Revista Opinión

Un iceberg llamado Doña Cristina

Publicado el 05 diciembre 2013 por Vigilis @vigilis
Dice el fiscal general del Estado que en lo relativo a SAR la Infanta Doña Cristina todo está bien. Nos escandalizamos algunos porque las facturas fraudulentas emitidas por la empresa Aizoon  —fiscalía y policía insistían en que eran más falsas que el nuevo Punto Pelota—, sorprendentemente, pasan a estar consideradas en regla. Milagro. La fiscalía de pronto ha visto la luz y ha decidido cambiar su criterio. Es bueno ser Rey.

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SAR la Infanta Doña Cristina llevándose una bandera. El señor de atrás hace señas a la policía y ni caso.

En función de la cantidad defraudada en facturas falsas emitidas a Diego Torres, la Infanta, en calidad de administradora de Aizoon, estaría o no imputada y tate, de pronto pasan a legalizarse un par de facturas emitidas por respirar que hacen que el monto total defraudado no supere el mínimo establecido por ley para que la hija del Rey pase a estar imputada. Qué bien. Cosas similares sólo ocurren con los miembros de los Consejos de Administración de las Cajas, que estando su empresa pública pidiendo socorro pueden elevarse las pensiones y sueldos. O con los directivos de los bancos serios, que una vez en la cárcel siempre llega un gobierno para indultarles porque sí, porque el gobierno tiene derecho de Gracia como los reyes de hace cuatrocientos años.
Ahora bien, cogen a Pepito Pérez, tratante de ganado y aficionado a arrimar cebolleta en el club Paraíso del kilómetro 640 de la N-340, con un par de facturas emitidas a nombre de su cuñado el Pelao, en concepto de asistencia estratégica en el campo de la excelencia y Hacienda le cruje. Le infla a leches y le pone patas arriba el galpón donde tiene las vacas.

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SAR la Infanta Doña Cristina, con mandilón, robándole los deberes a un friki.

Cuando el fraude está a la orden del día —¿va a necesitar IVA, señor? guiño, guiño, codazo— y la impunidad es absoluta sobre todo del paralelo 40 hacia abajo donde tenemos a un Mezzogiorno instalado y arraigado hasta el tuétano, ¿con qué fuerza moral se puede denunciar este trapicheo? El sindicato de técnicos de Hacienda, los mismos que en el 2006 advertían que las cajas públicas estaban asumiendo excesivo riesgo, denuncian que no tiene sentido alterar ahora el criterio y que tampoco comprenden por qué el juez no suma las facturas fraudulentas, convirtiéndolas mágicamente en cantidades deducibles y por tanto librando a la Infanta de la imputación (de todas formas el juez no puede evitar reconocer que la Infanta defraudó a Hacienda, pero por debajo de cierto límite legal: la puntita nada más). ¿Qué sabrán los técnicos de Hacienda? Que sigan zumbando a Pepito Pérez. Es irremediable pensar que a partir de cierto nivel de latrocinio hay carta blanca.
Esta idea está relacionada con varios problemas no resueltos. Un problema es de construcción mental de cómo son las cosas en este país, es lo que llamo Infanta Doña Pilar (sí, lo llamo así ¿qué pasa?). Otro problema es que los protagonistas de este país siguen siendo los mismos que hace treinta años. Se levantan barreras al relevo generacional, lo que indica una tendencia a la gerontocracia: si algún día veo una gráfica que relacione edad y fraude, yo no me escandalizaré. Esta idea también está relacionada con la endogamia artística, con nuestros altísimos precios de conexión a Internet, etc, es lo que algunos llamamos Cultura de la Transición.

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SAR la Infanta Doña Cristina quitando una medalla a un señor. :(

