Lo más divertido de esperar a alguien impuntual en una librería es ponerse a hojear libros que uno no compraría ni en un millón de años, al menos sobrio. Eso me pasó el otro día y el libro que atrajo mi atención fue “El Código de la Biblia” de Michael Drosnin.
La historia de “El Código de la Biblia” arranca del Rabino Weismandel quien en la primera mitad del siglo XX descubrió que si uno coge el libro del “Génesis” en hebreo y empieza a contar de 50 en 50 a partir de la primera letra, se encuentra con el nombre de Torah, que es el nombre hebreo del Pentateuco. Lo mismo ocurre en el libro del Éxodo. En los libros de Números y Deuteronomio, Dios cambió de software de encriptado y hay que contar de 51 en 51 a partir del primero o del quinto versículo. Es el tipo de curiosidad con la que uno puede hacer dos cosas: soltarla cuando está con amigos para sorprenderlos un poco o tomársela muy en serio y montar grandes teorías en torno a ella.
Los matemáticos israelíes Doron Witztum, Eliyahu Rips y Yoav Rosenberg optaron por lo segundo. Entresacando letras del “Génesis” según ciertos parámetros, descubrieron los nombres de 32 rabinos post-bíblicos, acompañados de sus fechas de nacimiento y muerte. Uno se preguntaría porqué nadie se molestaría en cifrar en el “Génesis” una información tan poco interesante. Puestos a cifrar mensajes para la posteridad, ¿por qué no la cura del cáncer o el teléfono privado de Angeline Jolie?
El periodista Michael Drosnin pensó lo mismo y se puso a buscar el teléfono privado de Angeline Jolie y otras cosas interesantes en el Génesis. Su técnica consiste en escoger letras de la Biblia a intervalos regulares, por ejemplo, una de cada diez. Cuando encuentra un nombre relevante con esa técnica, por ejemplo, “Jolie”, coloca el texto más inmediato en cuadrado y siguiendo la técnica de la sopa de letras empieza a ver si hay otras palabras relevantes en el fragmento delimitado. En este ejemplo, sabría que ha pillado cacho si se encuentra también las palabras “Angeline”, “teléfono” y la secuencia numérica… (¡¿Qué?! ¿De verdad creíais que os iba a dar gratis y por la cara el número de Angeline Jolie? Estas cosas cuestan mucho dinero).
Aplicando este sistema, Drosnin descubrió en 1994 que Yitzhak Rabin sería asesinado en 1995. Intentó advertirle, pero fue en vano. El episodio resulta muy impactante y a él desde luego le convenció de que había un código oculto en la Biblia. A mí me resultaría igual de convincente, si no fuera porque me lo encuentro en un libro publicado en 1997, dos años después del suceso.
Algunas de las profecías bíblicas y ocurridas y que Drosnin encontró son: 1) “Clinton, presidente”: La palabra relevante que ocurría junto a Clinton en realidad era “jefe”, pero no hay que esperar que Dios sea un experto en Derecho constitucional norteamericano; 2) La muerte de un oficial israelí de policía, llamado Toledano, que había sido secuestrado. Resulta interesante que a Dios le importante tanto ese suceso y que en cambio pasase por alto el asesinato del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, que provocó el estallido de la I Guerra Mundial. ¿No será que era a Drosnin al que le parecía tan importante ese suceso porque ocupó los titulares recientes durante un par de días?; 3) Shakespeare presentó en el escenario Macbeth, Hamlet. ¿Y por qué no “Romeo y Julieta” o “Ricardo III”? ¿Tal vez porque es más fácil que el azar estadístico nos proporcione la secuencia de cuatro letras “Hmlt” (el hebreo bíblico se escribía sin vocales, lo que facilita la tarea de Drosnin) que la secuencia “swñdnnchdvrn” correspondiente a “Sueño de una noche de verano”?; 4) La explosión de un autobús en Jerusalen por un terrorista suicida. ¿Por qué Dios se detuvo en ese acontecimiento y no en la Matanza de la Noche de San Bartolomé en la que los católicos franceses asesinaron a no menos de 10.000 hugonotes?; 5) El código también revela “Hermanos Wright, aeroplano”, descubrimiento que suscitó mucho más la curiosidad divina que los de los antibióticos, internet o el telescopio, que no figuran; 6) El atentado de Oklahoma de 1995 en el que murieron 168 personas. A Dios ese atentado le indignó tantísimo que lo reveló codificado dos veces. A la matanza de Nanking de 1937, en la que murieron unos 300.000 chinos, no le dedicó ni una línea.
La selección de cosas a profetizar que efectúa Dios es muy peculiar. Y lo peor es que después de 1997, fecha de edición del libro, Dios como profeta falla más que una escopeta de feria. Profetiza grandes terremotos en 2000 y 2006, pero se olvida del gran tsunami de 2004. Después de haberle dedicado tanto espacio al atentado de Oklahoma, resulta que no le había dedicado ninguno a los atentados contra las Torres Gemelas. Para 2000/2006 predice una guerra mundial nuclear; por el mismo esfuerzo podía haber profetizado las guerras de Iraq y Afghanistán y habría acertado algo más.
