Sssst… eh! tú, sí, tú, la de la bata. Te has despistado, guapa.
Cuando alguien trabaja horas y horas sólo, con la única compañía de la radio o de la música de Ray Lamontagne, supongo que no es raro que tarde o temprano acabe oyendo voces.
(Pero no pensé que tan pronto).
Me refiero a esa foto que pusiste en tu página de Facebook. Anotaste como Derméstido el bicho ese que encontraste. Va a ser que no. Sácame de aquí que te lo explico clarito.
Como me pareció de lo más lógico que un bicho me explicase las características morfológicas de otro bicho, así lo hice. La voz venía de una pequeña superviviente, que vive en un tarrito acompañada de un trozo de papel secante como alimento. Os explico: toda la documentación que llevo a mi taller está desinsectada. Pero un día, como que no quiere la cosa, me encontré a esta pequeña. Sola. Abandonada a su suerte. Me fascinó que un ser tan pequeño pudiese hacer tanto daño.
Y bonita es un rato largo: como una hormiga, pero transparente. Buscad termitas en internet y tendréis varios retratos de sus hermanas más de cerca, por ejemplo:
Eso sí, si quieres que te cuente, quiero ante todo un cambio de menú. ¿No te sobrará por ahí un trocito de rico papel antiguo, digamos… ¿del XVI o XVII? Entiéndeme, este que me das no está mal. Pero le falta ese punto añejo.
Eso lo entendí. A mí me pasa con el buen vino. Pero a pesar de mi solidaridad culinaria, nones. Ya tuvo bastante de papel añejo, ella y sus hermanas. Y el resto de los xilófagos que se meriendan con alevosía nuestro patrimonio documental, incluido el ejemplar difunto del que mi pequeña ami-enemiga estaba hablando:
A ver: que yo te entiendo. La visión de las galerías infinitas, el despegado cuidadoso de las hojas destrozadas a punta de espátula mientras pequeños -y no tan pequeños- trozos de papel salidos de la nada deciden viajar por su cuenta, puede acabar despistando a cualquiera. Pero antes de publicar nada fíjate un poco más, hija. Coleóptero, sí. Derméstido, no. ¿Tú ves algo de la bella decoración de los derméstidos en ese soso caparazón? Luego se trata de un anóbido normalucho. De infantería, que diría P. Reverte. Una carcoma cutre, vamos.
El tonito de esta isóptera insolente era como para torturarla exponiéndola de forma inclemente al sol de julio -habida cuenta de que hablaba de oídas porque necesariamente debía estar ciega- pero razón tenía un rato largo. Simplemente, me confundí de nombre (si me pasa habitualmente con mis congéneres, los seres humanos, no veo por qué no me va a suceder con los insectos). Y he aquí la causa, alma mía: cuando estudié las características morfológicas de los insectos allá por comienzos en esta interdisciplinar profesión, yo venía de otra carrera -historia del arte- en donde el sentido estético debía potenciarse en grado sumo, por razones obvias. Y a mí debió potenciárseme una barbaridad. Es decir: insecto común, no lo recuerdo. Insecto bonito, recuerdo el nombre y lo adjudico a lo que haga falta. Y ya puedo revisar el manual de biología doscientas veces que sigo viendo un hermoso derméstido en lo que es una carcoma común y corriente, tal que ésta:
Aparte de mi deformación profesional, sucede que en el papel me los encuentro, ya difuntos y momificados, de forma muy ocasional. Debo clasificar entonces el insecto por los destrozos que dejan a su paso. Y, en el caso de los ejemplares que nos ocupan, no son precisamente discretos, como comenté en esta entrada anterior:
Clarísimo en este caso, ¿verdad? Quién no ha visto un mueble con estas galerías… La carcoma. Qué miedo.
