Revista Psicología

Un consultorio psiquiátrico no tiene obligadamente que ser...

Por Lizardo

Un consultorio psiquiátrico no tiene obligadamente que ser...
No, no se trata de apabullar al recién llegado a la consulta con definiciones y compromisos. Buen rato lleva 'romper el hielo' que trae el paciente -o cliente, o usuario- desde la época geológica en que empezó a considerar ir al psiquiatra y el momento definitivo de la consulta presente. Pero uno puede intuir la concepción que se trae a la consulta e ir morigerándola, dándole perspectiva.
Un repetido consejo amical o familiar dado a quien va al psiquiatra es: "tienes que contárselo todo para que te pueda ayudar". El paciente ansioso, anancástico, se angustia: ¿hasta las refistolerías sexuales?, ¿incluso las menudencias de entrecasa?, ¿los entresijos más íntimos?  Si se aprecia el tartamudeo que precede a esta cuita se puede calmar al paciente invitándole a que se fije que no estamos en un confesionario: si es importante, que mencione lo que crea pertinente, si no, ya habrá oportunidad más adelante. La confianza de la relación médico-paciente seguramente lo facilitará -ojalá-.
Se suscita también con frecuencia la acusación -abierta o encubierta-, el señalamiento, la enzarzada búsqueda del culpable de la depresión, del culpable de la psicosis, del culpable de la neurosis. Clima tenso, por cierto, sea que estén presentes los inculpados o, lo que puede ser peor, parezca que el psiquiatra detenta el rol de acusador. Distiende el clima rogar que los presentes se fijen que no nos hallamos en una comisaría y menos en un juzgado. Ya se abordará el tema de la 'culpabilidad' en el momento propicio.
Ya Shem ha afirmado que: "...los pacientes no toman su medicación en el cincuenta por ciento de los casos, (...) la única razón por la que la toman es la buena relación que tienen con su médico."  Y dado el extendido juicio que estipula que los psiquiatras sólo recetan pastillas, no está demás aclarar a la persona que nos está consultando que no es así necesariamente -y no por el chiste fácil de que a veces recetamos ampollas, vaya-.  Pero sobre todo en la circunstancia en que se ha prescrito alguno, además de las orientaciones generales sobre la prescripción, puede ser lenitivo aclararle al paciente que aún si no se cumple la medicación, el médico no se va a enojar, que son pastillas y no hostias. No son sagradas. Ni debe desanimarse de acudir a su cita posterior por el sólo hecho de no haber cumplido la indicación. Aquí va bien comentar que no hay una máquina dispensadora de pastillas en el consultorio -siempre y cuando uno no se haya convertido en eso, claro está-.

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