Cuando se plantea una historia alternativa que "quita" algo estamos obligados a pensar en qué es lo que aporta a nuestra historia la existencia de ese algo. En este caso tendríamos que preguntarnos en qué influyó el islam en la historia real. Sin embargo hay un atajo que aun complicando más las historias alternativas yo creo que las hace más interesantes. Es lo que hace Stanley Robinson en Tiempos de arroz y sal: en ese libro no "quita" simplemente el cristianismo sino que pasa a ser un remanente residual en una Europa prácticamente vacía de población.
En nuestra historia alternativa yo tampoco haría desaparecer simplemente el islam, creo que sería más interesante que permaneciera de forma residual. Al fin y al cabo en la Arabia del siglo VIII se daban condiciones propicias para un sincretismo religioso por la influencia y mestizaje del crsitianismo y de las religiones preislámicas. Nuestro "quitar el islam" lo sustituimos entonces por un "el islam no es una fuerza unificadora". Es decir, en nuestra historia podrá predicar Mahoma todo lo que quiera y existir el islam pero este no se desarrollará ni se expandirá.
La influencia territorial del islam en el mundo real no va mucho más allá de la que tenía a comienzos del siglo IX —quitando su expansión hacia el golfo de Guinea y hacia los grandes archipiélagos de la región indomalaya (debidos a la conquista mongola de China mucho después del primer califato). En nuestra historia alternativa el islam será el conjunto de sectas irreconocibles entre sí que en realidad es, pero quedará fijado en el occidente de la península Arábiga, en la región histórica de Hedjaz o Hiyaz. Quién sabe si como religión minoritaria ante la presión tectónica del cristianismo bizantino y del zoroastrismo persa este islam engendrará un sentimiento de resistencia e incluso un mayor mestizaje. No sería demasiado extraño que en este mundo alternativo el islam acabara siendo considerado prácticamente una secta cristiana o una derivación del judaísmo mesiánico. Mi idea es que para el resto del mundo su importancia e influencia no vayan más allá del cristianismo no calcedoniano.
Funeral zoroastra en Chicago (Zaratustra, detrás, me recuerda a alguien). (Imagen de Sally Ryan).
Quitado el islam del medio de Oriente Medio lo interesante es ver qué pasaría con el choque entre sasánidas y bizantinos. En la tercera década del siglo VII el choque entre los dos imperios estaba en su punto culminante. Con la alianza que los persas forjaron con los bárbaros de los Balcanes —búlgaros, ávaros, turcos oghuzes que venían de Crimea y la Transoxiana— se logró poner sitio a Bizancio. Las murallas resistieron y las tornas de aquella guerra mundial cambiaron completamente: el ejército bizantino persiguió a las huestes persas por los desiertos de Siria y siguiendo el curso del Tigris llegó a amenazar la capital persa (cerca de la actual Bagdad). El emperador Cosroes sufrió un golpe de estado y el nuevo emperador (hijo del anterior) firmó rápidamente la paz. El victorioso Heraclio tomó para sí el título persa de Rey de Reyes y empezó también a utilizar el de Basileus. Heraclio devolvió la gloria a Bizancio.Heraclio devuelve la Vera Cruz a Jerusalén.
Lo que ocurrió en la historia real fue que a partir de esta gran guerra ambos imperios quedaron muy debilitados frente a los muchachitos de la cimitarra y el turbante. No sólo el número de muertes, las carencias y la destrucción de infraestructuras propiciaron el rápido éxito del islam, sino que la guerra deja un resquemor por los altos impuestos que fue aprovechado por los primeros califas (la mitad de la expansión islámica no fue militar, sino de cambio rápido de lealtades de gobernadores persas y bizantinos).En nuestra historia alternativa el imperio persa queda debilitado frente a las incursiones bárbaras de la confederación Heftalita —algún día habrá que estudiar los parecidos razonables entre los nómadas turcomanos y los nómadas nativos americanos o incluso esquimales—, como ocurrió en los siglos IV y V en el Imperio Romano de Occidente, podemos pensar que una Persia débil pudo verse obligada a pactar el asentamiento en sus fronteras o acuerdos de vasallaje —foederati— de estas tribus que por aquella época pululaban por las actuales Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán. Algunas de estas tribus lo tendrían más sencillo para instalarse con buen asiento en el imperio persa ya que también eran persas, otras crearían mayor conflicto pues aunque por las monedas empleadas sabemos que conocían el griego —¿recordáis a cierto macedonio que conquistó Eurasia?—, se tratarían de pueblos turcos dados a la beligerancia (una beligerancia que en la historia real significó la aparición el Imperio Otomano).
