Es una novela dura, como la vida de sus protagonistas, pero retrata increíblemente bien esa otra cara de la ciudad que los afortunados no tenemos que o no queremos ver. Una novela tan desesperanzada y triste como bella.
El problema acaece cuando hallas lo que quieres y lo pierdes. Sin aviso. Lo encuentras una noche cualquiera, casi por azar. Lo reconoces, lo tienes y, en su caso, a pesar de tratar de retenerlo con todas tus fuerzas, lo pierdes. Entonces te haces viejo de golpe, entonces ya has visto, ya sabes , no puedes volver a no ver, a no saber. Y claro, has de seguir saliendo cada atardecer con la esperanza de encontrar por segunda vez aquello que te hizo feliz, como si los milagros abundasen, pero sospechas que nada será tan bueno como eso que tuviste.