Revista Cultura y Ocio

Un chupito poco entusiasmado

Publicado el 01 junio 2018 por Benjamín Recacha García @brecacha
Un chupito poco entusiasmadoRajoy ha pasado toda la tarde en un restaurante. La foto de Dani Gago para el digital ‘El Salto’, mientras el aún presidente se despedía del Congreso, se ha viralizado.

Voy a escribir sobre la moción de censura. Sin emoción, con apenas esperanza en que algo significativo vaya a cambiar, aunque, como a pesar de todo mantengo un alma (o lo que sea) incorregiblemente optimista, no puedo evitar que en algún recóndito lugar de mi renqueante cerebro una vocecilla diga: «y si…».

Vaya por delante que el hecho de que la organización criminal abandone el poder (al menos el institucional) es una buena noticia, aunque la verdaderamente buena, la que merecería una celebración por todo lo alto, sería que se disolviera y sus responsables pagaran su dilatado latrocinio entre rejas (no creo que llegue a verlo).

Estos últimos meses he perdido la fe en la política institucional. El tenderete capitalista está demasiado bien montado como para que la acción de un gobierno, por muy buena intención que ponga, consiga sacudir el sistema. No lo van a permitir, y, en todo caso, un gobierno del PSOE en minoría, que además tiene toda la pinta que lo único que va a hacer es preparar unas elecciones anticipadas, es lo menos rompedor que uno pueda imaginar.

El panorama entusiasma poco. La verdad es que no me entusiasma ninguna alternativa, pero bueno, de momento nos conformaremos con la satisfacción de ver echar espuma por la boca a la derecha reaccionaria, encabezada por el falangista Albert Rivera.

Desde mi punto de vista, la mejor noticia de esta primera sesión del debate de la moción de censura (del que me he informado sólo a través de Twitter y la, como siempre, ingeniosa crónica de Guillem Martínez para CTXT) es que por fin Rivera y su partido han mostrado ante todo el país su verdadera cara: Ciudadanos es una formación ultranacionalista reaccionaria, cuya única función hasta ahora ha sido sostener a una organización corrupta. El discurso de su líder da miedo, y su actitud, no ya como político (todos actúan de forma más o menos exagerada) sino como persona, es vergonzosa. Rivera es un mentiroso compulsivo que necesita del enfrentamiento, de la radicalización en torno a los sentimientos patrióticos, para medrar, pues carece de discurso. Es el mayor peligro para nuestra endeble democracia, más incluso que la corrupción nauseabunda de quienes han hecho y deshecho a su antojo en todos los ámbitos de poder. En el debate se ha pasado tanto de rosca, que confío en que haya ahuyentado a un buen número de sus potenciales votantes.

Ciudadanos se alimenta del conflicto entre Catalunya y España. Necesita que la temperatura siga muy alta, lo que es una actitud tan despreciable como temeraria. Curiosamente (o no tan curiosamente), es lo mismo que ocurre al otro lado de la barrera. Los partidos procesistas, es decir, los que lideran el proceso político hacia la supuesta independencia de Catalunya (algo que, en realidad, nunca han pretendido), para sobrevivir también necesitan alimentar el conflicto. Viven de la propaganda y el victimismo, con los que esconden su inoperancia y la mentira constante en la que han basado toda su estrategia vacía de contenido. Por eso, un nuevo gobierno español que se planteara seriamente una solución política a la situación sería una malísima noticia para ellos.

De hecho, este mismo jueves ya ha empezado a haber señales por parte del independentismo institucional de que estaría buscando una salida en el marco de la Constitución. Sí, niños y niñas, hablamos de un nuevo Estatut, uno al que, en principio, no le pasen el cepillo. Ya se buscarán la manera de venderlo como un nuevo paso hacia esa república de fantasía en la que un número sorprendentemente alto de adultos catalanes continúan instalados.

Como hoy escribo con el hacha de guerra enterrada, voy a reprimir la tentación de explayarme sobre el nuevo Govern de la Generalitat. Dentro de mi escaso entusiasmo, trato de ser constructivo, que ya llevamos demasiados meses de fango y de viaje a ninguna parte.

Si Pedro Sánchez fuera inteligente (ejem), dejaría de escuchar a los ultranacionalistas españoles de su partido y plantearía medidas constructivas que desactivaran la maquinaria propagandística del procés. Obviamente, todo tendría que empezar por dar los pasos necesarios para acabar con la prisión preventiva de los políticos independentistas. Es indecente que Rosalía Iglesias (la esposa de Bárcenas), condenada a quince años por la trama Gürtel, eluda la prisión pagando una fianza de 200.000 euros, mientras las cárceles están llenas de presos preventivos (como los líderes independentistas y los chavales de Altsasua), raperos y víctimas de la Ley Mordaza.

No confío demasiado en ello, la verdad. Como tampoco confío en que derogue la aberración democrática que es la dichosa Ley Mordaza, una de las medidas inmediatas que el nuevo ejecutivo debería adoptar para demostrar que su paso por la Moncloa no consiste en una mera faena de aliño.

Hay muchas más cosas que Sánchez, que llega a la presidencia (si es que no pasa nada raro en las próximas horas, que tampoco lo descartemos) casi sin quererlo, puede hacer, por mucho que el Senado mantenga la mayoría absolutísima pepera. Puede decidir gobernar desde algo parecido a la izquierda o hacerlo sin moverse un milímetro de lo que le van a ordenar que haga para no «desestabilizar» la economía.

Repito que ya no confío en el institucionalismo. Mis genes libertarios han decidido que ya está bien de escuchar a charlatanes, que lo que toca es trabajar en las distancias cortas, intentar cambiar las cosas con la acción diaria en tu entorno inmediato. La cooperación desde la base; construir desde una visión humanista como respuesta a un sistema codicioso que lo devora todo, sin miramientos ni concesiones. La tarea es ardua y requiere derribar muros muy altos, pero es eso o la resignación.

La tentación de resignarme, aislarme de todo y dedicarme sólo a lo mío es grande. Creo que somos muchos en la misma situación. Pero sé que no me lo perdonaría.

Mientras tanto, lo de la moción de censura no da para brindar con cava. Por ahora, con un chupito basta.

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