Lo descubrí en los años setenta, siendo un chiquillo, cuando estrenaron “El Astronauta”, película española al uso, que contaba como un par de tipos bastante chiflados emulaban a la NASA para enviar una nave tripulada a Móstoles, que es más o menos donde llegaron. Lo recuerdo como padre de Torrente y con Servan, el kiosquero que vendía las chucherías en la misma plaza que el “bistrot” abría sus puertas, en “Cuéntame”; pero lo que siempre me llamó la atención de este formidable actor, es el carácter que demostraba en las entrevistas, en su vida real. Hizo un poco de todo en la vida y recibió el apoyo de sus compañeros de trabajo, entre los que parece ser, era muy querido. Duró noventa años e hizo reir a varias generaciones de españoles, tampoco se puede pedir mucho más. Descanse en paz.