Introdución
“La prosperidad hace amistades, y la adversidad las prueba.”
Como editora del blog Los hijos que nadie quiso, del laureado escritor Ángel Santiesteban, encarcelado por la dictadura castrista luego de unas falsas acusaciones hechas por la madre de su hijo, llevado a un juicio farsa y condenado a cinco años de prisión, he asumido hace dos años no solo la edición y publicación de los posts que ha ido enviando desde las prisiones en las que ha estado, sino también la gestión de todo lo concerniente a su caso ante los organismos y organizaciones internacionales. En aquel entonces, yo no conocía a Ángel, solo había leído en internet la primera carta abierta que le escribiera a Raúl Castro en 2012, y me conmovió hasta la médula que haya en Cuba alguien capaz de expresarse con esa libertad sabiendo que allí reina una dictadura desde hace 56 años. Cuando me pidieron que lo ayudara con su blog, no lo dudé; aún no sabía lo que ya tenía echado encima. Y allí mismo me enteré. Jamás dudé, ni aún antes de estudiar el expediente, de su inocencia. Hay que tener muy mala espina de tan solo pensar si podría ser culpable de los delitos que lo acusaron y por los que fue a prisión cuando ningún “revolucionario” va a prisión por muchísimo más. Los que hemos estado interesados y preocupados por el destino del pueblo cubano, sabemos de sobra que no hay que ser asaltador de viviendas o atacar a una mujer para ir preso, solo basta ser opositor para que te conviertan en cualquier índole de criminal y te enjaulen. Y en el caso de Ángel Santiesteban, con todos los antecedentes que acumulaba de presiones, chantajes, amenazas, violencia física y detenciones arbitrarias desde que había comenzado a escribir en su blog, esas evidencias debieron ser motivación para interesarse –de verdad— de lo que acontecía con Ángel y su causa. El expediente completo estuvo allí, a disposición de todos los que quisieran informarse, desde hace 15 meses, y antes han ido saliendo documentos del expediente sueltos, publicados a medida que llegaban desde el archipiélago. El cuerpo principal tardó mucho en llegar por el peso del archivo; ni bien lo recibí, lo publiqué. Eso fue en junio del año pasado. Y causa dolor e indignación que desde entonces, solo ha recibido 315 visitas el post a donde está enlazado en 2013 y solo 134 en estos nueve meses de 2014 , sí, leyeron bien, 315 + 134, es decir, prácticamente nadie se ha tomado la molestia de leerlo; luego, una vez abierto el post, había que abrir el link con el documento; esas estadísticas no las manejo, pero seguramente serán muchos menos de 449 los que lo abrieron y lo leyeron para luego emitir su “opinión”. Pero frente a esos máximo 449 posibles lectores, abundan los “juicios paralelos” y las “condenas mediáticas” que por allí se escuchan y se leen sobre la “culpabilidad” de Ángel. Debo aclarar que en el mismo período de tiempo, el blog de Ángel ha recibido más de 140.000 visitas.¿Cómo se explica esto? Muy fácil. La dictadura no ha cesado ni un solo instante en su campaña de desprestigio contra Ángel, cosa esperable y hasta entendible. Pero lo que no es entendible es cómo tantos que se dicen amigos, patriotas, disidentes, exiliados, opositores y hasta colegas de Ángel, no se han tomado la molestia de conocer su caso a partir de las fuentes y se han prestado a colaborar por acción u omisión, con las campañas de la dictadura, tanto dentro como fuera de la isla.
Los tentáculos de la dictadura son muchísimos y larguísimos. Prácticamente todas las gestiones que vengo haciendo desde hace dos años, las frena la dictadura con los mecanismos que todos sabemos. No voy a enumerar uno por uno, entre otras cosas, para no dar publicidad a quienes hacen el juego. Ellos saben quiénes son y desde dónde lo hacen. Que les aproveche. Si buscan que yo hable públicamente de ellos y que se genere una situación que dé lugar al escándalo, conmigo se equivocaron.
Quiero mencionar especialmente mi gratitud hacia unos abogados venezolanos que se pusieron en contacto conmigo para ofrecerme su asesoramiento de manera absolutamente desinteresada cuando Ángel permanecía desaparecido. Sólo unos pocos cubanos han hecho gestiones como las que vengo haciendo yo ante organismos internacionales de Derechos Humanos y ellos, básicamente, ante importantes organizaciones internacionales vinculadas al universo de la Cultura.
