Seis películas en donde el también llamado Borderline es protagonista.
Inestabilidad emocional, reacciones extremas, impulsividad, relaciones interpersonales caóticas. Esas son algunas de las características más salientes del Trastorno límite de la personalidad (TLP), también llamado durante mucho tiempo borderline, por su designación en inglés.“Las personas con TLP se caracterizan por tener una gran dificultad para reconocer y manejar las propias emociones. Es así que las viven de manera extrema y cambiante. Pueden sentirse deprimidas por unas horas o días, a menudo en respuesta a una situación estresante, y luego eufóricas por haber vivido un evento positivo”, le explica a Clarín el neurocientífico Facundo Manes.Asimismo, “suelen tener reacciones intensas o inapropiadas de ira. En este sentido, otro rasgo de este trastorno tiene que ver con la falta de control de los impulsos, que se expresa a través de conductas riesgosas, como realizar gastos excesivos de dinero, tener atracones de comida, abusar de sustancias o, incluso, producirse lesiones e intentar suicidarse. Muchas veces, estas conductas aparecen como una necesidad de regular las emociones. También experimentan sentimientos crónicos de vacío. Son personas que sufren y es habitual que puedan provocar sufrimiento a su alrededor”, agrega Manes.
Pueden sentirse deprimidas por unas horas o días, a menudo en respuesta a una situación estresante, y luego eufóricas por haber vivido un evento positivo.
Esas características hacen que el tema sea muy atractivo para el cine, que en busca de darle al espectador algo distinto de la vida de todos los días, escarba con fruición todo aquello que se sale de la norma, de la seguridad, de lo previsible.Veamos algunas películas en las que el trastorno límite de la personalidad ocupa un lugar central. No es intención de esta nota cubrir por completo ese universo, sino sólo señalar algunos ejemplos.Un tranvía llamado deseo (1951)
No se trata de un recurso novedoso, desde los tiempos del cine mudo quienes sufren este trastorno pueblan la pantalla.Si hubiera que remontarse a un personaje representativo, por qué no la Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo. Aunque este personaje no nació en el cine sino en el teatro, prohijada por el dramaturgo sureño Tennessee WilliamsPero la pantalla la adoptó con éxito en la piel de Vivien Leigh, la célebre Scarlett O’Hara de Lo que el viento se llevó. Blanche es un catálogo de extremos. No tiene un peso y sin embargo desparrama aires aristocráticos. Intenta apagar la soledad de su viudez con infinidad de relaciones ocasionales y no resiste la tentación de hacerlo con uno de sus alumnos.Sin embargo es una persona sumamente insegura, aterrada entre otras cosas por la pérdida de su belleza. Su famosa frase final, “Siempre dependí de la amabilidad de los demás”, expresa con rotundidad la dependencia de los otros que caracteriza a quienes padecen TLP.Play Misty for Me (1971)
El thriller, género habitado por luces y sombras, conductas imprevisibles y pasiones extremas, siempre recibió con los brazos abiertos las manifestaciones border. En Play Misty for Me, ópera prima de Clint Eastwood que en Argentina se conoció como Obsesión mortal, el propio Eastwood hace de un dj de radio que entre el volumen de correspondencia que le llega todos los días, recibe el insistente pedido de un tema (el Misty del título). Lo complace y recibe la visita de la oyente y admiradora. No duda en llevarla a su casa, con la intención de pasar la noche y “si te he visto no me acuerdo”. Sintiéndose usada, ella buscará venganza.Play Misty for Me es, claramente, fuente “de inspiración” para los guionistas de Atracción fatal, que trabaja sobre el mismo esquema. Con la diferencia de que el personaje de Michael Douglas es, a diferencia del de Eastwood, un señor casado y con una familia.Hay una diferencia más profunda: Eastwood siempre fue consciente de que su personaje de alguna manera merecía el castigo, ya que había sacado provecho de la condición de fan de su némesis, sin tener en cuenta sus sentimientos. Por ese motivo Play Misty for Me está narrada desde ambos puntos de vista, mostrando al dj como alguien que no se hace cargo de su responsabilidad y a su victimaria como una chica desesperada. Esto no sucede en Atracción fatal, donde el personaje de Glenn Close está tan loco, y es tan peligroso --sentimientos extremos, psiquis en blanco y negro, reacción por impulso, armas-- como para convertir en víctima al “héroe”. Y ya se sabe que no hay nada mejor que hacer de alguien una víctima, para que cuando devenga victimario su crimen esté justificado. Pasa incluso en las relaciones entre países.