Mi pequeña profesora siguió hablando. Sin powerpoint ni apuntador, todo de memoria:
Sí, a nosotros en general nos llamáis xilófagos y nos tenéis mucho miedo. Y, sí, adoramos esas estanterías y cajas de madera en donde tradicionalmente se colocaba la documentación, pena de las que se usan en los nuevos archivos. No, no nos gusta que vosotros, los de la bata blanca, aconsejéis mantener la limpieza del espacio y el control de las condiciones ambientales.
Nosotras, la familia de los isópteros -o termitas, más conocido- somos más frecuentes en climas tropicales, pero también aparecemos por aquí. Yo soy una pequeña obrera, y junto a mis compañeras puedo elaborar artísticas galerías de forma irregular, sí, pero también huecos profundos y grandes erosiones. Para eso nací. Todo por el bien de mi sociedad, muy extensa y dividida en castas sociales y por supuesto mucho más refinada que la de la carcoma, con la que no tengo nada que ver, aparte de mis gustos culinarios.
La luz no me gusta nada y aunque mi forma de digerir la celulosa precisa de unas bacterias en mis intestinos -ni te digo lo que hago con ella después, porque este es un blog educado-, si me alío con mis compañeras puedo ser terrible.
En este punto me pareció detectar una risita perversa. Supongo que se estaba recreando en sus recuerdos.
“Cu-cú…”
Pero lo más habitual es que te encuentres con un coleóptero como ese que no encontró la salida, un escarabajo, un anóbido, una carcoma -yo diría que además este ejemplar es la especie más común, el anobium punctatum- que en su estado de larva abre galerías para alimentarse. Y que, sólo en su estado adulto -como el ejemplar decapitado- abre un orificio al exterior et, voilà! emigra para poner sus huevos en otro sitio.
Por otro lado, dentro de las galerías y de los orificios irregulares encontrarás los restos de la merienda, ese fino polvillo característico. Y yo diría que fue por varios de su especie. No nos llevamos bien juntas, porque no nos va la competencia.
Anthrenus museorum o escarabajo de las alfombras
Un derméstido es un coleóptero también, un beetle, pero algo más elegante y con una forma distinta. Y prefiere, por otro lado, los materiales de origen animal, así que cuidado con la piel de tus encuadernaciones- Pero no es el caso. Lo siento. Una carcoma, a secas.
Y, sí, quizá es cierto, querida amiga, que me dejo llevar por la belleza aparente, pero a veces pasa. Y, si no, que levante la mano quien no haya jugado alguna vez con una prima de nuestra carcoma que nos cae muy bien:
No deja de ser curioso este mundo de los insectos: por lo general para nosotros, si es de color difuso, qué asquete y qué malo. Si tiene colorines, qué bonito. Aún cuando esos colorines son justo un elemento de disuasión para los depredadores…
En fin. Queriendo hacer un homenaje a mi difunta carcoma, la cual no pudo contarme su historia y tuve que sustraerme a la versión de la insolente termita obrera, voy a compartir con vosotros/as otra fotografía de la estupenda web que os enlazo más abajo. Si es que el macro engancha una barbaridad… ¿no me digáis que no es bonita, con esa caída de ojos?
Es mi ami-enemiga, sí. Ahora puedo ponerle cara, al menos al ejemplar adulto. Por ejemplo, cuando separe hojas como éstas. O cuando me toque reintegrar… *suspiro*.
PD. Si después de leer esto todavía no pensáis que este blog ha llegado a unos extremos intolerables de irreverencia, pasaros por aquí y encargad un peluche de vuestro bibliófago favorito:
Magníficas fotografías al detalle por David Mora, extraidas de:
http://www.expertoentermitas.org
Consultar:
VVAA “La biología en la restauración” Ed. nerea. IAPH
http://www.luzrasante.com/anobium-punctatum-carcoma-para-los-amigos/
http://es.wikipedia.org/wiki/Coleoptera
http://es.wikipedia.org/wiki/Termitas
http://www.proyectoverde.com/mariquitas
http://www.giantmicrobes.com/us/products/bookworm.html
Otro testimonio dejado sobre el Lepisma, otro amante del papel, en esta entrada.