
Igualmente sencilla es la carta que se nos ofrece. Un concepto de cocina rápida y de calle de inspiración internacional, gran calidad y cuidada presentación sin excesivo abigarramiento. Un contraste entre sabores del mundo que maridan con otro contraste: El de la visión, desde las alturas, del Madrid más vanguardista y el más castizo.
Los entrantes van desde gazpacho y hummus fresco a cocas con verduritas o cucuruchos con diversidad de ingredientes. Deliciosas también las patatitas con piel, huevo de codorniz, escabeche de pato y alcaparras. Entre los platos más fuertes, destacar las especialidades orientales como el dúo de tartares de atún y salmón y el Chukasoba (costillitas tiernas de cerdo con cebollino y ajo), las de nuestra tierra (langostinos en gabardina con ajonjolí) o las del otro lado del Atlántico (hamburguesa con cebolla roja, tomate confitado y panceta). De postre, es perfecto acabar con un riquísimo helado con trocitos de brownie y caramelo en vasito de yogur. El ticket medio no supera los 25-30 euros por persona, algo de agradecer teniendo en cuenta el enclave del restaurante.
Tanto si eliges acudir a mediodía o por la noche, no puedes marcharte sin tomarte una copa en una de sus hamacas, a modo de beach clubdesde el que contemplar la ciudad iluminada o uno de los atardeceres más espectaculares que pueden verse. 
Visitar Tartan Roof es mucho más que conocer una terraza más. Es toda una experiencia que ningún madrileño de sangre o de voz debiera dejar escapar.
