Revista Cultura y Ocio
"La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz" sentenciaba acertadamente Jorge Luis Borges. Todos sabemos que no hay nada más contraproducente que obligar a leer a quienes no tienen el hábito. Aun así, padres, profesores y educadores –entre otros- intentan aleccionarnos sobre los beneficios de la lectura. Existe también esa clase de personas que viven apasionadas por las letras, que se vanaglorian de su devoción e intentan contagiárnosla. Y no olvidemos las extensas listas que aparecen en revistas, blogs y webs sobre las maravillas que almacenan los libros. Sin embargo, nadie dice que NO HAY QUE LEER y lo cierto es que existen tres razones básicas para no hacerlo.
NO LEAS, si no necesitas enriquecer tu competencia comunicativa.
El lenguaje es el vehículo mediante el cual expresamos nuestro pensamiento, es el más poderoso medio de relación interpersonal. Aunque la lectura es uno de los mejores recursos que existen para desarrollarlo y enriquecerlo, si para ti no es importante expresar con precisión lo que piensas NO LEAS.
NO LEAS, si no quieres ampliar horizontes.
Una manera de ponerse en contacto con lugares, gentes y costumbres lejanas, en el tiempo o en el espacio, es a través de la lectura pero si no te estimula o satisface adquirir conocimientos sobre otras culturas distintas a la tuya, que puedan potenciar tu capacidad de juicio y espíritu crítico, NO LEAS.
NO LEAS, si no te gusta sentirte diferente a los demás.
Si lees en tu tiempo libre te van a mirar mal porque la lectura es una extraña forma de diversión. Además, es posible que te invada un poderoso deseo de estar en soledad para hacerlo. Si te aficionas a la lectura casi siempre cargarás con un libro y te reirás, llorarás, negarás, asentirás, gesticularás e incluso hablarás con él. Respirarás el olor de sus páginas, lo acariciarás, subrayarás pasajes que parecen estar escritos por o para ti. Acabarás amándolos. Cada vez querrás tener más, los amontonarás y te fastidiará prestarlos por si se pierden. Acudirás a ellos en busca de aquella cita que describe a la perfección lo que necesitas expresar. La reescribirás con tus propias palabras, empezarás a jugar con ellas y tal vez hasta te atrevas a componer un relato o un poema. Si la experiencia te resulta gratificante corres el riesgo de que se convierta en un acto reiterativo y lo que es aún peor: terminarás amando también la escritura. NO, si no quieres sentir todas esas emociones extravagantes, NO LEAS.