Los problemas empezaban por la cabeza. No había un sistema de sucesión claramente establecido, de manera que a la muerte de un emperador era la rebatiña entre sus hijos varones, sabiendo que el vencedor se llevaría el Trono y los perdedores dejarían de respirar. Así, décadas de paz imperial se veían alteradas por uno o dos años de crisis y batallas mientras los principitos se ponían de acuerdo sobre quiénes de entre ellos dejaban de respirar. El caso más extremo durante la etapa de gloria de los mogoles fue el que se produjo en septiembre de 1657 cuando el emperador Shah Jahan cayó enfermo y sus cuatro hijos se apresuraron a entrematarse. La guerra de sucesión duró hasta marzo de 1659, cuando Aurangzeb derrotó a su hermano Dara. Como era de esperar, ninguno de los otros tres hermanos sobrevivió a la guerra. Bueno, Murad, que se había fiado de las promesas de Aurangzeb de que compartiría el poder con él, sobrevivió tres años a la guerra como prisionero de su hermano, que acabó haciéndole ajusticiar, no fuera a ser que… Por cierto que lo gracioso del caso es que Shah Jahan se recuperó de la enfermedad y aún vivió ocho años más, aunque, eso sí, en la jaula dorada que su hijito le preparó.
La administración mogol reunía lo peor de los dos mundos: era caótica y desorganizada, pero al mismo tiempo lenta y burocrática. Además era notoriamente corrupta. No había criterios de selección para su personal, admitiéndose incluso a analfabetos. No se potenciaba la especialización. Lo mismo a uno, al que habían escogido porque había llamado la atención por sus conocimientos teológicos, le ponían el lunes a recaudar impuestos y el sábado le colocaban al frente de una expedición militar para derrotar a unos rebeldes. Los efectivos de la Administración eran exagerados. Se calcula que hasta un 25% de la población podía vivir del Estado. Es posible que los mogoles vieran el dar empleo en la Administración como una suerte de caridad. La población era tan numerosa y los sueldos tan bajos que la productividad no era un problema. ¿Que hacían falta nada menos que cuatro sirvientes para hacerse cargo de un elefante real? Pues se contrataban, que para la miseria que se les iba a pagar... Esta compartimentación extrema de funciones se debía tanto a la baja productividad de los trabajadores como a la especialización que imponía el sistema de castas: al que estaba especializado en conducir el elefante, no le competía bañarlo y así. Los altos funcionarios que hacían rodar la Administración eran los mansabdares. Uno llegaba a mansabdar porque le había caído bien al emperador o porque tenía un protector poderoso. Para ser un mansabdar exitoso, lo mejor era combinar competencia y servilismo cortesano. Si faltaba uno de los dos, sobre todo el segundo, malo. Una de las disfunciones más graves del sistema era la manera en que se pagaba a los mansabdares. Su retribución podía ser en forma de dinero o de rentas. Cuando era en forma de rentas, se le otorgaba un jagir, es decir, las rentas que produjese una determinada propiedad de la Corona. Con este sistema se evitaba la formación de una clase nobiliaria feudal con una base de poder provincial propia, ya que los jagirs no eran transferibles a los hijos y existía la práctica de cambiar a los mansabdares de jagir cada pocos años, para que no echasen raíces. El sistema descargaba a la Administración central que cedía la recaudación de impuestos a los mansabdares. Pero ésa era la única ventaja. Los mansabdares, sabiendo que su paso por el jagir sería breve y que no podrían legarlo a sus herederos, no tenían ningún interés en desarrollarlo ni en hacer planes de infraestructuras a largo plazo. Lo que les interesaba era exprimirlo todo lo que pudieran. Para colmo el número de mansabdares no hizo sino crecer durante toda la Historia del imperio. En 1596 eran 1.866, pero para 1690 esa cifra casi se había multiplicado por diez: 14.449. Para pagar a esta masa de mansabdares lo que se hizo fue dividir los jagirs e inflarlos. Se cogía un jagir de 8.000 rupias y se subdividía en dos de 6.000. El incremento en el rendimiento del jagir existía sólo sobre el papel.La base de la riqueza de la India era la agricultura, pero con este sistema se desincentivaba al agricultor. Cuando no estás seguro de qué parte exacta de tu cosecha te van a quitar en forma de impuestos ni si tus tierras se verán afectadas por el paso de uno de los numerosísimos ejércitos mogoles, no es que te sientas muy motivado para realizar inversiones que mejoren el rendimiento de tus tierras… suponiendo que te quede un excedente que reinvertir.Porque otro problema del imperio mogol era la injusta distribución de la riqueza. En tiempos de Shah Jahan, en la primera mitad del siglo XVII, se