Por Luis Schiebeler
¿Qué quiso decir con eso de que el mundo es de los audaces?
(Omito el sujeto intencionalmente para comprobar si esta confesión vale para la cuantiosa gente de convicciones imperturbables). Pero lo dijo serio y con solemnidad. Con reserva y algo de patibulario también. Nada parecía desmoronarse de su entereza figura que ya lindaba los sesenta. Lo cierto es que el tipo y su aforismo eran el uno para el otro. Su mirada lo decía: “soy audaz, por eso el mundo es mío”, y a mi madre parecía endilgarle las pulsiones hacia un destino del que prefiero nunca escarbar. La ostensibilidad que remarco en el susodicho (y por favor que no quede constreñida, ceñida o teñida, si se quiere, a su condición de líder de opinión de esa dulce paridora, ubicua y providencial mamá) era de lo más codiciable para quienes escasean de artimañas sociales. Volviendo a aquella máxima y fiel a las monotemáticas (nunca a marzo ni previa), reincido en cotejar esa frase con la potencia de un mantra, con la salvedad de que éste era de typo menjunje, lo cual no me resultaba tan excéntrico. Si un mantra no es descomunal, ni excéntrico, entonces es por ecuación semántica, del centro, del centro de estudios del Yogarcho; sisisi, efectivamente, el susodicho, portaba un semblante que connotaba una alta dosis de yogarchitud.
-Amanda: “no olvide que el mundo es de los audaces”.
-Amanda recuerde que el mundo…y así como sin frenos, cotidianamente.
Aquella reverberación en boca de mi madre golpeó machaconamente en mis oídos, aún no sé si tanto como los ramones o las propagandas radiales de Marolio o Danica Dorada. Pero en fin, resolvamos sucintamente algunos cruces, que yo también quiero que me endilguen vaya a saber qué.
Toda posición superior o de control de mando en cualquier relaciones de fuerza, ofrece como reverso un comportamiento social, que connota espesas convicciones, que si me permiten, lo rotularemos comoYogarchitud. La narración del episodio de arriba es un punto de partida para hurgar en este concepto risueño: ji ji, pero a no menoscabarlo, porque además, es extensible a otros no menos futiles.
¿Quién clava entonces esta onda por los cuatro puntos yogarchitudinales de la dimensión cosmoderna?. ¿El que va por la calle con headphones prominentes, remera con pequeños desgajos fríamente cifrados, funda colgada del hombro y dentro, un oneroso tallo canoro del que no logra sacar una presentable melodía?. Lo que está a punto de dejar de ser “arte” o, a punto de perder su aura como lo advirtió Benjamin, es más: aquello que luego la ávida gilada (digo ávida y no famélica porque no puedo imaginarme a esos cleptómanos de alma liliputenses protofascistas en situaciones precipitadas que parecen tener todo tan-ensulugar”) se apropia y lo mercantiliza, lo plastifica y hace tarjetas para multiusos, ¿cuándo es el momento en que pierde o recobra yogarchitud?.¿Son los nodos pasivos o, los femeninos para ser claros, los polos de máxima credulidad para la yogarchitud macho?. ¿Caminar con la napia erguida es signo de yogarchitud?. Eso tan anestésico y molesto que estudia la Quinésica, Proxémica y demás, ¿por qué no abordaron los índices, síntomas e íconos de la yogarchitud?
A modo de cierre, conozco mucha gente de “convicciones imperturbables” y permítanme resolver, que no me alcanzan las manos de mis dedos (que se esconden bajo los techitos de mis uñas) para enumerarles la copiosa cantidad de seres de incólume yogarchitud por los cuales me brota una profunda y sarnosa admiración.
Sin embargo, tener ese don (jonson), ese regalo del dios de miami, no tiene nada que ver con mantras, máximas, proverbia.net o wikipedia que batió el siome del episodio principal. Por lo tanto, el que kiere explicar su éxito o, los tricks o, tips para consumarlo, sepa que lo perderá al instante, es como perder en la mancha venenosa, como explicontar algo que acaba de perderlo. #Los grandes no dan explirazones#, que buen axioma.
Una vez, alguien de por ahí y de muchas lecturas de psicoanálisis se dispuso a hablarme de algo como si fuera inusitado, (aaahh… le dije cuando… musitó: “selfconfidence papi”. Pero la verdad es que me sonó, no solamente a inventario de autoayuda, sino, aún peor: a una snobeada más y, naturalmente, lo archivé en el mármol blanco de mi pensamiento como un apocado intento de escolastizar ésto que apareció en este jam:
la cuestión de la y o g a r c h i t u d.
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