Revista Opinión

Uganda, un país joven con un líder anciano

Publicado el 16 agosto 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Aunque no está exenta de problemas —como la guerrilla fundamentalista cristiana que asola el norte del país, las desigualdades económicas, la falta de servicios públicos o la corrupción—, Uganda es en la actualidad uno de los países más seguros y prósperos de su entorno. No obstante, esto no siempre fue así: en los años setenta y ochenta numerosos ugandeses buscaron asilo en otros países a causa de la violencia política, los numerosos golpes de Estado y las guerrillas que se disputaban el poder. El actual presidente, Yoweri Museveni ha sido un actor fundamental en la política del país en las últimos cuatro décadas.

La pax musevenica

Uganda obtuvo la independencia del Reino Unido en 1962. Los primeros años de vida política del país estuvieron protagonizados por el primer ministro Milton Obote y el comandante Idi Amin: envueltos en varios casos de corrupción, dieron un golpe de Estado constitucional en 1965, aunque posteriormente se enfrentarían entre sí. Amin tomaría el poder por las armas en 1971 y se convirtió en un dictador militar. Durante su mandato, definido como “terrorismo de Estado”, se produjeron numerosas purgas en el Ejército, la Policía y la Administración, así como asesinatos según criterios étnicos y expulsiones en masa de extranjeros. Cientos de miles de ugandeses perdieron sus vidas durante sus ocho años de Gobierno. Mientras tanto, los partidarios de Obote se refugiaron en Tanzania, desde donde organizaron ataques contra objetivos cercanos a Amin, quien decidió declarar la guerra al país vecino e intentar invadirlo, sin éxito. En 1979 Uganda fue ocupada por las tropas tanzanas y las elecciones dieron como ganador a Obote. En ese momento, Museveni entraría en escena.

Uganda, un país joven con un líder anciano
Mapa de Uganda. Fuente: Wikipedia.

Yoweri Museveni nació en 1944 en Ankole, una región ganadera del suroeste de Uganda. Estudió en Tanzania y estuvo activamente involucrado en la política estudiantil, donde hizo gala de sus ideales anticolonialistas y panafricanos. Fundó el Frente para la Salvación Nacional, uno de los numerosos grupos rebeldes que desde Tanzania lucharon contra Amin, y posteriormente se convirtió en comandante de las milicias del Frente para la Liberación Nacional de Uganda. Cuando Amin fue derrocado y Obote elegido presidente, Museveni denunció un fraude electoral e inició una insurgencia armada en forma de guerra de guerrillas. El conflicto civil duraría cinco años, durante los cuales se calcula que murió medio millón de personas. Finalmente, el Movimiento de Resistencia Nacional (MRN) se hizo con el control de la capital, Kampala, en enero de 1986; desde entonces, Museveni ha ejercido como presidente y ha ganado las elecciones presidenciales en cinco ocasiones. En un principio, el MRN actuó como partido único, pero desde 2005 se permiten otras organizaciones políticas, aunque ninguna ha supuesto una amenaza para la hegemonía del MRN.

Para ampliar: What is Africa’s problem?, Yoweri Museveni, 1992

El septuagenario Museveni es uno de los líderes africanos que más tiempo lleva en el poder, solo superado por Paul Biya en Camerún y Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial. ¿A qué se debe su éxito? ¿Cómo es posible que un país que encadenaba golpes de Estado y conflictos internos se haya convertido en uno de los más estables de África oriental? Aunque la pregunta es muy compleja y hay múltiples factores que tener en cuenta, los principales motivos son la seguridad ciudadana, el desarrollo económico y la consolidación de las instituciones, además de la coerción y la represión.