Yo no soy cubana y cuando comencé a gestionar su blog y estos asuntos, ni siquiera era amiga de Ángel. La amistad llegó enseguida y por razones obvias. Todo lo que siempre me habían dicho sobre Ángel y su humanidad, su lealtad, su bondad y generosidad, se quedó corto con respecto a mí. Por eso me duele aún más que los que se dicen “amigos y hermanos” de toda la vida, lo hayan dejado –salvo honrosísimas excepciones que mencionaré oportunamente—tirado en la estacada y que con la misma facilidad que dicen “hermano”, se lavan las manos como Poncio Pilatos.
Se puede hasta comprender –aunque cueste entender—que haya amigos que tengan dudas sobre la inocencia de Ángel, lo que jamás entenderé ni justificaré que es que casi ninguno se haya tomado el trabajo de despejar sus dudas pudiendo hacerlo. Sé que todas esas pobres almas, el día que Ángel esté libre y salga a la luz toda la verdad, volverán como verdaderos aduladores a decir cuánto lo quieren y cuánto han sufrido con su calvario. Y, tristemente, también sé que Ángel los perdonará.
De la misma manera que quiero dejar bien clara la posición de todos aquellos que le han dado la espalda, quiero dejar expresada con rotundidad mi profunda gratitud a dos seres maravillosos que han estado siempre allí donde se los necesitaba, no solo con su saber y experiencia, sino fundamentalmente con toda su humanidad e inmenso cariño: Amir Valle y Lilo Vilaplana.
Ahora por fin, Ángel se las ha ingeniado para enviarme su versión de los acontecimientos de julio. Sabiendo el percal con el que están cortados la mayoría de los cubanos, “amigos” o desconocidos, he escrito esta introducción a su post con el fin de que antes de que empiecen a opinar, o simplemente dejarlo de lado como acostumbran, sepan que a mí no me engañan, que yo sí sé que los que callan, no se la juegan porque no se molestaron en informarse, y los que critican, lo hacen sin fundamento. Las estadísticas de visita al post del Expediente Santiesteban, dan verdadera cuenta de la malsana costumbre de hablar superficialmente sin medir las consecuencias de sus actos.
La Editora
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Danzando con los demonios
Dios con nosotros ¿quién contra nosotros?
La libertad no se mendiga, máxime si ha sido arrebatada injustamente, una práctica constante contra la disidencia en Cuba. Y por asumir ese pensamiento, “los desafíe” – según el criterio de oficiales que me atendieron- a partir del post del 20 de julio pasado, donde informaba el traslado que me harían hacia una unidad de tropas guardafronteras, asegurando que la intención era “mantenerme aislado y controlado”.
Puedo asegurar que cuando intentan asfixiarte, como instinto de supervivencia, nace ese golpe natural y salvador, justo en los testículos del oponente, lo que significa la oportunidad de tomar un respiro.
Y el amanecer del 21 de julio, atribulado de pensamientos bajo las presiones que ejercían sobre mí en los últimos meses, y sabiendo el lugar a donde me trasladarían -una celda dentro de una Unidad Militar, otra vuelta de rosca a mi constante tortura psicológica- decidí abandonar el asentamiento de Lawton, donde me habían recluido por casi un año, y evadí la férrea custodia, aprovechando la confusión que causa el movimiento de reclusos cuando despiertan.
Cuando alcancé a introducirme en la ciudad, respiré el aire que me pertenecía por derecho propio y del que no se me debió separar por la soberbia del gobierno cubano debido a mis diferencias políticas; diferencias políticas en las que, estoy convencido, coincido con los demás opositores y con la gran mayoría de los ciudadanos de este país aunque prefieren callar –seguro, más inteligentes que yo-, y de esa manera mantenerse al menos libre físicamente, aunque su espíritu esté oprimido.
Pero no es ese mi caso, como tampoco es el caso de muchos de los que hoy alzan sus voces desde la disidencia. A partir del año 2008, luego de crear un blog, comencé a expresar mis desacuerdos contra el totalitarismo imperante en nuestro archipiélago por más de medio siglo; un sistema opresor que ha arrastrado al país a la calamidad, a la más extrema pobreza, y en el cual -a partir de las carencias sociales- delinquir comenzó a ser la práctica más cotidiana de la población, junto a la emigración, sobre todo de su juventud, cuya desesperación por lanzarse al mar ha dejado un saldo de muchas vidas truncadas en el estrecho de la Florida al fracasar en el intento de alcanzar nuevos horizontes para sus agonizantes existencias. Tal es así que en este momento contamos con una población penal de las más altas en el mundo per cápita, en gran mayoría jóvenes que cumplen extensas y exageradas condenas que sobrepasan sus delitos; cerca de cuatro millones de cubanos viven hoy en una trágica diáspora por todo el mundo, y las cifras menos terribles de los estudios sobre cubanos muertos en el mar ascienden a más de 20 mil personas, cifra que por desgracia sigue creciendo cada año.
