(Pág. 117)
Revista Cultura y Ocio
Caravaggio estaba sentado en la silla de Hana, el sol vespertino inundaba el cuarto y revelaba las motas de polvo que en él flotaban. La obscura y flaca cara del inglés, con su descarnada nariz, parecía la de un halcón envuelto en sábanas. El ataúd de un ladrón, pensó Caravaggio.El inglés se volvió hacia él."Hay un cuadro de Caravaggio, pintado al final de su vida, David con la cabeza de Goliat, en el que el joven guerrrero sostiene en el extremo de su brazo extendido la cabeza, devastada por los años, de un Goliat anciano. Pero lo más triste de ese cuadro no es eso. Se supone que la cara de David es un retrato de Caravaggio de joven y la de Goliat, es su retrato de viejo, del momento en que lo pintó. La juventud juzgando a la vejez en el extremo de su mano extendida. El juicio de su propia mortalidad. Cuando veo a Kip al pie de mi cama, pienso que es mi David"