Las administraciones suelen velar por nuestro interés y llevan la idea del Estado del Bienestar a las cotas necesarias para cuidar de nosotros.
Y entonces...Entonces aparece una norma que elimina una obligación que imponía una fecha de caducidad a los fabricantes de yogures, fuera o no real.
No sé que ha sido antes, si el huevo o la gallina, no sé si la tecnología en la elaboración de yogures ha hecho posible que la caducidad real sea muy superior a la que aparecía impresa en los envases o ha sido el comportamiento arriesgado de los consumidores y la divulgación de esa leyenda urbana que dice que puedes consumir un yogur hasta 20 días después de la caducidad prevista y que se encuentre en buen estado.
La primera vez que ví a un amigo comerse un yogur caducado pensé que estaba loco, que su comportamiento era el propio de un irresponsable y suicida héroe del Rock And Roll y estuve toda la noche pendiente de él y de posibles señales que delatasen una intoxicación alimentaria (sudoración excesiva, cambios en la tonalidad de la piel, alteraciones en la marcha motora y en la dicción, etc.), pero claro, teniendo en cuenta que eso ocurrió un viernes noche, no tuve muy claro el origen de los síntomas.
Al día siguiente mi amigo se encontraba razonablemente bien y ello influyó en un hecho que cambió mi vida.
Un día me comí un yogur caducado.
Si, todos los días desayuno un yogur, me despisté con las fechas y después de comérmelo, cuando fui a tirar el envase (en el contenedor amarillo, claro está) me di cuenta de que había caducado el día anterior, teniendo en cuenta que era por la mañana, aquel yogur llevaba la friolera ¡de 7 horas caducado!.
El día fue un infierno. Cada media hora me tomaba las pulsaciones, me miraba el color de mi lengua y de los ojos. La intranquilidad me impidió conciliar el sueño esa noche y no, no me pasó nada grave, al menos nada que pueda imputar a la ingesta de un yogur caducado.
Pero en fin, eso sólo ha ocurrido una vez, yo no como nada caducado.
Y ahora nos encontramos con que un ministro aficionado al riesgo ¡que confiesa que consume yogures caducados!, ¡hasta veinte días después de lo que marca su fecha!.
El señor Arias Cañete es el gran aventurero de nuestros tiempos. Lo de Calleja no tiene ningún valor. ¡Cómo vamos a comparar el hecho de escalar montañas o hacer espeleología con la aventura de comerse un yogur caducado!.
Pues resulta que este hombre ha conseguido modificar la normativa para que los productores de yogures sólo tengan la obligación de indicar una fecha de consumo preferente y dejan a los consumidores la responsabilidad de comerse o no dicho yogur.
Ósea, que después de décadas de elaboración de un cuerpo legislativo lleno de obligaciones impuestas por las administraciones públicas por nuestro propio bien, va y ahora "desregulan" y nos quieren convertir en unos aventureros gastronómicos en una suerte de ejercicio deliberalismo gastronómico.
Yo tengo aversión al riesgo, me pongo el cinturón de seguridad con el coche parado aunque sólo esté dentro para limpiar el salpicadero. Mi mundo ha cambiado, no sé como voy a reaccionar cuando me tenga que comer un yogur con una fecha de consumo preferente, porque ponga lo que ponga, yo leeré algo así.
"Si me consumes es bajo tu responsabilidad, que sepas que las consecuencias pueden ser horrorosas, pero no es problema mío, sino tuyo".
Y sé lo que mi cabeza cantará cuando me acerque a la sección de lácteos del supermercado.