Revista Sociedad
Laos fue un gran reino en el curso medio del Mekong entre los siglos XIV y XVII. A comienzos del siglo XVIII una crisis dinástica hizo que el reino se dividiese en tres partes: Luang Prabang, Viang Chan y Champassak. El debilitamiento provocado por esta escisión se vio agravado por el hecho de que las rutas comerciales marítimas se habían hecho predominantes y Laos, un país enclaustrado, se vio apartado de las redes de comercio internacional. Ese apartamiento, para colmo, le vedó el acceso a las nuevas tecnologías militares que los europeos estaban introduciendo en la región.
A fines del siglo XVIII, habiéndose recuperado de la conquista de Ayuthaya, Siam renació bajo la férula del rey Taksin y los tres reinos en los que estaba dividido Laos se vieron atraídos hacia la esfera siamesa. En 1827 Anuvong deViang Chan inició una guerra para intentar romper el vasallaje con Siam. El resultado fue una derrota estruendosa.
Tras la derrota de Anuvong. Rama III no restauró el reino de Viang Chan, sino que sus tierras comenzaron a ser gobernadas como meros apéndices de Siam. Champassak fue debilitado. Luang Prabang que se había mantenido fiel a Siam, mantuvo su status de reino nominalmente independiente, pero sometido de hecho al vasallaje de Siam. Para finales del siglo XIX, los territorios laosianos de los antiguos Viang Chan y Champassak estaban cada vez más intervenidos por Siam, mientras que Luang Prabang iba siguiendo el mismo camino que el Reino de Lanna (el actual Chiang Mai), en cuanto que los poderes de sus reyes iban viéndose cada vez más erosionados y ellos iban convirtiéndose en una suerte de gobernadores hereditarios por la gracia de Bangkok más que en soberanos por derecho propio. Laos hubiera sido completamente absorbido como lo fue Lanna, si en ese momento no hubieran aparecido los franceses.
En la década de los sesenta del siglo XIX, Francia conquistó la Cochinchina, la región sur de Vietnam. Uno de sus objetivos en Asia era penetrar en los mercados del sur de China. Un conocimiento deficiente de la geografía de la región les hizo creer que el río Mekong podría constituir una buena ruta para comerciar con China. Una expedición emprendida en 1866 les hizo ver que el Mekong no ofrecía las condiciones de navegabilidad necesarias y el interés francés por la región quedó abandonado. Momentáneamente.
A Francia le volvió el celo colonial en la década de los ochenta del siglo XIX. Andaba buscando una manera de recuperar el prestigio internacional perdido tras su derrota en la guerra franco-prusiana de 1870-71 y, además, había descubierto que las empresas coloniales resultaban una manera muy adecuada para desviar la atención de una política interior tumultuosa.
En 1885 Francia conquistó Tonkín, que era la parte de Vietnam que le faltaba para completar el puzzle y su interés por el curso medio y alto del Mekong se reavivó. Francia sintió que era acreedora a todos aquellos territorios que en su día hubiesen estado bajo la soberanía, aunque fuera nominal de Tonkín. Poco importaba que los conceptos de soberanía y de frontera fueran mucho más borrosos en Indochina. Otra consideración era cortar el acceso de Inglaterra, que acababa de conquistar lo que quedaba de Birmania en la Tercera Guerra Anglo-birmana, al curso alto del Mekong. Finalmente se trataba de buscar una frontera fácilmente defendible para Tonkín y el Mekong parecía ofrecer esa frontera.
En 1893 se juntaron la torpeza diplomática siamesa y las ganas de pelea francesas para generar el incidente que Francia andaba buscando. Los siameses, conscientes de su debilidad militar ante Francia y sutilmente presionados por los británicos, accedieron a ceder a Francia toda la ribera izquierda del Mekong. Pese a que este acuerdo preveía una franja desmilitarizada en la orilla derecha del río, en los años subsiguientes hubo varios incidentes fronterizos, que llevaron a la Convención de 1904, en la que Siam cedió nuevos territorios en la orilla derecha a la altura de Luang Prabang y en la zona de Champassak.
Fue a raíz de estas diferencias con Siam, que los franceses se dieron cuenta de que Laos existía. Habían intervenido en la región por motivos de prestigio y geoestratégicos y descubrir que allí había un pueblo distinto del siamés, con sus propias Historia y cultura, resultó muy conveniente. Ahora los franceses podían añadir una justificación más a su intervención: su misión civilizadora y de protección de un pueblo débil como el laosiano.
