Alaska, 21 de junio de 2010,El sábado Rafa y yo hicimos una entrevista para Catalunya Ràdio y el domingo La Vanguardia nos dedicó media página. Nuestra obra de teatro no es ni mejor ni peor por eso, pero mentiria si dijera que no estamos muy contentos por lo que eso significa. En la entrevista con Núria Ferré comenté, creo que por primera vez, nuestro proyecto para representar la obra en alguna universidad, para los alumnos de educación social, con debate posterior incluido. Dicen que da mala suerte hablar de un proyecto antes de que se concrete, pero ahora ya no hay marcha atrás.
Soy un bocas. Sea como sea, si tengo la oportunidad, creo que lo que me gustaría transmitir a los alumnos son aquellas cosas que no siempre están en los planes de estudio. Aquellas cosas que uno va descubriendo con la experiencia. Porque llega un momento de la vida profesional en que puedes aparcar la falsa modestia y reconocer que, hombre, de lo tuyo sabes bastante y sería muy egoísta no querer compartirlo.
Toda la vorágine teatral que estoy viviendo estas semanas apenas me deja tiempo para escribir sobre educación social. Hace unos días atendí a un padre que me recordó otro caso que yo había trabajado hace años. Se trataba de Dario, diagnosticado con el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). Ya en su día comenté el abuso y la banalización de ese diagnóstico y como la educación se convierte muy a menudo en la tarea de parar el movimiento continuo.Pero Darío sí que padecía ese trastorno y su caso era grave. Una de las cosas que me impresionó fue el sufrimiento de sus padres. Para la madre de Darío, algo tan simple como ir a comprar al super se convertía en un suplicio.
No tanto por el comportamiento de su hijo, pues ella ya estaba asesorada de lo que debía hacer y Darío estaba bien atendido, sino por el comportamiento del entorno. Los clientes y los trabajadores del super sólo eran capaces de ver a una mala madre, con un hijo consentido que se revolcaba por el suelo, o gritaba de rabia entre espumarajos de babas. Creo que no supe entonces como ayudar a la madre de Darío. Quizás ahora sea una oportunidad de hacerlo mejor. Además de las indicaciones del pediatra y del psicólogo, la educación social puede aportar el apoyo necesario a la familia, y, lo que es igual de importante, trabajar para que los ciudadanos de Alaska conozcan mejor a sus Darios.
Pintura: Edward Hopper__________________________________Última semana en el Tantarantana.
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