Aunque siempre he preferido escribir a libre elección, nunca he tenido nada en contra de la escritura por encargo (y, de hecho, la he practicado en numerosas ocasiones, sin mayor problema de orden técnico, moral o económico —ya los hubiera querido, ya...—). De todos modos, y como casi todo en esta vida, no todos los encargos son iguales; es más, hay algunos que son particularmente especiales. Hoy atiendo uno de esta índole, y aún no sé si terminaré desvelando el motivo de ello.
Me han encargado —y gustosamente cumplo la encomienda— escribir una reseña sobre el videoclip del 'Thriller', de Michael Jackson; ese mismo que, por cortesía de Youtube, ilustra este texto a él dedicado, no porque dude de que, a esta alturas del partido, haya algún amigo lector (o amiga lectora) que aún no lo haya visto, sino porque bien cabría la posibilidad de que, como en mi caso, haya quien lleve muchísimo tiempo sin revisarlo, y espero que estas torpes líneas le inviten a hacerlo. Eso fue lo que hice yo ayer mismo: revisar una pieza que hacía muchísimos años que ví por última vez.
Y lo hice para volverme a quedar deslumbrado ante la brillantez de la misma.
Situémonos en contexto. Estamos a principios de los años 80 del pasado siglo. La extensión (que empezaba a hacerse generalizada) de los aparatos grabadores y reproductores domésticos de video había hecho que los videoclips se convirtieran en piezas promocionales habituales de las canciones y grupos musicales de la época, cobrando un gran auge comercial e incrementando paulatinamente su nivel de creatividad artística (hasta un punto en que había ocasiones en que el nivel del videoclip llegaba a superar ampliamente el del tema musical al que pretendía dar soporte y difusión); esta circunstancia, naturalmente, hizo que el mundo del video musical empezara a atraer a gente talentosa relacionada con el mundo de la imagen (cine, televisión, publicidad): una mera cuestión (como siempre) de la conjunción adecuada de tiempo y dinero.
Y en éstas llegó Michael Jackson, un artista que ya había obtenido un notable éxito a lo largo de la década de los 70, acompañado de sus hermanos (los Jacksons 5), y que, tras 'soltar lastre', empezaba a despuntar como intérprete en solitario a finales de esa década: una hermosa y bien modulada voz, un profundo magnetismo personal y, sobre todo y especialmente, unas dotes de bailarín que lo convertían en un artista integral, un dominador del escenario como pocos haya habido en el 'bisnes' del entretenimiento, lo convertían en una baza a la que poder apostar sobre seguro. ¿Qué le hacía falta? Una plataforma a la altura de tan descomunal talento. En 1982, el productor musical Quincy Jones se la iba a proporcionar con el que, sin temor a exagerar, se puede calificar como uno de los mejores discos de la historia del pop comercial: 'Thriller'.
'Thriller', el álbum, era (y es, sigue siendo) una colección de temas de música negra bailable de un nivel excepcional, una recopilación de auténticas joyas de la música disco. Que un producto así iba a otorgarle a Jackson la condición de artista legendario, aún en vida, era algo que estaba bastante claro. Que eso iría acompañado de unos niveles de venta en justa y adecuada proporción, también (el disco vendió, cuando aún se vendían discos, millones y millones de copias). Pero a que esos pronósticos, lógicos y razonables, llegaran a concretarse y cuajar, contribuyó en sumo grado esa pieza que ahí pueden ver: el videoclip de 'Thriller'.
Solo un año antes de que 'Thriller' saliera al mercado, John Landis, director cuyos inicios se habían movido en el ámbito de la comedia gamberra ('Desmadre a la americana', 'Granujas a todo ritmo'), había obtenido un notable éxito con 'Un hombre lobo americano en Londres', film de culto ínserto en el género de terror y del que se convirtió en santo y seña identificativo su mítica secuencia de la conversión del hombre en lobo (pueden localizarla fácilmente a través de esa inagotable fuente de material videográfico de cuyo nombre se puede prescindir con toda tranquilidad...). Partiendo de esos mismos mimbres (de hecho, su primera parte juega con una secuencia que reproduce, casi de manera íntegra, esa misma conversión lobo-hombre), Landis compuso y dirigió una pieza de orfebrería músico-cinematográfica de casi un cuarto de hora que vino a revolucionarlo todo: el mundo del videoclip (fue la primera pieza del género con una extensión y una vocación que excedían ampliamente los de su tema musical de referencia), el mundo del cine (el 'baile zombie' de Michael Jackson podría formar parte, por derecho propio y junto a las más insignes muestras de los clásicos del género, de cualquier antología del cine musical) y el mundo de la música, difícilmente concebible a partir de ese momento (en el ámbito, por supuesto, del pop comercial) sin la conjunción con un aparataje visual de cierto calibre.
No soy, ni lo fui nunca, fan de Michael Jackson, Quincy Jones, John Landis, la música disco, el género musical o el cine de zombies. No soy, pues, sospechoso de sometimiento a obnubilamiento alguno al respecto; pero creo que sería cicatero cualquier juicio de valor que no situara esta pequeña joyita en el nivel que se merece: el de una auténtica obra maestra. Por lo demás, si alguien, por favor, dispone de la receta para que, a la vista de la misma, no se le disparen los pies bajo la mesa (todo lo torpemente que se quiera, pero a toda pastilla...), mi hijo (que no es otra la persona que me hizo el encargo) y yo se lo agradeceremos enormemente: nunca se sabe cómo acaban esas cosas, y es mejor mantener la calma, sobre todo en noches de luna llena...