Revista Sociedad
Las relaciones internacionales se han hecho demasiado complicadas para el Estado-nación. Ahora el marco conceptual es, como poco, el regional. Lo que está de moda es buscar vecinos con los que tengas afinidades y crear asociaciones y organizaciones. Son tantas las que se han creado los últimos años que hasta a mí, que es un tema que sigo porque siempre aparece en los crucigramas (3 vertical: siglas de la organización internacional de países con minorías de cristianos nestorianos que practican la circuncisión a dentelladas), se me escapan. Así me ha sucedido que con tres años de retraso he venido a enterarme que existe un Consejo de Cooperación de los Estados Turcófonos (CCTS, según sus siglas en inglés).
La idea del Consejo arranca de una cumbre que se celebró en Turquía en 1992 bajo el entonces Presidente Turgut Ozal, al que le ponía cachondo el recuerdo de las glorias otomanas. El momento, desde luego, se prestaba: se había roto la URSSy acababan de surgir una serie de repúblicas cuyos idiomas oficiales estaban emparentados con el turco.
Las cumbres fueron sucediéndose con regularidad, hasta que llegó un momento en el que supieron a poco. En la cumbre que se celebró en Najichevan (Azerbaiyán) en 2009, se acordó la creación del CCTS por parte de Azerbaiyán, Kazajstán, Kirguistán y Turquía. Sus objetivos son promover la cooperación entre los Estados turcófonos y contribuir a la paz y la estabilidad en la región y en el mundo, todo ello reconociendo los principios y fines de la Carta de las NNUU. En fin, el blablablá habitual cuando se crea una organización internacional. Y como de costumbre lo más interesante no se pone por escrito: que también se trata de contrarrestar el inmenso peso geopolítico de Rusia y China en Asia Central.