En los últimos tiempos arrecian las críticas en todo el mundo y especialmente en Gran Bretaña contra este lacayo santurrón de la agresión imperialista neocon. No sólo por el crimen que fue la invasión de Irak y su apoyo sin fisuras a la política criminal de Bush llamada Cruzada Internacional contra el Terrorismo -en la que como es sabido, colaboró asimismo el expresidente español José María Aznar-, sino también por el alcance escandaloso de los oscuros negocios de este individuo, cuyo patrimonio crece en los últimos años a un ritmo vertiginoso.
A Tony Blair por cierto, se le acaba de "suicidar" hace unas semanas uno de los inspectores británicos de armamento que denunció sobre el terreno en su día la mentira de las famosas armas de destrucción masiva iraquíes, y que desde entonces apuntaba a Blair como uno de los responsables de la fabricación de falacias que pretendían hacer inevitable la guerra. Ya en los prolegómenos de aquél conflicto, al entonces primer ministro británico se le "suicidó" otro reputado experto en cuestiones armamentísticas que había dejado públicamente a Tony Blair como el embustero que es. Y es que el crimen de Estado en Gran Bretaña tiene una larga tradición, incluso desde mucho antes de que el médico de la familia real destripara una tras otra a un grupo de prostitutas de White Chapel por orden de su soberana la reina Victoria, allá por los finales del siglo XIX.
Los manifestantes de Dublín presagian que las firmas públicas del libro pueden convertirse para Tony Blair en un considerable viacrucis, en el que va a tener que verse retratado públicamente como quien es y no como él se presenta. Blair es lo suficientemente joven para augurarle que vivirá lo suficiente como para que llegue un día en el que habrá de sentarse en un banquillo judicial, británico o internacional, y tendrá que responder por sus nada presuntos crímenes. En ése sentido, A Journey, su libro, no es más que un pobre intento de difundir una versión de los hechos ajena a la realidad, una pieza de descargo que se pretende exculpatoria y que al parecer, si se lee bien, le deja como un sicario entusiasta de quien entonces era el Emperador del Mundo y su corte de bufones a sueldo, incluido un tal Aznar López, el mismo individuo que pretendió comprar la medalla del Congreso de EEUU con dinero público español entre otras hazañas de similar jaez.
El miércoles próximo, Blair repite presentación en una librería de Londres. Veremos cómo le va.