Merece la pena pensar en la estrategia si te ayuda a tomar decisiones difíciles o que no son intuitivas. Y además tienes que llevarlas a la práctica. “¿Estás diciendo que tenemos que cancelar esta línea de productos?” Esa es la clase de reacción que tus decisiones estratégicas deberían generar.
Si no eres capaz de poner un ejemplo encima de la mesa, o una manifestación concreta de la acción que se está discutiendo, entonces es que estás balbuceando en cuestión de estrategia. No vas más allá.
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