Revista Psicología

Toc (iv)

Por Centro Psiconet

El 90% de la población sufrimos una frecuencia variable de ideas intrusivas, que son aquellas que aparecen en nuestra mente sin que lo deseemos. Pero las obsesiones patológicas son mucho más intensas, vívidas y se perciben como mucho más reales. De ahí que hayamos comentado con anterioridad que ni las compulsiones son manías rutinarias ni las obsesiones sean únicamente pensamientos repetitivos e incómodos. La clave de este proceso es la interpretación que se le da a ese tipo de ideas. Si se interpretan en términos catastróficos, dándole credibilidad al contenido de la obsesión, sintiéndose responsable o culpable por la idea, entonces esos pensamientos provocarán un fuerte malestar y la persona comenzará a desarrollar estrategias de neutralización para eliminar las ideas y sentirse seguro, las ya mencionadas compulsiones. Si este proceso se repite acabará por automatizarse e instalarse en el repertorio de conductas de la persona. TOC (IV)

La mayoría de las investigaciones coinciden en que muchas personas que padecen un trastorno obsesivo-compulsivo han observado durante su infancia o adolescencia modelo que ofrecían conductas que se acercaban mucho. Por ejemplo, los rituales de lavado suelen transmitirse en forma de una exagerada escrupulosidad en aspectos relacionados con la limpieza y el aseo personal. Que los modelos aprendidos durante nuestra infancia sea algo que nos marque para el resto de nuestra vida no nos puede sorprender.

Otra variable de vulnerabilidad es la dificultad para tomar decisiones y resolver problemas, algo que también puede tener su origen en las pautas de crianza que hayamos recibido. A veces, desde un punto de vista y positivo y de reflexión, se nos anima desde bien pequeño a pensarnos las cosas muy bien y muchas veces, de cara a no confundirnos en nuestras decisiones. Esto puede llegar a generar un cuestionamiento constante sobre si lo estoy haciendo bien o no.

Como mecanismo de mantenimiento podemos explicarlo de la siguiente manera: la situación disparadora hace aparecer la idea intrusiva, lo que genera la aparición del malestar, la respuesta fisiológica o emocional. Llega un momento en que el ritual se pone en marcha y el malestar, que es involuntario, desaparece. Esto provoca que cada vez que aparece la idea intrusiva se ponga en marcha el ritual para aliviar la ansiedad, pero tiene como efecto una automatización del proceso. Las personas que sufren este trastorno van elaborando con mayor o menor celeridad estrategias para sentirse a salvo, de neutralización o bloqueo de sus temores y malestar.

Existen dos tipos de conductas que se realizan de manera completamente involuntaria:

  • Evitación: hacer lo posible porque la catástrofe temida ni siquiera empiece, no afrontar parcial o completamente las situaciones disparadoras del malestar obsesivo.
  • Escape: las más características son rituales o compulsiones, son conductas estereotipadas y repetitivas que tienen como fin bloquear el malestar emocional provocado por la obsesión.

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