Hace ya varios años que mi abuelo murió, de viejo y por las enfermedades que el tabaco habían ido causando en su organismo, tras fumar durante casi cuarenta años tres paquetes al día. Ahora, eso si, murió de viejo, con casi 90 años, aunque hubiera tenido cáncer y dos ataques cardíacos.
Pues bien, su muerte, anunciada con bastante antelación no nos pilló desprevenidos aunque la presencia de un hombre tan sobrio e inteligente, a pesar de saber tan sólo leer y escribir lo básico todavía se hace notar. Lo que fue una sorpresa, una que nos dejó a todos boquiabiertos fue el secreto que había guardado desde hacía unos 60 años.

Una vez pasados los sepelios, mi abuela se decidió a revelar la existencia de un suceso protagonizado por mi abuelo y cierto vecino de toda la vida que podría haber terminado con el arresto y muerte de mi abuelo, y por tanto, la inexistencia de muchos de los que nacimos después.
Aquel vecino era el único con quién no teníamos relación alguna en nuestra calle, yo no comprendía por qué si con el resto eramos casi una gran familia, con ellos no intercambiábamos ni palabra, pero como siempre había sido así y ellos eran ya mayores, me parecía que era una situación normal.
Mi abuelo estuvo en el bando republicano durante la Guerra Civil, era, por entonces chófer de autobuses. Transportaba efectivos de unas zonas a otras del frente. Al terminar la guerra formó con unos amigos una empresa de transporte que llevaba animales, frutas y verduras a los mercados de la comarca.
Como el negocio le fue bien pudo comprar una casa bastante grande en el pueblo y ahí se topó con nuestro vecino. El hombre había luchado en el bando franquista así que era uno de los favorecidos. Un día se presentó en nuestra casa y le dijo a mi abuelo que estaba preocupado por su seguridad, que como había sido republicano y las cosas le iban tan bien podía tener problemas, etc. y le ofreció una pistola.
Mi abuelo no la quería porque decía que una pistola no era para defenderse sino para matar y el no quería matar a nadie, aún así el vecino le dijo que se la quedara y la puso en el cajón de un armario del salón. Hecho esto se fue de la casa.
Mi abuelo estuvo un tiempo cavilando que hacer con la pistola y finalmente decidió cogerla, ir a casa del vecino y devolvérsela.
El hombre debió estar sorprendidísimo al ver a mi abuelo presentarse allí y devolverle el arma, no era eso lo que había planeado.
Mientras mi abuelo le devolvía el regalito, una pareja de la Guardia Civil entraba en nuestra casa y se presentaba a mi abuela con la intención de buscar armas que, según un chivatazo, guardaba mi abuelo en la casa. Mi abuela les dejó entrar y la pareja fue, directamente al salón, sin dudar ni un instante abrieron los cajones del armario y al no encontrar nada se fueron sin registrar el resto de la casa.

Mi abuelo, que como he dicho era una persona muy inteligente, comprendió perfectamente que su vecino no podía aceptar que siendo mi abuelo del bando de los perdedores tuviera una situación económica mejor que la suya. Si mi abuelo hubiese dudado unos minutos más qué hacer con el arma o si se la hubiese quedado, habría sido enviado a prisión, mi abuela, con varios hijos a su cuidado habría sido una más de aquellas viudas pobres de la postguerra que veían a sus hijos morir de hambre porque no tenían ni una miserable pensión de viudedad.
Pues bien, mi abuelo decidió no hacer nada al respecto, ni siquiera con la llegada de la democracia, ni con el gobierno socialista y podría haberse desquitado, podría haber contado a los cuatro vientos lo que ocurrió, pero él decidió que la guerra había terminado y a los que pretendían hacerla revivir había, simplemente que ignorarlos. No sólo eso, antes de morir, le dejó claro a mi abuela que cuando revelara aquel secreto tenía que decirnos también a toda la familia que su última voluntad era que nadie hiciera nada al respecto. El derecho a la venganza era suyo y si él no lo había usado nosotros no teníamos ningún derecho a tomar represalia alguna.
Hay una enseñanza muy clara en las decisiones que tomó mi abuelo, y es que, la historia no debe olvidarse, no pueden enterrarse los secretos para siempre porque entonces la verdad que conocemos está tergiversada, pero es necesario enterrar el odio y seguir adelante.
Muchas personas, políticos, fanáticos y gente, que conoce sólo una versión manipulada de la historia, hacen todo lo posible por fomentar el odio hacia grupos sociales o países con quienes, según ellos, tienen una cuenta pendiente. Lo oigo a diario escuchando a políticos tanto de Polonia como de España.
Es cierto que la Guerra Civil y la II Guerra Mundial fueron acontecimientos muy diferentes, aún a pesar de su estrecha relación, pero el uso que hacen algunos para exacerbar sentimientos nacionalistas e inculcar el miedo es una manipulación de masas abominable, más aún, cuando esas personas sólo persiguen el poder y poco les importa con qué asustar a la gente para conseguirlo. A los que viven en Polonia seguro que les viene a la cabeza, en seguida, un partido político concreto, pero a los españoles nos resultaría más complicado saber quién ha utilizado más el miedo y el rencor para conseguir el poder, ¿no es así?
