Todo empieza con un chiste que le cuentan a Mario sobre un profesor del instituto y que le deja doblado de risa ante la mirada atónita de sus padres. Para impresionar se lo cuenta a “Ella”, la chica de esta historia, pero con tanta mala pata que el director y el profesor en cuestión les pillan justo en la mejor parte del chiste. El castigo, en apariencia inofensivo, traerá consigo ojos a la funerala, villanos enmascarados, secretos al descubierto y un muerto de la risa.
El problema de las sinopsis que ilustran las contracubiertas de los libros es que a veces las escribe gente que no tiene ni idea de qué van esos libros. No pongáis esos ojos, esas cosas pasan, por desgracia no me lo estoy inventando. En Un ataque de risa la frase que pone el broche final a la sinopsis dice “una de las novelas más desternillantes de la literatura actual”, pero me temo que la novela tiene poco de desternillante. Supongo que me habrá sacado una sonrisa o dos, pero de ahí a reírme mucho y sin poder contenerme hay un abismo insalvable. Y claro, os pongo en situación: elegí esta lectura precisamente por esa última frase, tan poderosa y prometedora. Intuyo que aquí han podido pasar dos cosas: o que quien se ha encargado de la sinopsis no tenía ni idea de qué iba el libro o que quien la ha escrito sabía lo que hacía y, sencillamente, nos ha vendido la moto. En cualquier caso, qué irresponsabilidad prometerle al lector lo que no va a encontrar, señores. Pero, en fin, basta ya de insistir en lo mismo y sigamos, porque a pesar de todo esa promesa incumplida es el único gran tropiezo del libro de García Oro, quien no tiene la culpa, por cierto, de esa sinopsis. Un ataque de risa es un libro sencillo y amable sin más pretensiones que la de contarnos la aventurilla que viven Mario, “Ella” y los demás casi a contrarreloj. El autor ambienta bien, presenta un misterio correcto y concluye cosas tan interesantes como que cuanto más mayores somos más “perdemos la capacidad de reír y de reírnos de nosotros mismos, pero ganamos otra: sabemos reírnos de los demás. Aprendemos a hacerles daño. Y esa risa… ya no es tan divertida. Hiere, es dolorosa. Nos rompe por dentro.” Reflexiones como esa han hecho que la obra haya merecido la pena y me muestre considerada con su escasa profundidad, chicha sin sal, personajes ligeramente planos, ritmo irregular y tono excesivamente infantil.
Un ataque de risa no es precisamente un ataque de risa pero se deja leer. Eso sí, libros aderezados con buen humor y aventurillas de preadolescentes los hay a montones y mucho mejores que éste.