Aunque pueda resultarnos extraño, existe un pequeño porcentaje de personas que experimentan una imperiosa necesidad de ser cuidados por los demás. De esta forma, adoptar el papel de enfermo y requerir las atenciones de los otros (generalmente médicos, enfermeros…) llega a convertirse casi en un modo de vida. Hablamos de los llamados trastornos facticios, un problema aún incomprensible para muchos psicólogos y psiquiatras.
Bien es cierto que a todos nos gusta que nos mimen, nos cuiden o nos presten atención, sobre todo si estamos pachuchos o si nos encontramos mal por alguna razón. Esto es algo completamente normal. Sin embargo, las personas que presentan este trastorno van un paso más allá, pues son ellas mismas las que se autoinfligen lesiones o daños con el principal objetivo de requerir atenciones. Así, acuden de hospital en hospital para ser tratados de sus dolencias, cambiando de uno a otro cuando son descubiertos por los indignados médicos (muchos de los cuales no llegan a derivarlos a ningún especialista en salud mental por desconocimiento de la enfermedad).
Se han distinguido tres subtipos de trastorno facticio, según la sintomatología existente. Hablamos pues de aquel en el que aparecen únicamente síntomas psicológicos (manifestando los pacientes problemas como depresión, ideación suicida, delirios, amnesia…); otro en el que hay un predominio de síntomas físicos, conocido como Síndrome de Munchausen (con heridas autoprovocadas, inyección de materias fecales, ingestión de anticoagulantes…), y finalmente un último que combinaría los anteriores.
A ciencia cierta no se conocen las causas de este trastorno, aunque varias hipótesis apuntan a graves trastornos de la personalidad de fondo. La producción de síntomas es algo consciente y deliberado, aunque se apunta a que la motivación para ello es más bien inconsciente y desconocida por la persona, como si se tratase de un impulso irrefrenable. Otros datos señalan un posible resentimiento previo contra ciertas instituciones médicas, tratándose de una especie de venganza contra ellos. En cualquier caso, parece ser que el hecho de ser el centro de atención y los cuidados estaría teniendo una especial relevancia.
Finalmente, señalar un par de apuntes. Es importante distinguir un trastorno facticio de la denominada “simulación”, puesto que mientras que en el primero no existe ninguna razón aparente o tangible para asumir el rol de enfermo, en el segundo caso sí que existiría un motivo más lógico y/o material (obtener un beneficio económico, evadirse de responsabilidades laborales…).
Por otro lado, también se ha apuntado la existencia del llamado “trastorno facticio por poderes”, en el cual una persona provoca los síntomas a otra con el fin de obtener las supuestas ventajas de ser atendida. Es el caso de las madres que, por ejemplo, hacen tragar chinchetas a sus hijos, les inyectan todo tipo de sustancias o les causan heridas.
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