Revista Cultura y Ocio
Nunca es inútil combatir la maldad, escupe entre dientes esta especie de Philip Marlowe -con una Cruz de Hierro al mérito en su currículo- que es Bernie Gunther.
A este ex-poli de la Kripo siempre le recuerdan, ¡maldita sea!, que una vez, hace años, resolvió él solito el caso de un estrangulador llamado Gormann. Y eso ya le cansa al quemado, por las cosas de la vida y del amor, Bernie. Pero el otrora guripa dejó la policía alemana el día en que se dio cuenta de que en una báscula pesaba más el corazón frío de una sola cucaracha de detrás del lavadero de la cocina que el de la mayor parte de sus jefes y compañeros nacionalsocialistas de la Kripo.
Y ahora el humo de un cigarrillo serpentea sobre sus dedos mientras un poderoso industrial alemán le encarga recuperar un collar de diamantes y que investigue, de paso, quién ha asesinado a su hija. Ya sabéis, lo normal, la jornada rutinaria para un tipo que viste gabardina en primavera y que tiene una secretaria de ceñidísimas curvas que son aconsejables tomar en segunda. Eso que le pasa siempre a los tipos duros pero tiernos que se visten por los pies, tienen los nudillos cuarteados de dar golpes a las barbillas de acero de los gorilas y además escuchan bebop mientras se restriegan las cicatrices con vasos mediados de whisky sin hielo... porque una novela negra es sólo eso: un juego, un jeroglífico, una labor de desbroce que se lleva a cabo con la finalidad de ordenar un poco una trama sinuosa dada, generalmente muy rosa y muy mortal. Un poco de sexo, otro poco de amor fou, algunas balas y muchas palabras.
Además, si os fijáis bien, el género noir es siempre un género inconcluso: siempre hay alguien a punto de... ( a punto de morirse, a punto de matar, a punto de traicionar a alguien, a punto de acostarse con una mujer, a punto de resolver un enigma...)
Como la vida misma, vamos.
Pues eso, que entre nazis, repúblicas de Weimar, cristales rotos, estrellas de David y muchachas adolescentes rubias y de ojos azules de doce años que se evaporan en el trayecto del gimnasio a casa de sus padres, se mueve Bernie el de la Cruz de Hierro. Sí, hombre, el mismo que hace años atrapó él solito a un peligroso estrangulador que... Irónico, socarrón, divertido, cornudo, apaleado, desencantado, mujeriego... como todos los detectives y protagonistas de estas cosas del Noir que en el mundo han sido, son y serán desde que Hammett le puso la gabardina a Spade una tarde lluviosa de marzo y lo envió a resolver crucigramas de doce letras en la columna tres horizontal( H-A-L-C-Ó-N M-A-L-T-É-S). O sea, lo de siempre pero bien; lo que ya venía en la etiqueta de los antiguos aliños de los brebajes que vendían Chester Himes, Gardner y Cain, muñeca, ahora nuevamente agitados en la coctelera con 3/4 más de Himmler y una rodaja , nena, que me pierdes, de zumo de sangre aria recién exprimida del árbol de Dachau... el viejo blues de las aceras ensangrentadas de Chicago se ha convertido en un abracadabra en este cabaret de la humeante y loca Alemania post- Versalles y su oscura semilla abierta de podredumbre, odio y uniformes. Money, money, money... Money makes the world go around,The world go around,The world go around,Money makes the world go around,Of that we can be sure.(....) on being poor.
Bernie, como alumno aventajado del doctorado de las alcantarillas que es, ya sabe que la novela negra comienza justo cuando se pone el sol en los corazones de las mujeres, sobre los muelles y en los bares... cuando del interior de las casas se asoman en sospechoso silencio hombres con maletas marrones que esquivan la luz en penumbra de las farolas y se pegan demasiado a las paredes para que nadie los vea. Es entonces cuando comienza a oírse el jazz de las navajas oxidadas, el swing de los cuellos rotos y suenan acordes que siempre acaban en bang. Mein Herr. Los forenses brindan a la luz de la luna con ginebra de garrafón con el cadáver caliente todavía sin grapar y las inocentes vírgenes se ponen sus mejores ligas y se rocían la vagina de perfume barato y mentiras. Der tod.
Philip Kerr- el creador de Bernie, el poli de la Kripo que un día resolvió él solo el caso de un estrangulador de jovencitas que...- es un tipo de una agradable y rutinaria habilidad narrativa. Un escritor de género que sigue a rajatabla el itinerario marcado por el manual clásico de la serie negra y que no se sale apenas un milímetro de sus márgenes. Su "Trilogía Berlinesa" o "Berlin Noir"( compuesta por las novelas "Violetas de Marzo", "Pálido Criminal" y "Réquiem Alemán") es tan absorbente como convencional, sin que esto suponga un handicap o una contradictio in terminis. Para el lector que se haya asomado a más de media docena de clásicos de la novela de crimen y enigmas, "Trilogía Berlinesa" no supone ningún tipo de sorprendente hallazgo o conmoción literaria alguna. Kerr se limita a construir su Berlín de entreguerras sobre el firme andamiaje de los clichés de los originarios clásicos norteamericanos. Su virtud como narrador radica en, parafraseando a Pessoa, ser conciso y captar el interés del lector. La cualidad escurridiza de lo ameno. Ese gozo acomodado que proporciona la costumbre.
"Trilogía Berlinesa", aunque no invente nada nuevo, posee esos requisitos lúdicos imprescindibles para no agotar al lector antes de tiempo en este juego de espejos deformantes y reflejos distorsionados que es la novela negra.
Y le empezaron a temblar los labios como si acabara de mascar cristales rotos...
Pues eso. Justo eso.
Saludos Noir de Jim.