Una vez que alcancé las calles, en el amanecer del 21 de julio, caminé disfrutando los espacios que eran habituales para mí antes de que me encarcelaran. Mi primera incursión fue asistir al cine; luego, en la noche, a una obra de teatro y, a la salida, me senté en el malecón. Me mantuve dos horas mirando pasar a las personas de un lado a otro, escuché a los cantantes que como juglares pululan en la zona intentando ganar propina de los turistas.
Así estuve cinco días. Deseaba continuar apreciando teatro; creo que es lo que más he extrañado en mi cautiverio, pero temía que me reconocieran, a pesar de mi disfraz y de la pérdida de casi cuarenta libras de peso.
En la noche del 26 de julio, me entregué a la Seguridad del Estado. Sentí que había cumplido mi intención de malograrles, de alguna manera, su fiesta política más importante, al desafiar la conmemoración del Asalto al Cuartel Moncada un día como ese del año 1953. Lo hice ese día –precisamente- para devolver a mis captores la incomodidad que intentaron provocarme con la práctica de hacer coincidir fechas importantes con momentos claves de mi condena: como fue entregarme en el Tribunal y luego ingresarme en prisión, el 28 de febrero de febrero de 2013, exactamente cuando se cumplían los cinco años de la firma de los Pactos de la ONU por parte del excancilller Felipe Pérez Roque, o como fue trasladarme de la prisión 1580 hacia el asentamiento de Lawton, el 2 de agosto, día de mi cumpleaños.
Cuando el agente de la Seguridad del Estado me vio apostado delante de él, me preguntó si yo era Santiesteban, seguro que para cerciorarse, porque –supongo- que en la última semana mi foto era la más vista por ellos, y, al decirle que era yo, el oficial se mostró nervioso y amagó con extraer su arma, a lo que aconsejé calma mientras me palpaba la cintura para demostrarle que no estaba armado. Me pidió que me sentara en lo que avisaba por el celular que yo me había entregado y que me encontraba bajo su custodia. Le hice saber entonces que todavía me debían diez días; no me entendió, y le recordé los debidos pases que -según mi régimen penitenciario- ellos violaban flagrantemente, y que en su totalidad sumaban 15 días. Como mi traslado ya lo tenían preparado antes del 21 de julio, decidí salir con el permiso de pase que me correspondía, que desde hacía diez meses violaban, y que me pertenece con mi condicional de “mínima”, según mi sanción menor a cinco años. Así que tomé el pase escrito que escondía el oficial a cargo, y salí. Por ello, mi salida no puede llamarse fuga o evasión del régimen penitenciario, como informaron en los primeros momentos.
Me llevaron para una celda, no sin antes decirme que mi acción era irresponsable, aventurera, desafiante y que no imaginaba todo el operativo desplegado en mi búsqueda.
Allí supe que tenían detenida a una persona muy cercana a mí desde el mismo instante en que comprobaron mi supuesta fuga. Les aseguré que era una actitud injusta y arbitraria, porque yo me había asegurado de que nadie estuviera al tanto de mi plan de evasión, para no enlodar a esta persona y que arremetieran contra ella. Pero fue una ingenuidad de mi parte, pues -como se sabe- en Cuba se es culpable siempre hasta que se demuestre lo contrario.
De inmediato, me enseñaron el video donde esta persona se debatía con su conciencia y sufría profundamente, casi en el delirio; comprobé su danza con los demonios. Entré en una profunda depresión a partir de ese momento, y me declaré en huelga de hambre hasta su liberación. Me sumergí en ese túnel sin luz donde se araña a tientas la manera de caminar en la total enajenación, se baja a las profundidades con lastre constante, y los colores se vuelven opacos, grises, hasta que te fundes en la oscuridad más intensa. Para ese entonces, todo te da igual. Recuerdo que solo sentí el calor de la mano de mi madre que guiaba la mía, y la mirada de Dios. Y me deje llevar, cubierto de angustia y desasosiego, al saber cautiva a esta persona.
A los diez días de mi detención, los oficiales me aseguraron que ya se encontraba en libertad. Para ese entonces, mi organismo estaba débil, y no les creí hasta que lo escuché en boca de mi hija y de su madre cuando vinieron a la visita de diez minutos semanales.