Dentro de la Teoría de la Dominancia Social tenemos la aproximación de la legitimación de la dominancia: quienes dominan hacen todo lo posible por mantener su dominio. Ahora bien, esto tiene una coda esencial que explica muchas cosas: quienes creen que dominan también van a luchar por el statu quo. Ho ho ho, now I have a submachine gun. Lo que de toda la vida conocemos como "ser puta y pagar tú el polvo". Y en esas estamos.
Claro, como todo el mundo de subsecretario hacia arriba está en el ajo independientemente de los partidos, en lugar de parar la sangría —entre bomberos no vamos a pisarnos las mangueras—, nuestros próceres se inventan fórmulas para arreglar las cuentas y salir impolutos: recortar diputados, aumentar impuestos, etc. Y sigue el conchabeo. Que si campos de golf públicos, que si avales públicos para empresas zombies, que si la culpa la tiene Merkel, que si la tiene Rouco Varela, quítate tú para ponerme yo. Hay una justificada desafección con la clase política (que no incluye a su simbiótico y clientelar sector privado, tan culpables como ellos en forjar el capitalismo clientelar que nos caga a todos encima), y luego están los inocentes. Inocentes como esa señora que acabándosele el alquiler de una casa cara en Coruña, se negaba a cambiar de domicilio. Derechos adquiridos. Como la Infanta, vaya.
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Y esos periódicos que forman parte del capitalismo clientelar encargándose de informar al público, pasando por información lo que no es sino Cultura de la Transición e Infanta Doña Pilar por un tubo. Suárez era un pusilánime, Felipe un corrupto, Aznar un mentiroso, Zapatero imbécil irrecuperable y Rajoy un rajao. Parece que no les hemos votado nosotros. Cualquiera diría que todo esto no tiene nada que ver con nosotros. Nosotros, ciudadanos, pasábamos por allí. La culpa es de los políticos, de los empresarios y de las viejas truchas. Pues nosotros no pasamos por ahí. No somos simples viandantes. Dejamos que la justicia vaya como el culo, que los asesinos y violadores salgan de la cárcel porque hay una negociación con un grupo terrorista, que un cártel energético fije los precios de la luz. Protestamos para que se construyan barcos y se saque carbón cuando no hay quien nos compre ni barcos ni carbón (pequeño detalle sin importancia). Protestamos por las becas comedor y resulta que el inminente final de la cuota láctea nos puede convertir en una superpotencia lechera. Algo no cuadra.
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Y cuando las cosas no cuadran habrá que hacer algo para cuadrarlas. ¿Cómo es posible que con nuestro nivel nominal de impuestos se recaude tan poco? ¿Cómo puede ser que quienes más impuestos tengan que pagar paguen menos que Pepito Pérez? ¿Será una casualidad? ¿Será ingeniería financiera espolvoreada con puertas giratorias? Yo debo ser muy raro, porque veo demasiado cómo cada uno se inclina para defender su idea del mundo y en el camino se ponen piedras en la mochila. Uno puede coger la genealogía del marqués de Villena y seguirla hasta nuestros días. Incluso la genealogía de Hernán Cortés. ¿Cómo es posible que tras tantos avatares siempre haya gente que pase de puntillas? Y la gente le sigue diciendo lo mismo a Montoro que le decía a Solchaga. Bucle.
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No tengo ni idea, pero quizás el método de echar culpas eternamente no sirva. A lo mejor alguien tiene que decirle a alguien que el estado no crea el dinero, sino que lo recauda y que las prioridades de gasto e ingreso son decisiones políticas, tomadas por gente con nombre y apellidos. Y si estos llevan desde el primer marqués de Villena haciendo lo mismo, pues caray, habrá que cambiarlos. Y cambiarlos no significa poner a otros que hagan exactamente lo mismo. Cambiar nombres y colorines no sirve para nada. No sé, supongo que hay que formar criterio propio y hablar más en el foro. Obtener información escuchar y decidir en función de la información recibida, sin agenda previa.
Es que, creedme, biológicamente no tenemos impedimentos. Es más, las condiciones heredadas más importantes (clima, infraestructura, recursos) ya las tenemos. "Sólo" necesitamos cambiar los flujos de información y sustituir no sólo a quienes toman decisiones, sino a quienes en términos gramscianos crean el actual pensamiento hegemónico. Bueno, y luego está lo de la deuda. Aquí nace un bebé debiendo 20.000 euros a no se sabe quién. Para eso no tengo fórmulas mágicas. Habrá que pagarlo pero primero asegurémonos que la gente coma. Porque si no come, seguro que jamás lo pagaremos y entonces pediremos más deuda y acabaremos siendo putitas del Club Metesaca de Panamá City. Y antes me tiro al monte. ¿Y cómo lograr que la gente coma? Convertir a la Zarzuela en una cuadra para vacas puede ser un primer paso.
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