Las mujeres no tienen nada que festejar hoy, pues la desigualdad sigue siendo abrumadora.
Durante miles de años, -salvo contadas excepciones- la mujer ha estado siempre sometida y dominada por el hombre, quien le ha restringido sus derechos y libertades, así como pisoteado y humillado en su personalidad y orgullo.
Desde mi punto de vista, la religiosidad ha tenido y sigue teniendo mucho que ver en todo esto. Las religiones han sido la excusa y las tradiciones la justificación; pero ambas se han encargado de mantener a la mujer en un segundo lugar, mientras que el hombre ha gozado de los inmerecidos privilegios que esto implica. Las religiones no son amigas de las mujeres. Las tres religiones monoteístas -interpretadas y dirigidas sólo por hombres- tienen una buena dosis de misoginia, donde reaccionarios y conservadores encuentran en ellas, en vez de obstáculos, un buen sostén.
Piénsese en las mutilaciones genitales femeninas, que en algunos pueblos egipcios todavía son justificadas y legitimadas por argumentaciones de carácter religioso, mientras se trata, en realidad, de una práctica que tiende a conservar una tradición que quiere a la mujer completamente sometida al hombre, ya sea a su marido, su padre, su hermano, cuñado, y que no tiene ninguna relación con el Corán o con la religión musulmana. También el rol que la mujer tiene dentro del mundo árabe y que en algunos países es aún del todo marginal, encuentra su razón de ser en una interpretación de la sharía particularmente restrictiva, útil para el mantenimiento de una tradición patriarcal, que en sus manifestaciones más obtusamente prohibicionistas, llega incluso a negar a las mujeres el acceso al carné de conducir, como en Arabia Saudita, por no hablar del derecho de voto o de propiedad.
El término "mujer musulmana" es sólo una abstracción; existen las mujeres turcas, kuwaitíes, sauditas, con problemas que son muy diferentes. Su condición está dictada no tanto por la religión "en abstracto", sino por la estructura política del país al que pertenecen, más o menos influenciada por la religión, que los hombres interpretan a su manera.También es innegable que el universo de las mujeres en los países musulmanes, cada uno con sus especificidades, está en movimiento. Son ellas quienes pueden empujar a estos países a posibles aperturas democráticas y de desarrollo; y esto nos hace esperar una posible y próxima liberación de una serie de violencias que las ve desde hace siglos relegadas a los márgenes de la sociedad, también en términos de acceso a la instrucción, a la vida profesional y política y en muchos casos víctimas de violencias físicas, sin tener ninguna posibilidad ni siquiera de intentar una acción para hacer valer lo que nosotros definimos, lamentablemente con una acepción de misoginia, derechos naturales e imprescriptibles del hombre, entre ellos la vida, la integridad física, la libertad o la propiedad.
La condición de la mujer y la lucha para la afirmación de los propios derechos encuentra su elemento común en el enemigo a afrontar: la tradición, que frecuentemente se acompaña de una interpretación equivocada de la religión. Aparte de la condición de la mujer en los países musulmanes, el combate de las mujeres en Europa para la emancipación y la igualdad -aún no concluida en algunos casos, como en España, preocupantemente abandonada- siempre ha encontrado en la élite religiosa, sobre todo en la católica, una fuerte resistencia, más difícil de superar en cuanto esa élite ha podido influenciar al poder político con la ayuda de partidos más o menos declarados confesionales. Las luchas llevadas a cabo para la legalización del divorcio y la interrupción voluntaria del embarazo, o la del derecho a procrear con amor también con la ayuda del progreso científico (Reproducción asistida), encuentran fuerte oposción en la iglesia, y han sido enfrentadas aun si sólo daban soluciones a problemas sociales muy sensibles, problemas en los que la fe religiosa consiente dar una respuesta en el plano individual, pero de los que el Estado debe dar una respuesta que sea practicable por todos, creyentes o no. Las mujeres por eso, en cualquier campo de la vida, en el trabajo, en la casa, en la sociedad en general, encuentran muchos obstáculos y dificultades que no hallan los hombres. Festejaremos el día en que esos obstáculos desaparezcan. Mientras tanto sería bueno declarar éste como "el siglo internacional de la mujer" ya que un sólo día no sirve para nada.