el guadual?
¿Canta la guacharaca?
Rac... Rac... Rac...” “En camino. Seis horas a pie por la montaña,
Ladra un perro lejano...
¿Habrá qué comer en la cabaña...?”“... ? ... Doble fulgor apenas móvil
En la senda nocturna. ¿Acaso un buho?
¿Acaso un automóvil...?” Y aquí concluyo:“Montañas lejanas.Fragor de coches.Concluyo la entrada”.