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Teleabusos cotidianos.

Publicado el 08 junio 2010 por Francissco

Teleabusos cotidianos.Atropellos de las telecos.
“Ahora, nada más que abra, le plantamos delante el papel y con cara seria le decimos lo de ahorrarle dinero, yo hablaré primero. Hay que procurar que no meta baza y entrar en la casa cuanto antes…
“.

Lo anterior, que podría poner ligeramente los pelos de punta, no corresponde al diálogo de unos atracadores sino al de dos comerciales y lo escuchaba tras la puerta. Por supuesto, no les abrí porque el tiempo es oro y no está como para perderlo con los modernos chacales urbanos.

Pero sí que te hace pensar, inevitablemente, querido Watson ¿Y si la madera hubiera sido más gordita y yo no hubiera escuchado nada? ¿Y si quien habita la casa es una persona anciana, con menos energías para quitarse pelmazos que un servidor, curtido a su pesar en las mezquindades de los trámites cotidianos?

Porque ancianos, precísamente, son algunas de las víctimas de los comerciales de muchas operadoras telefónicas que, haciéndose pasar por la compañía con la que están estas personas hasta el momento, les piden las facturas con la excusa de “comprobaciones”. Lo que hacen, en realidad, es tomar nota del número de cuenta corriente y pedirles una firmita. Frecuentemente ni eso, porque con la práctica del trístemente llamado, y nunca bien regulado, slamming, golpear, arrebatar clientes al estilo pirata, ni siquiera tienen que demostrar nada. Somos “del teléfono”, solían soltar (espero que ya no) en cuanto les abría la puerta algún abuelete.

Después llegan las facturitas raras, el pagar un mismo servicio a dos empresas a la vez, los trámites interminables para darse de baja por parte de los hijos de estas personas, etc. Por medio y para aderezar, una tanda de amenazas a cargo de compañías de picapleitos que, subcontratados por estos filibusteros modernos, se dedican a dar la plasta con cartas intimidantes y a esgrimir listas de morosos con el nombre de ciudadanos indefensos dentro.

Es una de las pesadillas de la jungla moderna y estoy seguro que todos conocemos más de una historia similar. No es difícil verse atrapado en bucles kafkianos, del estilo de pagar una factura llena de llamadas inverosímiles y tener que ser tu quien demuestre que NO las has hecho, eso sí, previo pago obligado y prioritario del importe. Algo tan elemental como un contador neutral, al estilo de los del agua o la luz, ni se les pasa por las mientes desarrollarlo a estos hijos de la operadora que los parió.

La parte cómico-surrealista más destacada, no obstante, viene con la esperpéntica atención telefónica, mas bien desatencion, que conforma uno de los mayores logros en la historia de la incomunicación humana y de la opresión del ciudadano. Los trabajadores de los call-centers, que dan la cara por estos telesátrapas, protagonizan a diario auténticas operetas bufas.

Se pueden seguir estos desatinos en multitud de foros como ADSLzone, Bandaancha y otros. Básicamente, el guión lo escriben contratando de forma deliberádamente antidarwiniana a los más torpes, para que pierdas más tiempo en la llamada y pagues más, o bien te desesperes y desistas. Esto lo confesaba un antiguo operador de Orange en un programa de Linea 900 que hacían en la 2.

La forma de hablar que les enseñan consiste en frases de relleno, al estilo de ” espere un momento para que le haga la asignación y referenciación de su llamada” con el objeto de impresionar al cándido que llama. Encima, no es de extrañar que se quiten de encima al cliente por las bravas si este pasa del tiempo límite que les ponen para atender. Que, con el supervisor controlando como un buitre y la grabación de llamadas, cualquiera cede a los buenos instintos

En realidad los interlocutores no hacen nada real. Los que atienden son meros apuntadores y recaderos. Las bases de datos valiosas, las de facturar, así como los auténticos paneles técnicos, no los toca ni Dios.

A quedarte incomunicado del mundo lo llaman una “incidencia” y a la espera interminable mientras la resuelven la denominan “la incidencia está en curso, señor”. A la poca verguenza no la llaman de ninguna manera porque, obviamente, ni la han conocido ni la conocerán. Su rostro es doble como el de Jano, dulce y eficaz cuando contratas, borde y abotargado cuando reclamas. Y ningún político al mando les meterá mano jamás, así como tampoco ningún medio de comunicación querría perder a un anunciante, corporatocracia y politocracia zopenca al poder.

Un saludín telejorobado.


Teleabusos cotidianos.

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