Yo, Mariló, de profesión pensionista y cotorra os voy a contar mi última aventura: Desde que escuché lo del “Códice Calistillo”, veía en el bloque electricistas usureros por todas partes. Por ello, me planteé destapar todo trapicheo existente. Empecé apostada tras la mirilla escudriñando la indumentaria de mis vecinos Al cabo de catorce horas sin descanso lo único que saqué en claro es que la que más clase tenía vistiendo era Verónica (del tercero)… pena que tenga novio. Buscando otra táctica, decidí volcarme en el espionaje de ventana, que es más entretenido: si no se da un porrazo un coche, increpan a un borracho o se me cae un tiesto cerca de la portera, que casi le da… y con la de pajaritos que tiene en la cabeza... Bueno, pues estando vigilante me di cuenta que el nuevo inquilino del segundo venía todos los días con un coche diferente, a cual mejor. Y me dije “seguro que es un banquero de la Gurtel o un político de las preferentes”. Como no tenía pruebas, a investigar. Le comenté eso mismo a Rosa, la del cuarto, que estaba más atenta al culo del muchacho y buscando devolverle las sonoras infidelidades “secretas” al marido que de mis pesquisas. Como no me ayudaba Rosa le pregunté entonces a Jacinto el del 3º izquierda, presidente de la comunidad y militar en reserva. Que siendo militar digo yo, tendría contactos de peso. Pero que si por las mañanas voy a ver las obras del rascacielos, que si luego doy de comer a las palomas… vergüenza le tenía que dar. Y yo, que seguía convencida que ese muchacho escondía algo gordo. Agotando alternativas, consulté a mi vecina de puerta, pitonisa a tiempo parcial en el primero que, aunque no acierta siempre, es muy maja. A través de sus cartas buscó algo anormal del bloque, previa petición, y se empecinó en que teníamos un fantasma en el ático. Que además había sido un galán. Tontunas de bruja. Sin más, tuve que lanzarme a la piscina, convencida de que ese chico tramaba lo más grande: telefoneé a la comisaría del barrio (paño sobre teléfono) y les comuniqué de manera anónima que en el 3º izquierda del 36 de Bermúdez, vivía un capo del cartel colombiano. Y mirad por donde, tanto atrevimiento, tuvo su recompensa. Horas después para disfrute de los vecinos, especialmente los trillizos del quinto, vinieron los GEOS y a liarla… parecía un maldito avispero. Metiéndose por todos los orificios de la vivienda, como en las películas del Chochineguer. Brutal. Como brutal fue que tras la mandanga, me hayan pasado a mí la factura del espectáculo, pues según dicen el chico trabaja en un taller para JAGUAR y la empresa le deja sacar los vehículos para comer. JA, y yo me lo creo. He dado con hueso duro… ni los GEOS se atreven. Todo corrupto, y yo con mi sueldo de pensionista a pagar el pato… y todo por llamarles desde casa.
Texto: Miguel Pereira Rodrigo
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