Creo que podría encontrar al menos un motivo para recomendar cada uno de los discos de The Black Keys, pero cuando se trata de un concierto masivo... No lo tendría tan claro.
Vaya por delante que la ejecución de los temas fue impecable, que son muy, muy buenos en lo suyo, pero cuando más de 10.000 pares de ojos te miran fijamente no sólo entra en juego la calidad, sino que también cuenta (y mucho) la actitud.
Quiero decir que el concierto habría sido igual si hubiéramos asistido 6 personas, 60 o 60.000, y que faltó palpar en el dúo una emoción especial al levantar la cabeza y ver el Palacio de los Deportes lleno hasta las gradas del fondo sólo por y para ellos. Puede que sean expertos y que estén acostumbrados a ello, pero cada público espera que para el grupo al que se está entregando sea el mejor público del mundo, incluso aunque haya algo de mentirijilla en ello.
Repasad mentalmente los conciertos masivos a los que habéis asistido y más os han emocionado. Seguro que recordaréis algún momento en el que el cantante o alguno de los miembros conectó con la tremenda emoción que estabais sintiendo. No sé si llamarlo empatía o hasta comunión, pero esa es una de las razones por las que un directo de Pearl Jam o Foo Fighters les hace más grandes que sus discos, por poner dos ejemplos de dos conciertos que he vivido en el Palacio.
A pesar del momento bola de discoteca sobre el escenario (lo más mágico de la noche) y de lo bien que sonaban, me quedo con la pena de pensar que seguramente, en una sala pequeña o mediana, quizás les hubiera sentido. ¡Ah! Y tampoco me hubiera importado tanto que sólo tocarán hora y media.