A diferencia de sus predecesores, Museveni ha evitado seguir una política sectaria y ha intentado minimizar los riesgos de conflicto étnico. En el programa político que su partido difundió en 1986, se hace énfasis en la unidad nacional y el fin de la violencia interétnica. El MRN acepta a personas de toda etnia y grupo religioso y, aunque no ha logrado evitar del todo las guerrillas separatistas en el norte, la tensión interétnica que existía en los ochenta ha desaparecido casi por completo. Museveni, originario de una zona rural, entendió la necesidad de extender el poder del Estado a las zonas agrarias, donde vive la mayoría de la población. Para ello, estableció Ayuntamientos elegidos democráticamente y entre 1991 y 1996 modernizó en profundidad la red de carreteras del país, lo que permitió una mayor interconexión regional y facilitó el crecimiento económico. Finalmente, el MRN promulgó una nueva Constitución en 1995, lo cual, unido a la reforma de la Administración civil y el establecimiento de una judicatura independiente, hizo que los ugandeses recobraran parcialmente la confianza en las instituciones.

Para ampliar: Regime Hegemony in Museveni’s Uganda, Joshua B. Rubongoya, 2007

Aunque hay elecciones parlamentarias y presidenciales cada cinco años, la limpieza del proceso ha sido frecuentemente cuestionada por diversas organizaciones internacionales. Si bien formalmente Uganda es una democracia, ya que hay elecciones locales y regionales y el voto es libre, en la práctica el MRN dispone libremente de los recursos del Estado y la oposición ha sido sometida a prácticas abusivas. En septiembre y octubre de 2017 el país vivió una oleada de protestas y disturbios ante el plan presidencial de reformar la Constitución para permitir extender su mandato ―la carta magna especifica que el jefe de Estado no puede tener más de 75 años—. Aunque la mayoría del Parlamento, dominado por el MRN, votó a favor y la reforma fue aprobada, parte de los ciudadanos reclamaban un referéndum. En general, los medios de comunicación y las organizaciones civiles y religiosas operan con libertad, siempre y cuando no critiquen al Gobierno, en cuyo caso se enfrentan a arrestos arbitrarios, redadas y confiscaciones

Éxitos y fracasos

El desarrollo económico ha sido uno de los elementos fundamentales de la estabilidad en Uganda. Desde la llegada de Museveni al poder, la economía ha crecido a un ritmo superior al 5% anual. Uno de los factores que explican el crecimiento es el mantenimiento de la paz interna. Uganda es un país agrario y la ausencia de conflictos civiles es positiva para la agricultura, ya que las cosechas se desarrollan con normalidad. A pesar de todo, el país sigue siendo uno de los más pobres del mundo, la brecha entre ricos y pobres aumenta y la inflación reduce constantemente el poder adquisitivo de los ugandeses.

Al mismo tiempo, se han institucionalizado diferentes formas de corrupción, desde grandes tramas de apropiación indebida de fondos estatales hasta pequeños sobornos para policías y funcionarios. Igualmente, a pesar de que el Estado se hace cargo de la sanidad y la educación, la calidad de estos servicios es baja. El Gobierno ha construido instalaciones, pero no destina recursos para mantenerlas. En los hospitales suelen faltar medicamentos y los pacientes deben comprarlos en las farmacias. El hospital es tan solo un edificio donde, “en lugar de ir a curarte, vas a ponerte más enfermo”. En las áreas rurales hay hospitales sin camas y en bastantes centros de salud las mujeres dan a luz en el suelo. Uganda forma numerosos profesionales médicos, pero muchos se ven forzados a migrar a otros países —Ruanda, Kenia, Tanzania— porque no cobran lo suficiente.

En cuanto a la educación, ha aumentado la cantidad de ugandeses con acceso a ella, aunque la calidad es cuestionable. Museveni construyó muchos colegios e implementó un programa de “acción afirmativa” para mejorar la presencia femenina en las escuelas. No obstante, las condiciones de estudio son mejorables. Los profesores pueden tener hasta cien alumnos en una clase, especialmente en las áreas rurales, y los niños se sientan en el suelo, sin una superficie para escribir, y a menudo caminan largas distancias desde casa a la escuela y no traen comida, lo que disminuye su rendimiento. La educación secundaria está privatizada, de modo que solo las familias con cierto nivel de ingresos pueden permitírsela. También hay un elevado número de graduados sin empleo, lo que hace que compitan entre sí y los sueldos bajen, especialmente teniendo en cuenta el elevado porcentaje de jóvenes en la población.

