Revista Cultura y Ocio
Aquí, en el Café (que por cierto ha cumplido sus tres primeros años hace no mucho) tenemos un solo deseo de año nuevo, porque no nos va para nada eso de las cábalas con uvas, maletas y calzoncillos amarillos: que los amigos la pasen de puta madre, que la resaca no sea un cruel aguardiente, que las familias estén bien y sean felices. He tenido la suerte de cruzarme con algunas de las personas más de primera que pueda haber en este mundo mundial y virtual y todas esas cosas y, encima, me han llamado amigo, hermano y compadre, y es por ellos (sí, cabrones, por ustedes) que levanto esta copa, hoy y cuantas veces sea necesario hacerlo, y de paso siempre. Han habido canciones, risas, silencios, amarguras y mucha, pero mucha, buena letra, y siempre con la mejor actitud, con la confianza de quienes saben querer y no se andan con rodeos para decirlo. La imagen (pensada al mejor estilo Mondo Mierda, aunque no tenga ni de cerca el talento del Sgt.) es lo que es. No pudieron estar todos, y están muchos de los que ya no están, pero se entiende que la dedicatoria va para todos (no se me ofenda nadie después, eh). La dejaremos ahí, de cabecera, todo lo que dure el mes de enero, y luego seguirá al fondo, al pie del Café, porque estamos orgullosos de nuestros parroquianos, felices de poder llamarlos amigos. Y de remate, para dar la estocada precisa al 2011 y mandarlo de una vez al carnicero (y sin vuelta al ruedo), va una canción. No hay celebración sin canciones, vamos, y esta es, para mí, un himno. Que suene, pues, La palizada, y con esa copa, todavía, en alto. Un fuerte abrazo a todos.