Hace unas semanas me invitaron a una fiesta de cumpleaños. Cuando llegué me encontré a un montón de gente, la mayoría desconocida. Habían cocinado un curry riquísimo que disfrutamos entre conversaciones y música. Entonces, mientras hablaba con alguien, mi oreja izquierda captó uno de esos comentarios frente a los que no me puedo quedar callada (y son muchos):
- No, no, te lo aseguro: si los agnósticos no creen en nada, y los ateos creen que dios no existe; mi marido es ateo. ¡El cree en la Teoría de la Evolución y esas cosas!
Ante un comentario así, las reacciones desencadenadas en mi cerebro fueron muchas: ¿No sabes si tu marido es agnóstico o ateo? ¿Consideras que alguien puede creer en la Teoría de la Evolución? Y sobre todo, ¿de qué hablas con tu marido?
Como la primera y la última pregunta me parecieron un tanto bruscas, me quedé con la del medio:
- Perdonad que me meta en la conversación de repente, pero ¿a qué te refieres con que tu marido “cree en la Teoría de la Evolución”?
- Pues que cree que el hombre viene del mono y todo eso.
- Bueno, la Teoría no dice exactamente eso. Pero de todos modos, una Teoría no es algo en lo que se crea; está fundamentada en hechos probados por diferentes personas, en distintas circunstancias, en diversos lugares del mundo. Y cuenta con un amplio consenso. Suele tratarse de la mejor explicación disponible para una determinada pregunta.
- ¿Cómo? Eso no es una teoría, es como si yo digo “en teoría” es esto, pero luego “en la práctica” es otra cosa. O también, yo puedo decir que tengo una “teoría” para explicar algo, pero no quiere decir que sea así.
- Aaaaahhh… Pero es que la palabra “teoría” tiene significados diferentes en el lenguaje del día a día y en el lenguaje científico. Por así decirlo, no es lo mismo teoría, que Teoría Científica.
- ¡¿Quién tiene un diccionario?!
Considerando que la conversación era en inglés, que yo era la única extranjera del grupo, y que al fin y al cabo era el cumpleaños de alguien, ahí se quedó la cosa.
Pero como soy de las que no se puede callar nada, y el blog no se queja, voy a soltar aquí todo lo que me guardé ese día. Para empezar, saquemos el diccionario.
Según la Real Academia de la lengua Española, la palabra teoría tiene cuatro acepciones diferentes:
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Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación. – por ejemplo: “una cosa es la teoría, y otra la práctica”
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Serie de las leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos. – por ejemplo: “La Teoría Cellular explica que los seres vivos están constituídos por células” Este es el caso de la Teoría Científica.
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Hipótesis cuyas consecuencias se aplican a toda una ciencia o a parte muy importante de ella. – por ejemplo: “Tengo una teoría para explicar este misterio.” A esto, en lenguaje científico, se le llama hipótesis.
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Entre los antiguos griegos, procesión religiosa. – Esta acepción no la conocía y no nos afecta para lo que estamos tratando. Pero ya veis, nunca te acostarás sin saber una cosa más.
Como vemos, el significado de teoría en el lenguaje coloquial es diferente a su significado en el lenguaje científico. Y es normal que esto lleve a algunos malentendidos. Para eso estamos aquí; ¡para solucionarlos!
Y ya que estamos, ¿cómo se llega a elaborar una Teoría Científica y por qué dije que no es algo en lo que alguien crea o deje de creer? Para responder eso tenemos que explicar primero cómo funciona el Método Científico.
Siempre nos han dicho que un buen científico observa el mundo que nos rodea, se hace preguntas sobre él, curiosea. Pues bien, el primer punto del método científico es la observación. Por ejemplo, es famoso el caso de Newton que, mientras discutía con un colega a la sombra de un manzano, vio caer uno de los frutos y se preguntó: “¿Por qué esa manzana siempre desciende perpendicularmente hasta el suelo?”
Y este es justamente el segundo paso del método: identificar el problema concreto que queremos resolver, hacerse una pregunta. Una vez formulada la pregunta, buscaremos si hay alguien que ya la haya contestado. ¿Qué se sabe? ¿Alguien se ha preguntado esto antes? ¿Cuál fue su explicación? Si las respuestas que encontramos no nos satisfacen, tenemos que formular una hipótesis. Una hipótesis no es más que una posible respuesta para la pregunta que nos hemos formulado. Por ejemplo: “Si hay una fuerza que atrae a todos los objetos hacia el centro de la Tierra, entonces si suelto una pelota, caerá al suelo.”
Esta pregunta cumple una serie de características:
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Va de lo general (una fuerza que atrae a los objetos al centro de la Tierra) a lo específico (la pelota caerá al suelo).
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Es fácil de testar. Puedo realizar un experimento y tirar una pelota desde el tercer piso y ver si cae hacia abajo, si flota hacia arriba, si cae en trayectoria recta, etc.
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Es refutable. Puedo realizar un experimento que me demuestre que la respuesta no es correcta. Si tiro la pelota desde el tercer piso y, en lugar de caer, flotara hacia arriba, refutaría la hipótesis.
El siguiente paso es ya el experimento. Es fundamental que el experimento se haga en condiciones controladas. Si quiero ver si el tamaño de la pelota afecta la forma en la que cae, sólo podré cambiar una cosa cada vez: puedo tirar una pelota de otro tamaño, pero del mismo material, desde la misma altura, con la misma fuerza etc. Además, se debe mantener un grupo control. Puede ser la primera pelota, que tiraré a la vez y en las mismas condiciones para poder comparar de forma objetiva.
Una vez hecho el experimento, llega el momento de analizar nuestros datos y llegar a una conclusión. Los datos nos dirán si debemos aceptar o refutar nuestra hipótesis y por tanto, responderemos a la pregunta original.
Cuando muchas hipótesis o grupos de hipótesis relacionadas han sido apoyadas por muchos experimentos repetidos en diferentes condiciones, y realizados por diferentes personas, se resumen en una Teoría Científica. ¡¡Ta-chaaaaaaannnn!!
Así que las Teorías Científicas están apoyadas en miles de evidencias recogidas a través de experimentos objetivos y nos ofrecen la mejor explicación disponible a ciertas preguntas. Por supuesto, si en el futuro alguien propone una explicación mejor, propone su hipótesis y la testea, se pondrá en cuestión la Teoría y puede generarse una nueva.
No creemos en la Teoría de la Evolución, ni en ninguna otra. Observamos el mundo, nos planteamos preguntas, formulamos hipótesis y realizamos experimentos para aceptarlas o refutarlas. Aceptamos la Teoría vigente como la mejor explicación, siendo conscientes de que quizá mañana alguien nos ofrezca una visión más completa, que cuestionaremos, testearemos y analizaremos… hasta comenzar un nuevo ciclo. Así se construye el conocimiento, trabajando sobre lo que otros han hecho antes que nosotros o, en su forma más poética, caminando “a hombros de gigantes.”