Una de las áreas con un mayor progreso es la emancipación de las mujeres. Aunque Uganda no llega al nivel de su vecina Ruanda, ha dado grandes pasos para avanzar en la igualdad de género y las mujeres se encuentran cada vez menos discriminadas. Además del programa de “acción afirmativa” para aumentar la presencia femenina en escuelas y universidades, en los exámenes de acceso a la universidad las chicas reciben puntos adicionales, por lo que cuentan con mayores oportunidades de acceso. Cada vez más mujeres se gradúan y tienen acceso a mejores oportunidades laborales que les permiten no depender de los ingresos de un hombre. De igual modo, su posibilidad de acceder a préstamos ha aumentado significativamente, lo que posibilita que puedan emprender negocios. Además, cuentan con una representación garantizada en el Parlamento: cada distrito electoral tiene un escaño reservado para una representante de las mujeres. También dos de los diez miembros reservados a las Fuerzas Armadas deben ser mujeres.

Esto ha hecho bajar la tasa de fertilidad, que, aunque sigue siendo la novena más alta del mundo —5,5 niños por mujer—, es menor que en décadas anteriores, cuando superó los 7,2. Según Caroline Finance, ugandesa graduada en Estudios de Género, apenas hay campañas de planificación familiar. En las escuelas son muy básicas y se centran en la abstención; solo aquellos que acceden a la educación superior reciben información detallada sobre métodos anticonceptivos. En general, las mujeres con independencia económica tienen más opciones, mientras que muchas mujeres del mundo rural que no han tenido acceso a la educación se ven presionadas por su entorno para casarse y procrear lo antes posible.

Puertas abiertas para los refugiados

En la actualidad, Uganda acoge a casi un millón y medio de refugiados, la mayoría procedentes de Sudán del Sur. Su modelo de gestión de los refugiados suele recibir comentarios elogiosos, aunque recientemente ha habido acusaciones de manipulación de cifras por parte del Gobierno para recibir más fondos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Stephen, que trabajó tres años en el centro de recepción del asentamiento de Nakivale, asegura que no es un plan deliberado del Gobierno, sino de algunos funcionarios que manipulan las cifras para su beneficio personal. Aunque constata las discrepancias entre los números que presentaba y los que sus superiores registraban, no piensa que Uganda trate de enriquecerse a costa de los refugiados y cree que, dentro de sus posibilidades, la gestión está siendo sorprendentemente exitosa.

La política ugandesa de refugiados, firme adherente de la Convención de Ginebra de 1951, es bastante permisiva. Los refugiados no se alojan en campos cerrados, sino que tienen libertad de movimientos por el país. Existen campos especiales para refugiados, pero no son centros cerrados con barracas, sino más bien asentamientos extensos y poco densos donde reciben una parcela de tierra y pequeñas ayudas para construir viviendas y cultivar alimento, aunque muchos no logran superar los límites de la subsistencia. Puesto que esta política de concesión de tierras puede resultar confusa para los refugiados que no se dedicaban originalmente a la agricultura, solo los que no tienen alternativas para ganarse la vida de otra forma se quedan allí. El resto migra a las ciudades o encuentra trabajo en las comunidades rurales, especialmente como pastores.

