Revista Cultura y Ocio

Todo se derrumba (1)

Por Tiburciosamsa
Todo se derrumba (1)

Chinua Achebe tiene una novela excelente “Things falling apart”, en la que cuenta cómo un noble yoruba descubre de repente que todo su mundo, sus valores, todo aquello por lo que ha luchado toda su vida se derrumba cuando llegan los hombres blancos. Es una experiencia por la que pasaron muchas sociedades de las Américas, Asia y África. De pronto llegaban los hombres blancos y era como si el cielo se les hubiera caído encima de la cabeza. Las clases bajas, los siervos, sufrieron el paso de unos señores a otros, que no hablaban en su idioma y que a menudo eran más explotadores que los señores tradicionales. Para las élites fue todavía peor: perdieron su poder y descubrieron que los valores de su sociedad, de las que ellas estaban imbuídas y cuyas defensoras más ardientes eran, ya no contaban para nada. Lo que Chinua Achebe nos cuenta de un yoruba ficticio del siglo XIX, el vietnamita Nguyen Khuyen lo vivió en sus propias carnes a finales del siglo XIX.

Khuyen fue uno de los grandes estudiosos confucianos de su tiempo. De gran inteligencia y muy estudioso, después de seis años de esfuerzos, en 1871 aprobó los exámenes de la capital y del palacio, quedando el primero en ambos. Ante él se abría una carrera de mandarín prometedora, salvo por el pequeño detalle de que los franceses ya andaban socavando el sistema y convirtiendo a Vietnam en una colonia. En 1879 alcanzó el puesto de Gran Erudito en la Academia Nacional, que era la institución académica más prestigiosa de la dinastía.

En agosto de 1883 Francia y Vietnam firmaron el Tratado de Hue, también llamado Tratado Harmand, por el que Vietnam prácticamente entregaba su soberanía a Francia. Poco después le ofrecieron a Khuyen el gobierno de tres provincias en el norte del país. Khuyen dudó. Desde la óptica confuciana, colaborar con un gobierno inicuo era una falta contra la moral. Aceptar el cargo suponía colaborar con los franceses, quienes en última instancia serían quienes le darían las órdenes. La solución clásica confuciana a su dilema era retirarse del mundo y eso fue lo que hizo Khuyen. En 1884, a los 49 años, renunció a su carrera de mandarín y se retiró a su pueblo, donde pasó los siguientes 25 años viviendo en la pobreza y dedicado a la poesía.

Un poema que se refiere a la vida que llevó dice:

Vuon Bui, mi buena y vieja casa,

aquí acabo voluntariamente después de cuarenta años [alude al tiempo que pasó fuera de su pueblo natal].

Bambús, crisantemos, cerezos en flor,

placeres escondidos que se encuentran en las montañas, los torrentes, los bosques y los arroyos.

Banh-Trach [éste y los siguientes son poetas clásicos] toca su guitarra sin cuerdas y canta sus viejos versos.

On Cong pasa el final de la primavera bebiendo vino.

Me giro buscando el viento del este, las lágrimas inundan el pañuelo.

El espacio inmenso ha visto muchos cambios dolorosos.

No debería haber quejas,

mi cabello encanece, no puedo hacer nada.

Regresar entonces; sí, ¿por qué no regresar?”

Lo mejor del poema es su último verso, que resume lo que debía de estar pensando. ¿Por qué no volver a la capital y acatar a los franceses, en lugar de pudrirse miserablemente en ese pueblo.? Hacerlo sería tan fácil, terminar con sus penalidades sometiéndose, sería tan sencillo…

Hay poemas que parecen traslucir sus dudas íntimas sobre el valor de la ortodoxia confuciana que defendía. Seguramente serían muchos los días en los que se preguntaría adónde le habían llevado todos sus estudios de los clásicos.

A medida que pasa el tiempo, las canas se multiplican en mi cabeza y mi barba,

ya tengo cincuenta y tres años.

Los libros ya no me son útiles…”

En otro poema, dice: “…Cuanto mayor es mi conocimiento, mayores errores cometo.” Y en otro añade: “Mi educación tradicional ha sido desperdiciada.”

En un poema explica metafóricamente su decisión de mantenerse al margen del mundo:

Soy yo, la viuda, solitaria, sin sueño, sin arroz, sin ropas,

a la que ha encontrado una casamentera astuta.

Quiere forzarme a que me case, forzarme a que me empareje con un joven robusto que nunca se cansa.

Vieja viuda, vieja de mí, no tengo fuerza, no tengo mañas, no tengo belleza para agradarle (…)

Oh, señora casamentera, ¿por qué es tan amable?

Se acepta su amabilidad, pero sus ardides están errados.

Si está preocupada, simplemente présteme ropas y arroz.

Si me pide que me vuelva a casar, se lo ruego, no.”

En el Vietnam tradicional la fidelidad de la mujer era un gran valor. Aquí Khuyen se compara con una viuda, que desea permanecer fiel al marido muerto. Duda que pudiera serle agradable al nuevo marido, igual que Khuyen duda que pudiera serle agradable a los franceses. El poema también puede tener otra lectura complementaria de la anterior: Vietnam es la viuda de la dinastía Nguyen. No le sentaría bien casarse con el nuevo amo francés.

Otros poemas que hablan de mujeres son menos alegóricos y abordan la degradación de las costumbres tal y como la observaba Khuyen:

Tan bien enseñada está esta generación de chicas,

está decidida a entablar fiero combate con los franceses.

Ondean sus trajes de tres piezas como banderas,

tiran de sus faldas largas y se las anudan para el asalto.

Oh tierra y cielo, tened piedad de los diablos blancos.

En el mundo de las damas disfrutan del clímax.

Qué decepcionados y rechazados se sienten los hombres de los tiempos de antaño;

Qué bien enseñadas están las chicas listas de esta generación.”


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