Tal vez te has dado cuenta y ya lo sabes, o tal vez no. Lo que es seguro es que a menudo intentas solucionar algo o cambiar algo a base de voluntad. Decides algo y lo haces porque quieres hacerlo, o porque una vocecita en tu cabeza insiste en que quieres hacerlo.
Sea como sea y de forma temporalmente variable, después de unas pocas horas o incluso algunos meses o años, la voluntad se agota, el cambio se va al traste, vuelves a tus viejas costumbres. En fin, fracasas. Y te sientes culpable.
Tienes dos opciones
1. Repetir el mismo ciclo
Sí, esa misma secuencia que acabamos de repasar. Después de un buen descanso –estás hecho polvo de tanto vivir a base de voluntad y de rechazar lo que es– y de castigarte durante un tiempo a base de autocrítica, vergüenza y culpa, te pones manos a la obra.
Tu voluntad se ha recuperado, vuelve a estar más o menos en condiciones, analizas la situación, planeas la “nueva” estrategia –de nueva no tiene nada, porque estás haciendo lo mismo de siempre, aunque de otra manera–, lo tienes todo controlado y fuerzas el cambio, porque tú quieres.
Tarde o temprano, te la vuelves a pegar.
Y vuelves a empezar –frustración, culpa, vergüenza, autocastigo, depresión, dejadez, descanso forzado involuntario, motivación inconsistente, análisis, planificación, control, voluntad…
2. Aceptar que no van por ahí los tiros
Darte cuenta de una vez que no puedes cambiar tu vida, cambiarte, a tu antojo, a base de fuerza de voluntad.
Algo, alguien, es más fuerte que ella, o más resistente. No responde a lógica ni razón. Si no, tu enorme capacidad intelectual, tus habilidades de planificación y control, serían suficiente, pero no lo son, ni ahora ni nunca.
Entonces, descubres que ese no es el camino, y empiezas a plantearte otros. Se despierta cierta curiosidad en ti por conocerte más y mejor, a un nivel más profundo, y te topas con una idea indispensable, la aceptación radical –gracias, Félix.
Desde esa aceptación, y no desde el rechazo constante, las posibilidades se multiplican, y la voluntad empieza a utilizarse con cuentagotas en el momento y el lugar que realmente existen, el aquí y el ahora.
PD: El Félix al que doy las gracias es el tipo con el que hablo en este vídeo, “El comportamiento no se puede cambiar”.