Son personas que sufren y es habitual que puedan provocar sufrimiento a su alrededor
La mujer de la próxima puerta (1981)
“No pueden vivir ni juntos ni separados”, dice una vecina refiriéndose a la pareja protagónica de La mujer de la próxima puerta, notable melodrama de François Truffaut, y esa doble negación habla tanto de la neurosis de ambos como del género de la película, que es el de los amores imposibles.La curiosidad de este film es que no hay en él una personalidad límite, sino dos. Tiempo atrás, Bernard (Gérard Depardieu) y Mathilde (Fanny Ardant) vivieron un amor arrebatador, que finalizó. Ahora se reencuentran por casualidad (¿o será el destino, que teje los hilos del melodrama y la tragedia?), ambos casados y vecinos de la otra cuadra en una ciudad pequeña. Intentan resistir pero el amor es más fuerte, como dirían en Tango feroz: reinician la relación. Ante la imposibilidad de evitar la repetición, él hace un escándalo memorable, confesando públicamente la situación. Ella sufre un colapso y es internada. Pero no hay solución, como ya anticipó la vecina. Los sentimientos son tan fuertes en esta película, que al primer beso que Bernard le da a Mathilde tras el reencuentro, ella se desmaya.Betty Blue (1987)
Otro melodrama, también francés. Pero más “modernito”: Betty Blue. Betty, una chica sumamente sexy (Béatrice Dalle) vive desde hace una semana con Zorg, que trabaja en tareas de mantenimiento. El dueño de las cabañas para el que trabaja Zorg le encarga que las pinte. Son 500. Zorg acepta porque necesita la plata, pero sin la ayuda de Betty no puede hacerlo. Cuando se entera del arreglo la chica enfurece, y en lugar de pintar las cabañas le embadurna el auto al jefe con un chorro de pintura. Poco más tarde Betty lee un manuscrito literario de Zorg, que le parece genial: ama a su novio más que nunca, lo llena de besos.Días más tarde, después de una agresión del jefe a Zorg, Betty le prende fuego a la cabaña donde vivían y parte con él a París. A partir de allí, ella será dos personas: una dedicada, obsesiva y animada; otra agresiva, destructiva y descontrolada. Luego vendrán las depresiones y más tarde las alucinaciones auditivas, además de una gravísima autolesión. Éste último síntoma, que es común en quienes padecen TLP, no aparece con tanta frecuencia en cine.
Contra viento y marea (1996)
En 1996 el danés Lars Von Trier produjo su película más popular, Contra viento y marea, cuya protagonista, Bess (Emily Watson) vive en una comunidad rural escocesa. Alejada y fuertemente atada a mandatos religiosos. De hecho, para poder casarse debe solicitar permiso al consejo eclesiástico. Éste da su autorización y Bess contrae matrimonio con Jan, un trabajador petrolero.El día de la boda, el helicóptero que debe traerlo (trabaja en una plataforma en medio del Mar del Norte) se retrasa tanto que la novia cree que quedará en el atrio para siempre. Finalmente el novio llega, pero Bess descarga su furia llenándolo de golpes. Calmada, durante la fiesta se muestra loca de alegría. Pero Jan debe volver a su plataforma y Bess no soporta la distancia. De allí en más sobreviene primero la desgracia y luego la perversidad, impuesta por un realizador que nunca la ahorra. Contra viento y marea es uno de esos casos en los que uno se pregunta si su protagonista padece de determinado trastorno, o si son el ambiente que la rodea y las circunstancias que debe atravesar los que están trastornados.
Inocencia interrumpida (2000)
De todas las películas que se citan en esta nota, Inocencia interrumpida es la más específicamente abocada a lidiar con el trastorno límite. Hasta el punto de que le pone nombre y apellido al disturbio: la protagonista, una chica llamada Susanna (Winona Ryder) sufre, de acuerdo al diagnóstico de un psiquiatra, de trastorno límite de la personalidad.Aun reconociendo que la historia (que se basa en las memorias de Susanna Kaysen) transcurre en los años 60, la clínica en la que es internada Susanna tras varios choques familiares parece más del siglo XIX que del siglo pasado. Como en las películas de cárcel, hay desconfianza, hostilidad, rivalidad y agresión entre las internas, y castigos por parte del personal. En medio de un desfile de distintos cuadros mentales, Susanna traba amistad con dos compañeras, una de ellas interpretada por Angelina Jolie. Un detalle interesante es que Susanna se cuestiona si ella es TLP o no. Cabe también al espectador preguntárselo, como en el caso anterior. Más allá de la voluntad del orden médico por asignar a cada sujeto un cuadro preciso y terminado, en la realidad las cosas suelen ser mucho más confusas. Hasta el punto de que la duda podría extenderse a los protagonistas de todas las películas mencionadas en esta nota.
