Me despierta el ladrido de un perro venenoso[1]. Abro los ojos y me doy cuenta de que, otra vez, la sábana bajera de esta cama es demasiado pequeña para este colchón. Se ha soltado de las esquinas y está enrollada a mi alrededor. Ya completamente despierta intento decidir si me gusta más imaginarme como una crisálida envuelta en su capullo o como un personaje de peli cutre durmiendo en un colchón sin sábana[2]. Dedico un buen rato a esa tontería antes de empezar a obsesionarme con el viaje de mañana y todo lo que tengo que preparar. En mi cabeza pienso en la ropa que me voy a llevar, en mi cabeza imagino que esta tarde seré capaz de, al llegar a casa, colocar todo ordenado encima de la cama y así saber qué me falta y qué me sobra[3]. Por un momento fantaseo incluso con que este viaje sea, por fin, el viaje en el que llevo justo lo que necesito sin que me sobre nada. Que me falte algo me preocupa menos, es Nueva York, si no puedo comprarlo allí es que no existe.
Nueva York. La primera vez que fui, en 1995, invitada por mi tío no tenía novio[4]. Era diciembre, hacia un frío de pelotas, yo llevaba leotardos debajo de los pantalones y volamos en helicóptero alrededor de las Torres Gemelas. La segunda vez, en 2002, fui con El Ingeniero[5], las Torres Gemelas eran un enorme agujero negro y nos llovió tanto que tuvimos que comprar un paraguas en una tienda cutre en el metro. Cuando estábamos allí, entró un hombre negro enorme y muy indignado gritando: "This is bullshit material!"mientras golpeaba el mostrador con un paraguas roto. El que nos vendieron a nosotros no era bullshit material porque todavía lo tenemos en casa. También quedan en casa algunas gorras de distintos departamentos de bomberos que el Ingeniero consiguió haciendo pandilla con ellos cada vez que bajaba a fumar a la calle[6].
Ahora vuelvo allí. Ya no tengo a ese tío y ya no viajo con el Ingeniero. Mientras ruedo en mi colchón sin sábana pienso en que si alguien me lo hubiera dicho hace 17 años «volverás con tus hijas y con Juan» no lo hubiera creído. Pienso que Juan es lo único que permanece desde aquel primer viaje, ya llevábamos años siendo amigos en aquella época[7]. Hace un par de años les prometí a las niñas que en 2023 las llevaría a Nueva York mientras les enseñaba una hucha en la que les dije que íbamos a ahorrar todas las monedas de dos euros que pudiéramos para el viaje. En 2023 yo cumpliré cincuenta, María veinte y Clara dieciocho. Será un año redondo. O no. No lo sé, porque hacer planes para el año 2023 es como hacerlos para el 2233, pura fantasía. Por eso nos vamos ahora. Nos vamos mañana. Y estoy nerviosa[8].
El perro venenoso sigue ladrando.
Mañana hay dos presentaciones de libros en Madrid a las que me hubiera gustado ir pero no podrá ser[9] porque estaré volando. Tengo que levantarme. A lo mejor hoy consigo no comer hidratos en el desayuno.
Mejor lo intento a la vuelta[10].
[1] Cuando El Ingeniero era pequeño y pasaba los veranos en el pueblo de su padre en el Jaén profundo, sus primos mayores cuando les perseguía un perro pequeño ladrando, le decían: «corre, corre, que es un perro venenoso». Me pareció tal hallazgo que desde que me lo contó hace veinte años lo adoptamos como denominación de esos perros. Además tiene sentido. Esos ladridos agudos y ridículos que provocan mucho malestar auditivo solo pueden provenir de alguien venenoso o que se cree venenoso. «Mira como ladro, hazme caso porque si te muerdo te mato con mi saliva tóxica» [2] El colchón de mi cama en ese cuarto es casi nuevo y yo llevo un pijama precioso de color azul marino con pequeñas piñas plateadas así que la imagen de la borracha guarra no pega mucho pero es que las crisálidas me dan una grima mortal. Y las mariposas con los pelitos esos en las alas, también. Algún día tendré que escribir sobre la falsa belleza de las mariposas. Nos las venden como alegres criaturas que vuelan felices y contentas y, en realidad, si te acercas son cucarachas de carnaval. [3] Como diría Pantomina: «en su cabeza suena espectacular». [4] Después, recuerdo que sí tenía novio, mi primer novio pero probablemente "nos estábamos tomando un descanso" que es lo que hicimos, sobre todo él, durante toda nuestra absurda relación. [5] En realidad íbamos a ir de viaje de fin de novios en octubre de 2001 pero tras el 11S no nos pareció la mejor idea. [6] En octubre de 2002 se hizo en Nueva York una convenición de bomberos de todo Estados Unidos para homenajear a los caídos el 11S. Durante horas en la televisión solo se veía a alguien leer los nombres de todos los bomberos caídos "Firefighter Robinson". "Firefighter Smith". Era una cadencia terrible pero que nos poníamos de fondo para intentar combatir el jetlag y dormir algo. El Ingeniero, sin embargo, donde más a gusto durmió fue durante las más de tres horas del musical Chicago sentado en cuarta fila. [7] Mi primer recuerdo con Juan es en una calle de Los Molinos, yo andando y él con su bicicleta a mi lado contándome no sé qué. Ese es mi primer recuerdo con él pero tiene que haber momentos anteriores que he olvidado porque sé que charlábamos sin timidez, sin vergüenza. Creo que teníamos nueve años. [8] Voy a escribir un diario del viaje. Quiero que les quede a las niñas de recuerdo aunque ahora me digan: «Ay mamá, que pesada eres» sé que en algún momento del futuro que no existe lo agradecerán. Y, además, a lo mejor me sirve de inspiración para algún post. [9] Mi cabeza entra en bucle con Jabois. No con el hombre sino con el apellido. Jabois, Llavois, Levis, Llavero, Llevar, Jabón, Jabonoso. Jabonoso es una palabra que suena antiguo, suena a cuarto de baño de azulejo rosa, al olor de tu abuela, a nostalgia. Pobre Jabois en mi cabeza ha terminado de la mano de la reina madre. Compraré su libro en la feria si me queda dinero al volver del viaje. [10] ¿Y si escribo un post con todo este barullo mental y le pongo notas al pie? Podría llamarlo Homenaje a DFW pero sería demasiado presuntuoso, casi una falta de respeto. La gente no lo sabe pero poner los títulos es una tortura. Keep it simple: Un post con notas al pie.