Revista Opinión

Un Congreso con goteras

Publicado el 11 septiembre 2013 por Lulesi

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La humedad calaba hasta los tuétanos la esencia de la democracia. El Partido de la Podredumbre impedía preguntas, mociones, comisiones e investigaciones sobre su corrupción desinhibida y profesional.  Y llovía, sobre los tejados del Congreso, de la Democracia y de la Verdad. Y sus goteras empapaban de mentira los escaños, los sueldos y las dietas. Y la honestidad se quedaba humedecida de mentiras.

“Su historia es una patraña envuelta en una mentira que, finalmente, desemboca en un embuste”, dijo —parafraseando al dirigente británico Winston Churchill- uno de los “mojados” por aquella gotera chapucera.

Un gran embuste que quería tapar un gran robo, masivo y reincidente en el tiempo, que destruía pruebas, ordenadores, discos duros y agendas de secretarias compradas al precio de sobre y que mentía, con empacho, en el Parlamento, en la prensa y en los plasmas.

Era eso, una plasma, un escombro, una reverencia al latrocinio, del mal llamado “gobernante” de aquel país de chorizos y morcillas. Una democracia chapucera y goterosa, contemplada desde afuera; maloliente y desvirtuada, hasta el límite del Golpe de Estado, desde dentro.

Tal era la fuerza de aquella fatalidad que arrastraba su basura por todo la desgracia de País, e inundaba Autonomías, Ayuntamientos, Fiscales, Jueces y Medios de Incomunicación, y el abismo se asomaba en forma de marhuendas, cospedales y florianos, que tomaban su inspiración desde sus propios zapatos, manchados de barro y agua corrupta de sus goteras.

Era un circuito obsesivo: el partido, la donación, el sobre, la dieta y la mentira parlamentaria. Que aplastaba la cabeza de los vencidos por el Gran Robo: los asalariados, los pensionistas, los probos funcionarios de sueldo recortable. Una maquinaria de destrucción que se retroalimentaba de recortes y ladrones. Por igual.

Pero entre jeroglíficos y cenefas ocurrió lo inesperado. A fuerza de goteras, de mentiras y fraudes repetidos, se hundió el techo de aquel Congreso y perecieron, ahogados en la gran ola cenital que se formó, el Gran Mentiroso, sus Acólitos de la Fraudulenta Mayoría, la Oposición Mojada, los Conserjes y Secretarias, sus Gin-Tonics de módico precio.

Todas sus horas estaban –están- contadas.


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