En los años siguientes, los franceses se encontrarían con que tenían que responder a dos cuestiones muy diferentes: 1) ¿Cómo separar a los laosianos de los thailandeses?; 2) ¿Qué coño hacer con Laos?
Los laosianos provenían del mismo tronco étnico que los thailandeses. Históricamente habían tenido relaciones con los thailandeses. Sus comunicaciones con el mundo exterior, sobre todo a partir del siglo XVIII, habían sido a través de Bangkok. Los vietnamitas en cambio apenas se habían interesado por el mundo laosiano hasta finales del XVIII.
Francia se propuso separar a los laosianos de los tailandeses y para ello utilizó dos herramientas. La primera fue la construcción de carreteras y del ferrocarril para conectar Laos con Tonkín y desviar la tradicional vía de contacto con el mundo exterior. Esto, por cierto, no fue nada sencillo, debido a la orografía del país. La segunda fue el estímulo de una identidad nacional laosiana, hacer que los laosianos se sintieran una nación distinta de la thailandesa. Partes de esta herramienta fueron: la redacción de libros sobre la Historia laosiana, que se reinterpreta a mayor gloria del colonizador, que aparece como el salvador y reinstaurador de la nación laosiana amenazada por Thailandia; la rehabilitación de Wat Sisaket en Vientiane como foco para los budistas laosianos que así dejarían de atender a los templos thailandeses; la creación de un Instituto Budista en Vientiane, de escuelas de pali y de bibliotecas budistas, con el fin de que los monjes que quisieran profundizar en sus estudios no tuvieran que ir a Thailandia; los esfuerzos por estandarizar el idioma laosiano y fijar su ortografía.
Lo malo es que todos los esfuerzos hechos para responder a la primera de las preguntas entorpecieron la resolución de la segunda: ¿qué coño hacer con Laos? Laos era un territorio subdesarrollado, desestructurado políticamente, salvo en el norte, y mal comunicado con Tonkin. Para empezar, los franceses otorgaron a Luang Prabang el estatuto de protectorado, mientras que el resto de Laos era una colonia. Mientras que para oponerse a los thailandeses, enfatizaban a la nación laosiana, la realidad es que la mayor parte de los administradores franceses consideraban a los laosianos como a unos debiluchos y unos vagos y pensaban que lo mejor sería poblar el país con vietnamitas emprendedores. Laos se concebía como una mera reserva de terreno cuyas tierras deberían servir para reasentar a los excedentes demográficos de Vietnam y cuyos recursos deberían de servir para desarrollar Vietnam.
La II Guerra Mundial, la derrota ante Alemania en 1940, la creciente presión japonesa y la emergencia de un nacionalismo vietnamita pusieron a los franceses ante la tesitura de que había que sacarse un nuevo conejo de la chistera para seguir manteniendo el chiringuito colonial. El invento que se les ocurrió fue el fomento de una especie de federación colonial: tres nacionalidades, la khmer, la laosiana y la vietnamita, integradas en una identidad indochina, que a la vez formaba parte del Imperio francés.
La II Guerra Mundial determinó la aparición finalmente de un Laos reunificado. Thailandia, aliada al Imperio japonés, aprovechó la coyuntura para atacar a la Indochina francesa y recuperar algunos de los territorios que ésta le había arrebatado desde finales del XIX. Francia, para compensar al rey de Luang Prabang por los territorios que tuvo que devolver a Thailandia, extendió su autoridad sobre el conjunto de Laos. Así, por primera vez desde finales del siglo XVII, Laos volvió a ser una unidad política. A ello se añadió la invención de los símbolos de la nacionalidad, la bandera y el himno nacional. El remate fue la aparición en marzo de 1941 del primer periódico laosiano, “Lao Nhoy”, que acostumbró a sus lectores a pensar dentro de un horizonte mental laosiano. Por cierto que un rasgo de “Lao Nhoy”, al que no serían ajenos los franceses, era su anti-thailandesismo radical.
En marzo de 1945, los japoneses ocuparon la Indochina francesa y suplantaron las instituciones coloniales. Aunque su dominio fue breve, aceleró el fin del Imperio francés. Cuando en abril de 1946 los franceses volvieron, se encontraron con que esa nacionalidad laosiana que habían cultivado con tanto mimo, se había convertido en realidad y no era precisamente pro-francesa.