Allí también me hicieron saber que esta persona tomaba distancia de mí, sencillamente aterrada por la experiencia vivida y por el sufrimiento que causó a su familia.
El dolor de saber alejada a esa persona que tanto quise es inexplicable, pero entiendo su terror, y preferí que fuera así porque -a partir de ahora- ese terror lo acompañará perenne por el resto de sus días, y se hará costumbre en sus pesadillas. Quizá sea lo mejor para los dos, porque este camino que escogí consciente de lo que tendría que vivir, es solo mío y de los que como yo, sienten la necesidad de comunicar al mundo lo que acontece dentro del archipiélago cubano. En muchas ocasiones tuve que rechazar a los amigos, que -con pasión e ingenuidad- quisieron visitarme, pero sabiendo que luego los investigarían, existiendo la posibilidad de que pierdan sus empleos, o simplemente sean agregados a la lista de quienes hay que vigilar como “no confiables”. Es una triste realidad que también tuve que asumir por proteger a los demás. Pocos meses después de entrar a prisión, quizás sin que ella lo supiera, me enteré de que a mi pareja de ese entonces, quien asumió mi encierro con entrega y puntualidad, la dejaron fuera de dos proyectos de trabajo. Entonces, aproveché un viaje que hizo en ese interin en el que me cambiaron de la prisión 1580 al asentamiento de Lawton, y decidí no volverla a recibir, terminando así una relación de más de cinco años. Esa ha sido la actitud inquebrantable por mis ideales, un ínfimo sacrificio comparado con lo que han hecho otros, ofrendando hasta sus vidas.
Finalmente, después de dieciocho días en el calabozo, y como continuando los mensajes subliminales con fechas y conmemoraciones, me trasladaron el 13 de agosto (cumpleaños de Fidel Castro) hacia la Unidad de Tropas Guardafronteras donde me encuentro ahora, decisión que habrían retrasado, según me habían pronosticado los que escucharon el comentario de los jefes y que ya conocían el lugar: “un calabozo con televisor”, para reafirmar, según puedo inferir, que sus decisiones son inevitables, y así confirmar que mantienen el poder absoluto sobre nuestras vidas, y que las mueven a su antojo como fichas de ajedrez.
El calabozo donde estoy confinado hace honor a esa palabra: no puedo abandonarlo; allí recibo los alimentos en las bandejas que trae un oficial y que se mantiene en la puerta veinticuatro horas del día.
Cuando todavía estaba en Lawton, mi familia llevó al asentamiento a una Técnica de Laboratorio para que me extrajera sangre con la intención de hacerme análisis, pero los militares se negaron y mis familiares tuvieron que marcharse sin que se me realizara la extracción. Días después, burlé la vigilancia y saque el brazo a través de las rejas del fondo y me la pudieron realizar. Hoy me han comunicado que mis índices de hemoglobina están cerca de 12 (cuando ingresé en prisión, 17) y estoy con la próstata inflamada. Pero por encima de todo eso, quiero dejar claro que no existe ningún sufrimiento que me obligue a abandonar mi necesidad de expresar mi parecer sobre las circunstancias que me rodean, y sobre lo que pienso que es más adecuado para mi país.
El sufrimiento que me provoca toda esta tortura psicológica, y cualquier otra que puedan inventar en el futuro, no es mayor que mi anhelo porque Cuba sea libre. No cumplo más que con mi humilde necesidad de expresarme libremente. Sé que, más temprano que tarde, al gobernante de turno no le quedará otra opción que sentarse con la oposición y llegar a un consenso que evite una guerra civil y los ajustes de cuentas fuera de la ley, que inevitablemente se desatan tras cada estampida social. Esa es mi única preocupación de cara al futuro.
Lo demás -los inevitables sufrimientos- ya no son más que gajes del oficio que he asumido y aprendido en esta labor de informar, ser transparente y soportar los temores; los recibo con resignación y rogándole a Dios que acabe con la miseria y la falta de democracia en mi país, pero sobre todo, que no vuelva a suceder otra dictadura en estas pequeñas islas -que aun no conocen la prosperidad económica, política y social- y que de una vez, abrazadas en un futuro verdaderamente próspero y democrático, se adentren en el concierto de las naciones en vías de desarrollo.
Gracias a las personas que han sufrido, informado, agregado a sus oraciones, junto a mi familia, y que de alguna manera, ya lo son también, pues creo que mi familia son todas aquellas personas honestas y con buenos sentimientos.
Mi agradecimiento eterno.
¡Viva Cuba, y que viva libre!
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión unidad de guardafronteras