Revista Cultura y Ocio

Tan poca vida de Hana Yanagihara

Publicado el 30 enero 2017 por Kovua

Tan poca vida de Hana Yanagihara Por la ciudad de Nueva York caminan miles de personas; algunos a trabajar, otros a tomar algo en alguna cafetería o, como en este caso, Jude se encuentra con sus amigos de la universidad. Todos ellos de diferentes edades, culturas y razas se conocieron entre fiestas y preguntas, entre anhelos y desdichas, entre penas y alegrías. Pasará el tiempo y les conoceremos más a fondo gracias a su protagonista.
Jude es un hombre misterioso porque no le gusta desvelar nada a ninguno de sus amigos de su pasado, también es retraido y solitario, algo que añade más relieve a su forma de ser. Por último es una persona que le gusta su trabajo, estudió derecho y se ha convertido en abogado, es por ello que, normalmente, se centra en conseguir los proyectos diarios y olvidar todo tipo de relaciones personales.
Yanagihara ha logrado que nos emocionemos a través del dolor, no solo el de su protagonista, si no también el de sus allegados (amigos, familiares, compañeros, relaciones), también muestra la definición del sufrimiento en todos los niveles: desde el físico hasta el psicológico. Todo ello narrado con una mezcla de crudeza y sinceridad que muestra como es realmente el ser humano y los miedos que padece al tratar de ser feliz. Su protagonista nos lleva a diversos lugares del mundo para trasmitirnos sus sentimientos y sus pesares como su continua lucha por tratar de superar sus miedos, esforzándose día a día para logarlo a pesar de todos las adversidades que, a lo largo de la novela, se tiene que enfrentar en su duro camino hacia una felicidad que parece alejarse a cada paso. También conocemos más de cerca Manhattan, sus calles frías y encharcadas junto con sus ciudadanos, las costumbres de aquellos que se encuentran en la ciudad, trabajando en una ciudad que siempre está despierta, de locales repletos de gente degustando todo tipo de comida o conversando paseando por sus aceras, mostrándonos un retrato cargado de matizes y tonalidades que la autora analiza hasta el fondo. En definitiva, una novela que describe la capacidad del ser humano de dar y recibir amor desde diferentes perspectivas y la muestra de la crueldad del mismo por destruirlo e ignorarlo en un arduo camino hacia una felicidad que parece algo oculto entre los edificios de hormigón y cristal. Recomendado para aquellos que creen que los bienes económicos dan la felicidad, en este texto comprobaran que no es así, que la vida va más allá de aquello que palpamos o del lugar que vivimos. También para aquellos que quieran introducirse en una historia donde la superación es la clave de sus personajes además de sus ganas de descubrimiento. Por último para aquellos que quieran descubrir como cambia la vida con el paso del tiempo sobre cada ámbito de cualquier persona, en esta novela pasan diferentes décadas con los cambios correspondientes a la edad de sus personajes.
Extractos:
Éramos adultos y llevábamos una existencia bastante feliz. No había quejas, ni por su parte ni por la mía, por no pasar suficiente tiempo juntos. Nos quedamos en Boston para que ella hiciera las prácticas como residente, y cuando las acabó, ella volvió a Nueva York para especializarse y yo permanecí allí. Por aquel entonces yo trabajaba en un bufete y era profesor adjunto de la facultad de derecho. Nos veíamos los fines de semana, uno en Boston otro en Nueva York. Tras finalizar la especialidad regresó a Boston y nos casamos; compramos una casa, no la que tengo ahora sino una más pequeña, en las afueras de Cambridge. Los padres de Liesl, curiosamente, eran mucho más emotivos que ella y en los poco frecuentes viajes que hicimos a Santa Bárbara para visitarlos, ella los observaba con expresión ausente, como avergonzada o, al menos, perpleja, ante su relativa efusividad, mientras su padre bromeaba y su madre dejaba delante de mí platos de pepinos troceados y tomates con pimienta, todo de su huerto. Ni mi padre y Adele ni los padres de Liesl nos preguntaron jamás si tendríamos hijos; creo que pensaban que mientras no nos lo preguntaran habría alguna posibilidad de que tuviéramos. Lo cierto era que yo no sentía esa necesidad; nunca me había imaginado casos y estudios hasta que las parejas —abogados, historiadores, escritores y científicos de otras ramas—, cansados de ser ninguneados, nos escabullíamos a la sala de estar para hablar de los temas triviales y más frívolos que ocupaban nuestros días.
Jude se queda inmóvil por un instante mirando la página hasta que las palabras se reordenan ante sus ojos, y cojeando tan deprisa como puede se dirige al cuarto de baño contiguo a la cocina, donde vomita todo lo que acaba de comer. Luego baja la tapa del inodoro y se sienta en él, y oculta el rostro entre las manos hasta que se encuentra mejor. Echa de menos las cuchillas, pero siempre tiene cuidado de no hacerse cortes durante el día, en parte porque le parece mal pero también porque sabe que tiene que ponerse límites, por artificiales que sean, o se pasaría todo el día cortándose. Últimamente ha hecho un gran esfuerzo por no hacerse ninguno. Pero esa noche hará una excepción. Son las siete de la mañana. Dentro de unas quince horas volverá a estar en casa. Todo lo que tiene que hacer es aguantar hasta el final de la jornada. Coloca el plato en el lavavajillas y sin hacer ruido se dirige a su cuarto de baño, donde se ducha y se afeita, luego va al vestidor y se asegura de que la puerta que comunica el vestidor con el dormitorio está totalmente cerrada. A esas alturas ha añadido un nuevo paso a su rutina matinal; si tuviera que hacer lo que ha hecho desde el mes pasado, abriría la puerta y se acercaría al lado izquierdo de la cama, donde se sentaría y pondría una mano en el brazo de Willem. Y él abriría los ojos y le sonreiría.
Editorial: Lumen Autor: Hana Yanagihara
Páginas:  1008
Precio:24,90 euros

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