Revista Cocina
El blog, Mi cocina, me invita y me anima a escribir, a contar parte de mi vida, incluso mis sueños, a veces mis vivencias, pero sobre todo me gusta contar y hablar sobre mis recuerdos.
Cada año, cada día, conforme va pasando el tiempo siento la necesidad de rememorar mi infancia, cuando era pequeña, una época de mi vida tan feliz, tan importante que en gran medida me marcaron mi forma de ser; días de mi niñez, vivencias, añoranzas que son como un tesoro que guardo en el cofre de los recuerdos más entrañables de mi vida.
A veces me reprimo para no ponerme pesada, pero la nostalgia me embarga de tal manera que las palabras salen solas de las teclas de mi ordenador.
Hoy por ejemplo, sin saber por qué me he pasado el día canturreando viejas canciones, aquellas coplas que ya no se escuchan en los medios actuales, que aunque fuese así nunca sonarán igual, letras y músicas que me enseñaban a cantar e incluso casi a interpretarlas como si fuese una pequeña artista mi madre y mi madrina, quien todo hay que decirlo era una malagueña con mucha gracia, mucho arte y con un sentido del humor fuero de lo común.
Siempre alegres, siempre riendo las dos, eran primas hermanas, aunque físicamente no se parecieran mucho.
Recuerdo a mi madre, cuando yo contaba con cinco o seis años a lo sumo, intensamente, sobre todo su contagiosa risa, su voz, su cara; no es pasión, francamente era una belleza, recuerdo como me cuidaba, como me peinaba, me enseñaba a bordar, a coser, a cantar; yo era su muñeca, así me trataba….su juguete. Ella era feliz conmigo, lo sé, por como reía, por cuanto y como cantaba….
Bien es cierto que según me contaban yo era una niña muy espabilada, graciosa y dicharachera…pero tenía buenas maestras: mi madre, mi abuela y como he dicho, mi madrina Pepa…..aunque tenía cara de angelito...
Ellas, me enseñaban a cantar las viejas canciones que aún recuerdo y pasábamos los ratos viéndome “actuar”, mientras ellas tres reían escuchando los antiguos cuplés que me sabia de memoria.
“Mi perrito se ha perdido yo no sé donde andará, estoy harta de buscarlo y no lo puedo encontrar, mi papá me lo compró…diga Vd.lo que sepa, pero diga por favor lo que sea…donde andará mi Simi, mi Simi, lo quiero yo…Diga Maestro Vd.que lo vió, en el piano Vd. lo escondió…”
Y aquella otra….”Tengo un novio que se llama Nicolás que cordobá es peluquero, se ondula el pelo por delante y por detrás con un lapicero y al ondularse va diciendo el muy guasón…..”
Me gustaba la que decía….”Tengo un novio que vino del pueblo hace cuatro meses sino digo más, es tan bobo que no se espabila, al sentir las cosas de la capital…”
O la más….”Cata cata pum catapumnichinela “arsa pá rriba” punichinela, cata cata pum, cata pum, cata pum….como los muñecos que hacen pim pam pum…”
Aquellos cuplés que cantaba mi abuela, que enseñó a mi madre y que me enseñaron a mi eran famosas a finales del siglo XIX cuando un nuevo tipo de canción comenzó a ser popular en los escenarios españoles de cafés y teatros: el cuplé, llegando lógicamente de boca en boca al pueblo llano.
Era esta de música melodiosa, pegadiza y letra atrevida, la mayoría un tanto picante y con doble sentido llegó por influencia de los espectáculos franceses –tan en boga en aquellos tiempos– y llevó a la tonadilla tradicional a una adecuación a los nuevos gustos musicales de moda en aquella lejana época.
La palabra cuplé proviene de la voz francesa couplet (copla) y tiene su origen en las canciones medievales.
Desde principios del siglo XX, en revistas, zarzuelas, cafés teatro, cabarets, en el teatro musical en general, el cuplé fue uno de los números más celebrados. Su éxito perduró hasta finales de la década de 1920.
Las primeras obras fueron de tono picante, con chistes pícaros y actrices ligeras de ropa, lo que provocó que las autoridades intentaran cerrar los locales donde se representaban. Entre las cantantes destacaron Consuelo Bello “La Fornarina”la primera “reina del cuplé”, que triunfó en el Madrid de principios del siglo XX y que estrenó la canción “El polichinela” (la última que he escrito) en Apollo Théâtre de París.
Otras dos cupletistas famosas fueron Raquel Meller y Pastora Imperio.
Hay días que se necesita, que yo necesito mejor dicho, algo dulce, hornear y disfrutar en Mi cocina, mientras me vienen los recuerdos felices de mi niñez, canturrear aquellos viejos cuplés que me hacen añorar la voz cantarina y las risas contagiosas de mi madre.
Éste pastel de queso hay que hornearlo y las temperaturas tan veraniegas no acompañan a ello; ha entrado “la caló” de golpe en Málaga, pero no quiero dejar la receta pendiente y les animo a prepararlo y consumirlos recién sacado del frigorífico…..independientemente de que me debo también a quienes me siguen y leen mis recetas allende los mares, donde ahora, en éste mes de Mayo comienza a apretar el frio.
Me permito dedicárselo a mi familia uruguaya, quienes todas mis primos, en especial Carmela, sigue “Mi cocina”, la cocina de nuestros mayores.
¿Cómo lo hice?
Aunque en la receta original y así lo he hecho en otras ocasiones, del libro 500 pasteles de Susannah Blake, se prepara con pasas y ron (delicioso por cierto), hoy he aprovechado y lo he hecho con mis cerezas en aguardiente….En éste enlace pueden ver mi receta.
Ingredientes:
Cuatro cucharadas soperas del aguardiente donde están maceradas las cerezas, doce cerezas (deshuesadas y cortadas por la mitad), 150 grmos. de galletas tipo Maria Dorada, 5 cucharadas soperas de mantequilla derretida, una tarrina de queso tipo filadelfia, 120 ml. de crema de leche, 125 grms. de azúcar, una cucharada pequeña de maicena, una cucharadita de café de esencia de vainilla y 2 huevos.
El molde desmontable de unos 23 cmts. (en ésta ocasión lo puse en dos moldes pequeños).
Los pasos a seguir:
Precalentar el horno a 180º C, engrasar el molde por los laterales y poner en la base papel de hornear
Mezclar las galletas molidas previamente con la mantequilla e introducirla en el molde, presionando contra la base.
Meterla en el frigorífico durante unos 30 minutos.
En un cuenco batir el queso crema, la crema de leche, el azúcar y la maicena hasta que la mezcla esté cremosa.
Incorporar sin dejar de batir, la vainilla y los huevos.
Añadir el aguardiente y las cerezas, remover bien y echar la mezcla en el molde, encima de las galletas.
Hornear durante unos 50 minutos aproximadamente.
Retirarla del horno y dejar que se enfríe, metiéndola posteriormente en el frigorífico unas cuatro horas….
aunque mejor de un día para otro.
Buen fin de semana…….