Estos son los primeros textos que, de forma grupal, trabajaremos en el aula abordando el tema Cuestión social y movimiento obrero en el siglo XIX.
Cada texto será analizado, mediante una serie de consignas que, pretenden, en primer lugar, abordar cuáles eran los principales problemas que debía afrontar el nuevo sector social: trabajador fabril (proletariado), sus críticas y justificaciones y cuáles son las posibles respuestas ante dichos problemas.
“...una sola máquina, atendida por una persona adulta y por cinco
o seis niños, realiza el trabajo como de treinta hombres trabajando a mano
según el sistema antiguo... La introducción de la citada máquina tendrá por
consecuencias casi inmediata el privar de sus medios existenciales a la masa de
los obreros. Todos los negocios serán acaparados por algunos empresarios
poderosos y ricos... con dolor y en la más profunda angustia ven aproximarse el
tiempo de miseria en el que cincuenta mil hombres, con sus familias, privados
de todos los recursos... se verán reducidos a implorar la caridad de las
parroquias.”
Petición de los
Obreros a los Comunes: Diario de la
Cámara de los Comunes, 1794.
“En los primeros años del Siglo XIX, la jornada empezaba en las
fábricas textiles de Nueva Inglaterra a las 5 o 6 de la mañana y termina a las
7:30 de la tarde… tal es el horario de todo operario, ya fuese éste viejo,
hombre, mujer o niño. Se preocupaba frecuentemente estafar a los trabajadores.
Una práctica muy común consistía en pagar en efectivo sólo parte de los
jornales correspondientes y la otra en billetes que servían sólo para efectuar
compras en los almacenes de propiedad del manufacturero…Otro uso (difundido)
era el de retener el salario del obrero; trabajaba por espacio de un mes y se
le pagaban sólo dos semanas, quedando siempre una mora de dos semanas…”
Leo
Huberman, “Nosotros el pueblo”, Ed. S/D Pág. 150
“Yo estaba entonces en la fábrica de Mr. Breid... allí se
trabajaba en verano tanto como duraba la claridad del día y no podría decir a
qué hora se paraba. Nadie, excepto el patrono y su hijo, tenían reloj, y no sabíamos
la hora. Había un obrero que poseía un reloj, era un amigo, según creo, que se
lo había regalado. Le fue confiscado y guardado por el patrono, porque le había
dicho a los camaradas la hora que era.”
Testimonio
de un obrero de 1830 citado en “The factor movement” de Goodman, 1973
"Tiro
de las vagonetas bajo la tierra sobre una distancia de media legua entre ida y
vuelta. Tiro de ella durante ocho horas por días con ayuda de una cadena atada
a mi cintura. Las heridas que tengo en mi cabeza me las he hecho descargando
las vagonetas. Los hombres de la cuadrilla a la que pertenezco trabajan
desnudos, salvo la cabeza que se la cubren con una gorra. A veces, cuando no
voy bastante rápido me pegan..."
Testimonio de la niña, Patience Kershaw, de 12 años recogido por la Comisión Ashley para
el estudio de la situación en las minas, 1842. 'La vida cotidiana
en Inglaterra al comienzo de la era victoriana'.
"Mis dos hijos, uno de 10 el otro de 13 años, trabajan en la
fábrica de Milnes, en Lenton. Entran en ella a las cinco y media de la
mañana y no paran hasta la hora del té... disponen de media hora para
comer y vuelven a su casa a las diez menos cuarto. Es corriente que el
trabajo se prolongue hasta las diez, hasta las once y hasta las doce. Ganan
entre 6 chelines y 2 peniques por semana.
Uno de ellos, el
mayor, trabajó dos años en la fábrica de Wilson, ganaba dos chelines 3
peniques por semana. La dejó porque el vigilante le pegaba y le arrancó un
diente. Me quejé y lo despidieron. Ahora trabaja 16 horas, y como es
natural, cuando llega a casa está muy cansado. Me he visto obligado a pegarle
con una correa y pincharle para que se despierten. Me ha causado un enorme
dolor el tener que hacerlo."
Declaraciones
de un padre, en el año 1823
“Me situé en la calle Oxford de Manchester y observé las riadas de
obreros en el momento en que abandonaban las fábricas... los niños tenían casi
todos mal aspecto, eran pequeños, enfermizos, iban descalzos y mal vestidos.
Muchos no aparentaban tener más de 7 años. Los hombres, de 16 a 24 años en general,
ninguno de ellos de edad avanzada, estaban tan pálidos y delgados como los
niños. Las mujeres eran las que tenían apariencia más respetable, pero entre
ellas no vi a ninguna que tuviese un aspecto lozano, o bello. Vi, o creí ver,
una estirpe degenerada, seres humanos mal desarrollados y debilitados, hombres
y mujeres que no llegarían a viejos, niños que jamás serán adultos saludables.
Es un triste espectáculo.”
Informe
Médico, 1831.
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