Estadísticos y matemáticos laicos han sido bastante duros con Drosnin y su paraciencia. Afirman que si cogemos una muestra aleatoria de letras lo suficientemente grande, por puro azar acabaremos consiguiendo que nos diga lo que quiera. De hecho algunos de ellos se pusieron a ello y, aplicando los mismos principios que Drosnin, descubrieron que “Moby Dick” también predecía el asesinato de Rabin. La posibilidad de que Herman Melville fuese el seudónimo bajo el cual Dios escribió “Moby Dick” no ha sido todavía explorada por nadie. Los críticos también afirman que Drosnin en ocasiones ha hecho un poco de malabarismo para que su teoría encajase, jugando con el hecho de que el hebreo no tiene vocales y de que la waw y la yod pueden tener valor vocálico o consonántico según convenga.
Drosnin hubiera podido confesar que se le había ido un poco la olla, pero en lugar de eso hizo algo mejor: ¡escribió en 2002 una segunda parte de “El Código de la Biblia”!
“El Código de la Biblia II” empieza de una manera muy peliculera. Posiblemente al escribirla Drosnin ya tuviera en la cabeza venderle los derechos a algún productor de Hollywood. Cuenta que la mañana del 11 de septiembre le despertó el sonido de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas. Sabiendo que tenía un best-seller entre las manos, se lanzó sobre el ordenador, puso en marcha su programa decodificador y obtuvo “Torres Gemelas”. Cerca de esas dos palabras, se podía leer “avión”, “derribó” y “torres”. Fantástico, pero ya podía haber descubierto que el atentado contra las Torres Gemelas estaba codificado en la Biblia el 10 de septiembre.
En “El Código de la Biblia II” Drosnin vuelve a demostrar una gran capacidad para profetizar acontecimientos ya sucedidos y que pincha cuando intenta adivinar el futuro. Ni Arafat murió por los disparos de un francotirador de Hamas, ni Libia desarrolló armas de destrucción masiva, ni hubo holocausto nuclear en 2006. Una predicción de Drosnin que deseo resaltar es que en 2002 empezaría una crisis económica mundial. 2002 era el momento de la crisis de las dotcom. Una posibilidad es que la crisis fuese a mayores y se extendiera a otros países. Pensar en el momento en que escribió el libro que estábamos en puertas de una crisis mundial podía ser exagerado, pero no descabellado. Lástima que Drosnin equivocara su predicción por cinco años. Habría sido más convincente si hubiera encontrado codificadas en la Biblia las palabras “hipoteca basura” y “batacazo en 2007”.
Entre 1997, fecha del primer libro, y 2002, en que publicó el segundo, Drosnin aprendió algo: que los profetas quedan muy mal cuando se equivocan. Por ello, curándose en salud, advierte que tenemos libertad de elección y que el código lo que indica son posibilidades de futuro. Con ello Drosnin ha conseguido la piedra filosofal de los adivinos: si acierto en mi predicción, bravo por mí; si me equivoco, es que mi advertencia sirvió de algo e hizo que los acontecimientos variaran.
También entre 1997 y 2002 Drosnin debió de cambiar de camello y el nuevo empezó a proporcionarle productos psicodélicos. En el primero de los libros daba a entender que Dios fue quien dejó el código en la Biblia. La idea de que Dios reveló a Moisés el Pentateuco letra por letra es compartida por mucha gente, así que forzarles a ir un poco más allá y que acepten que además Dios dejó un código en las Escrituras, no es difícil.
En “El Código de la Biblia II” dice: “[El código] fue diseñado aparentemente por alguna inteligencia que podía ver el futuro, para que fuese descodificado ahora. Esto parecía claro. El código hubiera podido diseñarse para que lo hubiera encontrado Newton hace 300 años. O hubiera podido diseñarse para que lo descubrieran dentro de 300 o de 3.000 años mediante una tecnología que no existiera hasta entonces. En lugar de eso, una inteligencia que podía ver a través del tiempo codificó la Biblia de una manera que nos permitió penetrar en el código en este momento de la Historia humana.” Cada vez que alguien habla de una inteligencia superior, sé que tarde o temprano me encontraré con la palabra “extraterrestres”. Drosnin no me defrauda. Su conclusión es que los extraterrestres trajeron el ADN humano a la tierra y más tarde nos dejaron el código de la Biblia. Mejor todavía, en algún lugar del Mar Muerto colocaron un obelisco que contiene la clave del código.
Sospecho que dentro de poco veremos “El Código de la Biblia III”. Mi duda es si en esta ocasión Drosnin seguirá jugando al científico aficionado o si ya se pasará abiertamente al terreno de la ciencia-ficción. Espero que haga lo segundo. Tiene madera.
Este es el tipo de sopa de letras que hace Drosnin para adivinar el futuro