Durante la semana que hoy finiquitamos un servidor se ha dedicado al senderismo, la lectura y la meditación, degustando a grandes sorbos el silencio y la tranquilidad de las cumbres pirenaicas, amén de ponerse las botas con potentes platazos montañeses y ricos vinos del Somontano vecino.
Este perfecto equilibrio entre el ideal estoico y el epicúreo sólo se ha visto comprometido (pasajeramente) una noche en que tuve la maldita idea de encender el televisor en la habitación de mi hotel, y conecté con CNN + para ver qué pasaba peñas abajo de mi monacal (y transitorio, por desgracia) retiro. Nunca lo hubiera hecho. De inmediato apareció en la pantalla el rostro de de alimaña resabiada que luce don Jose María Aznar López, ex presidente del gobierno de España, la tercera pata del Trío de las Azores ya saben, el que ponía los pies en la misma mesita de café que George Bush hijo, el héroe de la Reconquista de Perejil y otras "fazañas" de similar corte matonil cuando no genocida: ahí está el pudridero humano de Irak para atestiguarlo. Ya se sabe que a los falangistas de vieja escuela, como lo es Aznar, lo de las cunetas con cadáveres de civiles les pone el mástil en primer tiempo de saludo.
El caso es que en mi televisor el pavoroso personajillo asomaba su torva mirada a la frontera de Melilla, acompañado de un lucido séquito de individuos con cara de no atreverse ni a respirar en su presencia. De entrada llamaba la atención que en tanto sus acompañantes iban en general en camisa o con americanas de verano, don José María Aznar aparecía cubierto con una indescriptible cazadora de corte sahariano que doblaba el volumen natural de su tronco, y cuyas mangas llevaba el eximio prócer arremangadas hasta casi los codos: sólo le faltaba el salacof o mejor, el fez rojo de los Regulares melillenses para estar hecho un verdadero Conquistador de África. En el puesto fronterizo no había moros en la costa, obviamente; debían haber huído todos despavoridos ante la presencia del caudillo cristiano.
Apagué el televisor. Pensé que realmente hay que ser muy canalla como persona y andar muy desesperado políticamente para intentar meter la cuchara en una situación de tensión fronteriza entre tu país y un vecino. Lo que ha hecho Aznar es indecente, y probablemente merecedor de la atención del Fiscal General del Estado; el ex presidente español no fue a Melilla para ayudar a rebajar la tensión, sino a arrojar gasolina en el incendio. El Reconquistador de Perejil fue a la raya fronteriza a enseñar los colmillos a los marroquíes en particular y a los musulmanes en general, y de paso a dejar descolocado ante el mundo al Gobierno de su país, en un momento en el que hasta el rey de España ha intervenido para apaciguar los caldeados ánimos entre los dos países.
La presencia de este facineroso en Melilla constituye otro hito que se pretende épico pero en realidad resulta patético, en una biografía trufada de momentos que deberían hacerle caer la cara de vergüenza a sus asesores de imagen. Porque el resultado de esas imágenes televisivas no es otro que la continuidad inexorable en la destrucción de la imagen pública de este hombre entre la gente sensata, además del crecimiento del guerrerismo criminal en los sectores más enloquecidamente reaccionarios de la derecha extrema/extrema derecha española. Esa ha sido la única contribución real de Aznar generada por su visita/razzia a Melilla.
En la fotografía, un guardia civil destinado en Melilla estrecha la mano del ex-presidente Aznar. Sin comentarios.