Como sucedió con el Imperio Romano, la cesión de tierras correspondería a las más complicadas de defender, las más pobres o a la frontera expuesta. Si yo fuera emperador sasánida procuraría ubicar a los correosos turcos en el desierto Sirio y en Anatolia oriental (cosa que en la historia real hicieron los selyúcidas trescientos años después). Cualquier nuevo conflicto con los bizantinos pasaría antes por la domesticación de los pueblos bárbaros en la frontera. Estos nuevos pequeños reinos podrían cambiar sus lealtades con el paso del tiempo. Y aquí entra nuevamente la religión.
Templo de fuego en Shriaz, Irán. El palomo es Ahura Mazda.
La Persia zoroastra no tenía excesivo interés en convertir a los pueblos vecinos a su religión. El imperio comprendía desde los cristianos de Siria hasta los budistas del Baluchistán y en su interior existían numerosas sectas y religiones de no poca importancia. Todo esto es más gracioso si añadimos que el imperio tenía religión oficial y que la libertad religiosa no se inventaría hasta los tiempos de Carlos V en Europa.Por su parte los cristianos siempre tuvieron la cosa esa de universalizar la religión, evangelizar, y el Imperio Bizantino era un imperio extremadamente religioso, herencia de la costumbre romana (cuando un presidente romano de la Xunta inauguraba un pantano tenía que hacer un sacrificio). Es más probable que los turcos de Siria se convirtieran al cristianismo a que conservaran su religión o se convirtieran al zoroastrismo. Esto tampoco significa que al compartir la religión todo el mundo vaya a ser amiguito, ni mucho menos: hay una cosa que lo demuestra. Se llama historia.
Alfabeto copto.
Entonces tenemos a lo que son las actuales Siria, Irak, este de Turquía y el Caúcaso formando varios reinos de turcos cristianos que hablan griego, turco, persa, arameo, etc. Al no expandirse el islam, el árabe no se normaliza en un idioma unificado ni se expande con la liturgia y las copias del Corán. En la Palestina romana se seguirá empleando el arameo y el hebreo. En los puertos egipcios sería frecuente todavía el copto, facilitando el contacto con Etiopía y quién sabe si una expansión bizantina hacia el cuerno de África.Sin islam el norte de África occidental continuaría bajo el área de influencia visigoda, la invasión musulmana a Europa no tiene lugar, el Imperio Carolingio no forma la Marca Hispánica y Portugal jamás existirá. La historia del centro y norte de Europa será bastante parecida a la real, tan sólo con la frontera oriental asegurada, quién sabe si los bizantinos podrían expandirse por los complicados y belicosos Balcanes y llegar a asegurar los puertos comerciales de Crimea y Azov.
Soldaia, fortaleza genovesa en la actual Ucrania.
Sin islam podríamos tener Imperio Otomano igualmente sólo que sería un Imperio Otomano cristiano. Claro que esto ya es complicado de defender pues el ascenso de los otomanos tiene mucho que ver con la caída de una debilitada Bizancio. Y aquella Bizancio estaba debilitada por la pujanza de Venecia y Génova. Sin embargo, un Imperio Bizantino que controla los Balcanes —la costa iliria, principalmente— pondría en apuros a la República de Venecia, y un Imperio Bizantino que controla la península de Crimea pondría en apuros a la República de Génova.¿Tiene sentido pensar que el Imperio Bizantino mantendría el peso que mantuvo el otomano a partir del siglo XV? Cuanto más nos alejamos del punto de divergencia más imaginativos hay que ser. Yo supongo que al no existir un reino tapón de infieles que cortara la ruta de la seda el comercio continuaría sin necesidad de que España buscara ua ruta alternativa por el occidente. Al mismo tiempo es importante señalar que las Cruzadas no tendrían mucho sentido si se mantiene cierta unión de la Pentarquía cristiana. Mucho me temo que, en ausencia de un enemigo común, la tensión entre el occidente latino y el oriente griego provocaran una competencia y un cisma que puede a su vez llevar a una especie de Cruzadas no contra el infiel sino contra el hereje. A Inocencio III no le tembló la voz al llamar a los buenos cristianos a una Santa Cruzada contra los malvados cátaros. No sé, también hay que tener en cuenta que se odia más al pequeño enemigo que tienes cerca que al gran enemigo que tienes lejos.
Bueno, a veces los cruzados eran un ejército de mercenarios a sueldo de Venecia para acabar con el comercio bizantino.
Por lo demás, sin Cruzadas en Palestina y Egipto puede que no hubiera Peste Negra. Y sin la caída de Bizancio en manos de infieles las condiciones que propiciaron el Renacimiento en Italia puede que no se dieran. Es dificil especular, como digo, según avanzan los siglos. En la época del Imperialismo no me cabe duda de que las grandes potencias europeas tratarían de sacar partido del proyecto del Canal de Suez, pero insisto, los renglones se tuercen cada vez más según nos alejamos del punto de divergencia. Queda en manos del lector fantasear con su propia versión de esta historia alternativa.