La HeridaLos grandes imperios de la Historia concebían a las personas de fuera de sus fronteras, a los no ciudadanos, como bárbaros. Estos carecían de las cualidades innatas que al parecer poseían los que nacían dentro del imperio. Para unos era la civilización, el dios verdadero, las superioridad moral y el poderío de explotación material y humana, frente a aquellos que por no ser dueños, no lo eran ni de su propia vida. Hubo que esperar unos siglos para tomar la lupa y empezar a ver a esos bárbaros de otra manera. Surgió la antropología (aunque antes hubo muchos ejemplos de empatía), y esos seres despeinados y brutos se convirtieron en personas.Sin dejar la lupa a un lado y como si de los galos de la aldea de Astérix y Obélix se tratara, trabajos como La herida, de Fernando Franco, sobreviven al asalto (poner detrás el adjetivo que se quiera: estético, económico…) sin oponerse a nada ni a nadie, sino apostando por realizar otro tipo de cine.El paso al largometraje del montador Fernando Franco supone visibilizar, de nuevo, que algo ocurre desde hace tiempo en el audiovisual español. Que existen otros modos, maneras, temas, y que el concepto de cine, por si alguien no lo sabía, se ha vuelto flexible y multiforme. Es lo que tienen las épocas de cambios…Esta demostración llegó de la mano del Festival de San Sebastián, donde La herida se llevó el Premio Especial del Jurado y Concha de Oro a la Mejor Actriz (Marian Álvarez).Resulta difícil hacer una buena sinopsis de esta cinta. La oficial, en la página web del director, dice esto: “Ana tiene 28 años. Padece lo que los psiquiatras denominan Trastorno Límite de la Personalidad. Pero ella no lo sabe”. Estas dos líneas son ciertas, pero las ramificaciones de este personaje y del propio filme son amplias. Ana es la película y la película es Ana. La protagonista es incapaz de mantener una estabilidad emocional. Sus relaciones, ya sea con sus padres separados o con su novio, fluctúan entre la tensa calma y el arrebato. En su trabajo (es conductora y asistente de las ambulancias que trasladan enfermos para rehabilitación) parece reinar un cierto equilibrio, aunque de una forma frágil. Su reducto, el de la sinceridad y la amistad, se encuentra de manera virtual entre las líneas de un chat.El argumento es complejo y peligroso, ya que puede caer en reiterados tópicos, pero el director sevillano solventa bien el ritmo de la historia y desgrana con cruda precisión cada aspecto de su protagonista. Ayuda el seguimiento casi asfixiante que la cámara hace a Ana, a través del plano secuencia, capaz de transmitir su sufrimiento y desasosiego. De esta manera, el espectador se encuentra como partícipe pasivo de sus idas y venidas emocionales, de su uso y abuso de alcohol y drogas, de su incomunicación, de su soledad o de escenas sexuales profundamente sórdidas.La digestión de todo esto resulta pesada. Incluso llega a empachar porque desde nuestra butaca también sufrimos la indiferencia que los demás personajes brindan a Ana. Y son estos temas: la soledad, la incomunicación (ya presente en el corto del director, Mensajes de Voz), la inestabilidad emocional, el papel de las nuevas tecnologías…, los que también nos interpelan, quedando grabados en nuestra retina. Todo lo anterior también se podría aplicar al estudio de nuestra propia sociedad, que fuera de trastornos puntuales, se debate en una ciclotimia difícil de tratar.El envite de este joven y talentoso bárbaro llamado Fernando Franco se suma al de otros del audiovisual español: Albert Serra, Isaki Lacuesta, Los Hijos… capaces de proponer formas nuevas frente al silente y ordenado imperio (aquí sustituyan esta metáfora por uno o varios nombres comunes o propios). Todavía hay muchos que, en el mejor de los casos, desconocen a estos bárbaros y, en el peor, desprecian este cine sin llegar siquiera a verlo. Menos mal que nos queda la empatía.
Tratamientos
“Existen diferentes tratamientos que pueden ayudar a las personas con TLP. Se destacan las terapias centradas en la regulación emocional. Además, hay alternativas farmacológicas útiles para el manejo de algunos síntomas, como la inestabilidad anímica, la impulsividad o la depresión”, cierra Manes.Fuente: clarinhttp://elmundotlp.blogspot.com/es