Uganda, un país joven con un líder anciano
Asistencia humanitaria a refugiados en Oruchinga. Fuente: Claire Nevill (WFP)

La percepción de los refugiados por parte de la sociedad ugandesa es generalmente positiva, ya que suponen un aporte de mano de obra en un país eminentemente rural, aunque existen tensiones en las comunidades más pobres y en las regiones cercanas a los asentamientos de refugiados, dado que reciben ayuda del Gobierno ―tierras, educación, etc.—. El Gobierno no provee de servicios a sus ciudadanos y existe el miedo de que los refugiados contribuyan negativamente al precario Estado del bienestar ugandés. Para paliar estas tensiones sociales, el Gobierno anunció en 2016 el Plan Nueva Esperanza para mejorar la situación de las comunidades de acogida y evitar recelos y envidias.

¿Cómo puede acoger Uganda a tanta gente sin que surjan los problemas que ocurren, por ejemplo, en Europa? Un factor importante es es el recuerdo, todavía fresco, de los años de plomo de Amin y la guerra civil, que desplazaron a millares de ugandeses. Al mismo tiempo, Uganda se puede permitir acoger a refugiados porque es un país políticamente estable, porque aportan mano de obra barata en un contexto de crecimiento económico y porque algunos altos funcionarios tienen un interés personal en acceder a los jugosos fondos internacionales de ayuda humanitaria. Por último, Uganda tiene fronteras muy porosas, con comunidades que cruzan de uno a otro lado de la frontera y tienen doble ciudadanía, de modo que no hay una política estricta de control migratorio.

Para ampliar: “Their Suffering, Our Burden? How Congolese refugees affect the Ugandan population”, Merle Kreibaum, 2016

Un futuro incierto

A pesar de su aparente estabilidad, se espera que Uganda experimente duros cambios en el futuro. La demografía es uno de los potenciales factores de crisis: a pesar de la galopante inflación y la pobreza, la población no deja de crecer. De momento, la creciente economía absorbe la mano de obra y la tasa de desempleo apenas supera el 2%. En un futuro, sin embargo, la entrada al mercado laboral de los millones de ugandeses que hoy son niños y adolescentes podría suponer un aumento del paro y exacerbar las tensiones con las comunidades de refugiados.

El segundo riesgo al que se enfrenta Uganda es un conflicto sucesorio. Cuando Museveni muera, quedará un enorme vacío de poder. La oposición acusa al presidente de querer organizar la sucesión en su hijo como si de una monarquía se tratase. El hijo de Museveni ha sido ascendido por su padre y disfruta de un alto cargo militar. No obstante, el MRN no se ha pronunciado abiertamente sobre quién será su candidato en caso de que el presidente fallezca. Por otro lado, la desafección política es un hecho. Más de la mitad de la población tiene menos de 15 años, mientras que el presidente Museveni está cerca de los 75 y lleva más de tres décadas en el poder.

Los jóvenes ugandeses no parecen identificarse en exceso ni con su presidente ni con Baseigye, el principal político de la oposición. Su empeño en liderar la oposición, a pesar de perder las elecciones tres veces seguidas, hace que muchos se cuestionen hasta qué punto el veterano opositor aspira a cambiar el país o si simplemente quiere alcanzar el poder a toda costa. A pesar de su trabajo con refugiados y de su participación activa en la sociedad civil, Stephen no ha votado en las dos últimas elecciones. La polémica “tasa” por el uso de las redes sociales y el “detector de pornografía” que quiere implementar el Gobierno, así como la restricción en el uso de redes privadas virtuales o VPN por sus siglas en inglés —una tecnología utilizada para evitar limitaciones en la navegación—, pueden interpretarse como un intento de controlar Internet e impedir la difusión de mensajes políticos. De momento, estas medidas parecen funcionar, pero las envejecidas élites ugandesas pueden enfrentarse a un serio problema cuando los menores de catorce años, que constituyen la mitad de la población, alcancen la mayoría de edad y reclamen una mayor voz en los asuntos del país.

Nota del autor: Deseo agradecer la inestimable ayuda y la paciencia de mis amigos y compañeros Caroline Finance y Stephen Ogwere. Sin ellos, este artículo no habría sido posible.

Uganda, un país joven con un líder anciano fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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