Los bosques se transforman en otoño. Y no solo por los colores cambiantes, más rojizos y dorados, que salpican las copas de los árboles.
En la estación otoñal, las temperaturas más suaves, las lluvias más frecuentes y la humedad del ambiente favorecen el crecimiento de muchos tesoros nutricionales y gastronómicos que se pueden encontrar mientras se da un paseo al aire libre.
Moras, arándanos y setas son algunas de estas joyas. En este artículo se repasan sus propiedades y se dan algunas ideas para incorporarlas a las recetas.
Las moras combinan con todo
Las moras, o zarzamoras, son ricas en vitamina C y constituyen una buena fuente de fibra. Una de sus principales características es su abundancia de pigmentos naturales (antocianos y carotenoides) de acción antioxidante. La ingesta dietética de estas sustancias potencia el sistema inmunológico y contribuye a reducir el riesgo de enfermedades degenerativas, cardiovasculares e incluso de cáncer.
Arándanos, perlas azules
El arándano es una baya de color azulado que crece en un arbusto pequeño y que, al igual que las moras, es muy rica en antioxidantes, como los antocianos y carotenoides. Bajos en calorías, gustosos y ricos en fibra, los arándanos aportan vitaminas, sobre todo vitamina C. Además, contienen ácido quínico, una sustancia que ayuda a evitar que se formen cálculos o litiasis renal de fosfato cálcico, y no otro tipo de cálculos.
Setas: un manjar con múltiples sabores y texturas
Las setas suponen la parte comestible de los hongos. Son alimentos con un bajo contenido calórico: solo contienen 20 calorías por cada 100 gramos, gracias a su alto contenido en agua. Por ello, son un alimento idóneo para incorporar en una dieta de adelgazamiento, elaboradas de la manera más sencilla, con el fin de que no lleven adicionada mucha grasa de condimentación o vayan acompañadas de alimentos ricos en grasa .
Aportan vitaminas B2 y B3, además de ser fuente de algunos minerales como yodo, potasio y fósforo.
Fuente consumer.es