Fue una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevé y que quiero compartir con vosotros, publicando algunas de las consultas más destacadas que tuve la oportunidad de contestar.
Esta semana: UN CASO DE DEPENDENCIA EMOCIONAL, que nos sirve para distinguir la necesidad del deseo y para no confundir obsesión con amor, y poder vivir así relaciones más sanas y satisfactorias.
CONSULTA
Tengo 37 años y acabo de conocer a un chico 7 años más joven que yo y por ahora nos vemos de vez en cuando. Hace 2 años que me dejó mi pareja y hasta hoy no me he lanzado a conocer a nadie. Me dejó de la noche a la mañana y creo que no he superado este abandono. Con el nuevo chico, vamos despacio pero creo que hay intención por las dos partes. Hemos pasado 7 días de vacaciones juntos y todo ha marchado genial. Yo le expliqué mis intenciones de formar una pareja pero él no me contestó claro. Desde entonces todo marcha más o menos bien, pero sin definir nada. Los días que no hay comunicación yo me vuelvo loco y me vienen miedos de abandono y cuadros de ansiedad por saber de él. No quiero estropear la posible relación y quiero aprender a gestionar bien mis emociones sin volverme tan ansioso. Pero la situación a veces me supera. Por eso pido ayuda, para saber cómo poder gestionar esto y conseguir buenos resultados. Muchas gracias.
RESPUESTA
Walter Riso, psicólogo cognitivo, redefine la dependencia emocional como apego afectivo, un vínculo obsesivo con un objeto, idea o persona que se fundamenta en cuatro creencias falsas: que es permanente, que te va a hacer feliz, que te va a dar seguridad total y que dará sentido a tu vida. Cuando tienes un vínculo de este tipo no estás preparado para la pérdida y no aceptas el desprendimiento. Además, Riso, en una entrevista, valoraba este apego o dependencia como el “mayor motivo de sufrimiento de la humanidad”.Aludiendo a la definición de Riso, el principal problema de la dependencia emocional es que la persona piensa que sólo será capaz de ser feliz si es con el otro. Esto, por supuesto, genera mucho estrés y miedos, ya que la posibilidad de que la otra persona desaparezca entonces de mi vida implicaría que ya no podría ser feliz. Pero, ¿es cierto? Otro psicólogo cognitivo, Rafael Santandreu, en su libro “El arte de no amargarse la vida”, nos dice que los seres humanos sólo necesitamos agua, comida y techo. Todo lo demás son deseos, no necesidades. La distinción es importante porque de la necesidad nacen la presión y la ansiedad. Y del deseo, la motivación y el amor basado en un apego seguro.Entonces, si yo creo que necesito a la otra persona para ser feliz, cualquier señal que me haga sospechar que lo puedo perder ("no me llama, no me escribe, vamos demasiado lento") será interpretada como una alarma (es en realidad: una falsa alarma, pues no hace falta ni llamar ni escribir todos los días ni ir rápido, para amar bien), y entonces se despertará en mí una respuesta de ansiedad y actuaré de forma impulsiva y seguramente controladora, provocando malestar en la otra persona y en mí mismo. Puedes gestionar tus emociones a través de estrategias centradas en la activación fisiológica, como la relajación, o por medio de la meditación y el mindfulness. Pero de nada servirán si no cambias tu manera de pensar acerca de la felicidad y el amor, y sobre todo, tu manera de pensarte, de valorarte. Lo único que necesitas para ser feliz es amor incondicional desde ti, hacia ti. Todo lo demás que venga, bienvenido sea. Todo lo que se vaya, déjalo ir. Ánimo, un abrazo.