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Últimas noticias de la frontera: La venganza de Ulzana (Ulzana’s raid, Robert Aldrich, 1972)

Publicado el 04 enero 2017 por 39escalones

-¿Sabe lo que el general Sheridan dijo de este territorio, teniente?

-No, señor.

-Dijo que si él fuera el propietario del infierno y de Arizona, viviría en el infierno y alquilaría Arizona.

-Creo que eso lo dijo acerca de Texas, señor.

-¡Pero quiso decir Arizona!

-¡Sí, señor!

Últimas noticias de la frontera: La venganza de Ulzana (Ulzana’s raid, Robert Aldrich, 1972)

La venganza de Ulzana (Ulzana’s raid, 1972) funciona como una especie de reverso de Apache (1954). Dirigidas ambas por Robert Aldrich y protagonizadas por Burt Lancaster, los dos filmes se enmarcan en el contexto de los últimos estertores de la resistencia apache tras la derrota de Gerónimo y el confinamiento de su tribu en las reservas, primero en la alejada Florida y después en las proximidades de lo que fuera su hábitat natural, la frontera central de los Estados Unidos con México. Si en Apache el guerrero Massai (Lancaster) se negaba a aceptar su derrota y se enfrentaba a la caballería estadounidense con gran astucia con el doble objetivo de salvarse y de reivindicar el orgullo y el legado de su raza (es decir, se trata de un personaje “positivo” que de algún modo contribuye a enfrentar al público con las verdaderas implicaciones que la conquista del Oeste tuvo para las tribus nativas, la aniquilación de pueblos y el aplastamiento de culturas bajo el rodillo de un progreso dirigido por y para blancos, lo que conlleva cierta legitimación de su posición contra el gobierno y el ejército de los Estados Unidos), La venganza de Ulzana, con un argumento sustancialmente similar pero muy influenciado, como tantos westerns de la época, anteriores y posteriores, por las contemporáneas vivencias estadounidenses en Vietnam, revela lo inútil y lo inconveniente de esa lucha, refleja la crueldad gratuita de los guerreros apaches y condena al fracaso toda idea de resistencia al tiempo que subraya la pérdida de valiosas vidas que supone el enconamiento de un conflicto cuya superación resulta ineludible y cuyo triunfo se declara incuestionable. Si bien se caracteriza con cierto orgullo y una ejemplar integridad el personaje de Ulzana (Joaquín Martínez), lo cierto es que se trata de un contendiente cruel, sanguinario y despiadado, tan astuto en la guerra como salvaje en la victoria (sus tácticas para asesinar blancos resultan casi diabólicas), que no busca tanto la salvación de su pueblo sino la propia y del puñado de guerreros (pocos más de media docena), su hijo entre ellos, que huyen con él de la reserva con la intención de cruzar la frontera mexicana dejando a su paso un rastro de pillaje, asesinatos y violaciones.

Robert Aldrich diseña un western reposado y reflexivo, también lleno de acción, que proclama el triunfo de la fuerza bruta y de la inteligencia a su servicio sobre la conciliación, la convivencia y la paz. A través de la relación del explorador de la compañía de caballería que sale de inmediato tras la pista de los apaches renegados, McIntosh (Lancaster), y del teniente responsable de esta (Bruce Davison), un oficial bisoño que apenas lleva seis meses de destino en el Oeste tras su salida de la Academia, el guión expone las diversas aristas del enfrentamiento entre blancos y nativos al tiempo que desgrana una serie de sentencias sobre los modos y maneras de apaches y blancos en tiempo de guerra que no son otra cosa que una desencantada puesta de manifiesto de las altas cotas de maldad y salvajismo que el ser humano alcanza en un marco de violencia consentida, en la que no caben juicios morales ni doctrinas salvo la constatación de su dinámica y el respeto a sus reglas, de la que solo cabe esperar un pronto final lo más incruento posible. En lo que al conflicto entre blancos y apaches se refiere, cobra vital importancia la figura de Ke-Ni-Tay (Jorge Luke), un apache que sirve bajo las órdenes de McIntosh y de la caballería en la persecución de otros miembros de su raza, y cuyo comportamiento responde igualmente tanto a la fidelidad a su mentor como a su compromiso por la paz tras la firma del documento que acredita su aceptación de la ley y el orden blancos en territorio apache. Así, un apache “de palabra”, acompaña a quienes persiguen a los traidores, a los renegados, a los sediciosos, a los criminales. El desenlace de la película, durante el cual Ke-Ni-Tay cumple un papel crucial, plasma expresamente el concepto de asimilación colonial por parte de una civilización tecnológicamente superior de aquellos que, sin embargo, no llegan a integrarse en una sociedad que rechazan/les rechaza, que no comprenden, que no consideran propia (hecho que Aldrich muestra magníficamente con una anécdota aparentemente intrascendente: durante una acampada, Ke-Ni-Tay observa perplejo cómo el teniente se limpia los dientes pasándose una lija; no obstante el hallazgo, cabe reconocer la torpeza de retratar al apache con una dentadura perfecta e inmaculada).

El lenguaje de Aldrich es tan seco y áspero como la tierra por la que transitan sus personajes: diálogos cortos, prácticamente escupidos (el grupo de Ulzana no habla entre sí, se comunican mediante gestos y únicamente comparten gritos de guerra), panorámicas de lugares pedregosos expuestos a las inclemencias del sol y el viento, cañones, vaguadas, llanuras y montículos de arena y matojos ralos, personajes duros y solitarios, cubiertos de mugre y polvo, ausentes de toda noción de idea comunidad y no digamos ya de afecto o de empatía más allá de las ordenanzas militares o del sentimiento de pertenencia a una raza (ningún momento de complicidad o proximidad emocional, por ejemplo, entre McIntosh y su pareja, una india). El sur de Arizona es el último reducto de la frontera, el último escenario para un conflicto que en el resto del territorio ha quedado tan obsoleto como las caravanas de pioneros, las tribus nómadas y las rutas en diligencia o de correo postal en el Pony Express. El puñado de guerreros de Ulzana pueden verse asimismo como el reverso de otros grupos fuera de época, sin tiempo ni sitio, destinados a morir de espaldas a una pared, defendiendo caras sus vidas, vendiendo cara su piel, luchando hasta el último aliento como Butch Cassidy y Sundance Kid o el Grupo salvaje de Pike, Dutch, los hermanos Gorch y Sam Peckinpah, pero sin poesía ni épica, sin la lírica de la derrota, con una crueldad desnuda, desprovista del heroísmo y de la gloria, por sucios que puedan ser, asociados a los mitos, destinados al olvido inmediato con el mismo encono con que eran temidos u odiados en vida.

Desmitificador igualmente de las viejas glosas fordianas a la caballería estadounidense (impagable el veterano sargento que interpreta Richard Jaeckel, uno de los “sargentos oficiales” del cine norteamericano, veterano lúcido y militar competente que paga un precio demasiado alto en uno de los últimos coletazos guerreros de lo que se adivina una larga y peligrosa vida en la frontera), este espléndido e interesantísimo western de Aldrich supone el desenlace definitivo a la cuestión india dentro de esa corriente de westerns crepusculares que desde los primeros sesenta han ido poniendo el broche de oro, con esporádicas resurrecciones, al género americano por excelencia que fue también la primera y más importante razón de ser de Hollywood.


Últimas noticias de la frontera: La venganza de Ulzana (Ulzana’s raid, Robert Aldrich, 1972)

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