ha calculado que el 61’5% de los ingresos del imperio iban para 655 personas y aun así se había logrado una sociedad más igualitaria: en tiempos de su abuelo Akbar, 25 personas se quedaban con el 30% de los ingresos. Los restantes 120 millones debían repartirse el 30% restante. Para la economía es mejor que muchos vean incrementados un poco sus ingresos que no que unos pocos se lleven la mayor parte del pastel. Una clase media próspera lleva a un aumento de la demanda interna y a una economía dinámica. Cuando unos pocos ricos acaparan la mayor parte de la renta, sucede lo que ocurría en el imperio mogol: que su riqueza sólo sirve para promover un gasto suntuario inútil (compra de piedras preciosas, construcción de grandes palacios…). En el caso de los mogoles este derroche se veía agravado por dos hechos. El primero era la tendencia india a acumular la riqueza porque sí, a atesorar perlas, diamantes, oro por el mero placer de atesorarlos, sin destinarlos a ningún otro fin productivo. El segundo era que, a la muerte de un mansabdar, el emperador solía confiscarle todos sus bienes. Sabiendo que ni se podrían llevar sus bienes al más allá (tampoco los mogoles pudieron resolver este problema que ha inquietado a los millonarios de todos los tiempos y todas las culturas) ni podrían legarlos a sus hijos, los mansabdares derrochaban sus fortunas en lujos y celebraciones que, desde luego, no favorecían la prosperidad de la economía.En tiempo de los mogoles, la India exportaba sobre todo textiles de algodón. Otras exportaciones, aunque bastante menos importantes, eran: seda cruda, seda elaborada, cuya calidad solía ser escasa, pimienta, arroz, azucar, índigo… Su principal importación eran metales preciosos. En general la India contaba poco en el comercio internacional. La mayor parte de sus habitantes eran tan pobres que no hubieran podido permitirse comprar una cantidad significativa de bienes importados. La economía de la India mogol era básicamente una economía autárquica. Los mogoles eran un pueblo guerrero y terrestre. Nunca llegaron a comprender los intríngulis del comercio internacional ni lo que podían obtener de éste. Su negligencia en este campo era tal que nunca se preocuparon por crear una armada que les ayudase a controlar los mares que rodeaban la India. En su mentalidad la tierra era lo seguro, lo que se podia controlar. La idea de que los mares eran también controlables les resultaba inimaginable. No eran conscientes de que el imperio del mundo correspondería al que llegase a dominar esos mares que les resultaban indiferentes.En el terreno científico y tecnológico, la época mogol fue un desierto. Los mogoles valoraban la educación, pero era una educación literaria y libresca fija a los modelos del pasado, la que daban a sus élites. Aunque hubo emperadores muy curiosos en varias ramas del saber, sobre todo en la astronomía, la botánica y la zoología, sus afanes no iban más allá de la pura curiosidad del aficionado. No había un espíritu científico y metódico detrás incitándoles a investigar y a extender las fronteras del saber. Ni tan siquiera sentían curiosidad por lo que ocurría en otras tierras en el dominio del saber. A pesar de que en este período los europeos empezaron a llegar a la India, no consta que mogoles sintieran el más mínimo interés por lo que pudieran aportarles en los terrenos de la tecnología o el pensamiento. No hubo un mestizaje de culturas. Para todo lo que fuera saber, cultura y pensamiento, los mogoles únicamente tenían ojos para Persia, donde el pensamiento científico tampoco estaba pasando uno de sus mejores momentos. Carlo M. Cipolla en “La decadencia económica de los imperios” argumenta como causa principal de la decadencia de los imperios que llega un momento en el que abarcan más de lo que pueden y se produce un desfase entre lo que sus recursos pueden soportar y sus ambiciones geopolíticas. La negativa a abandonar posiciones, porque llega un momento en el que todas las posiciones parecen vitales para el interés del imperio, lleva finalmente al colapso. Esta explicación se ajusta como un guante a lo que le ocurrió al imperio mogol.Con Aurangzeb la maquinaria administrativa y militar de los mogoles se había convertido en un mastodonte ineficiente y lento que consumía más recursos de los que podía aportar el imperio. A pesar de eso, Aurangzeb dedicó su reinado a un ambicioso programa de expansión militar, sobre todo en el sur del subcontinente. Los últimos 26 años de su vida los pasó guerreando en el sur, donde conquistó Golconda y Bijapur y mantuvo a los marathas a raya. A su muerte en 1707 el imperio había alcanzado su máxima extensión, pero el esfuerzo había sido superior a sus fuerzas. Tras él vino la decadencia.