* Este artículo fue publicado originariamente en El (viejo) glob de Manuel, el 15 de enero de 2006, con el título "Grageas de cine I" y bajo la etiqueta Grageas de cine.-
- Shelley Winters, in memoriam: me desayuno con la noticia del fallecimiento, en su residencia de Beverly Hills y por causas naturales, de Shelley Winters. Tenía 85 años y un historial de actuaciones cinematográficas verdaderamente apabullante por su volumen. Nunca fue una estrella al uso, porque su perfil físico no se lo permitió, pero sí una actriz de carácter y tremendamente valiosa a la hora de dotar a sus personajes de matices y recovecos enriquecedores de su perfil. Y aunque siempre será recordada por sus secundarios, con ribetes de protagónico, en dos obras maestras como La noche del cazador (The night of the hunter, 1955) o Lolita (1962), yo me quedo, quizá porque constituye un paradigma de su condición (la de secundaria que adornaba y engrandecía aquel film en el que hacía aparición), con su Pat Kroll, esa prostituta ingenua y vulnerable que termina convirtiéndose en la víctima del protagonista de Doble vida (A double life, 1947), una extraña y fascinante obra menor de George Cukor. Hasta siempre, Shelley...
- Lo profesional y lo personal: sin entrar en valoraciones acerca de sus méritos artísticos, me da la impresión, visionando en su reciente pase televisivo por TVE-2 Soldados de Salamina, que a su director, David Trueba, se le ha ido la mano (y muy largamente), en el recreo y solaz basado en primeros y primerísimos planos de su bien amada Ariadna Gil. No me parece ni bien ni mal –además, he de confesarlo, siento por Ariadna Gil una franca admiración, me parece enormemente atractiva-, y no tengo juicio de valor alguno acerca de tal circunstancia, pero me planteo la pregunta de si se hubiera reproducido en términos similares en el supuesto de que el personaje de Lola Cercas hubiera estado interpretado por cualquiera otra actriz. Creo, sinceramente, que no...
- Campanella, o las bondades de una fórmula: tuve ocasión de ver hace unos días Luna de Avellaneda, el último largo del director argentino –del que, actualmente, y con marchamo estelar, Tele 5 emite su serie Vientos de agua- Juan José Campanella, y volví a disfrutar de una comedia dramática, o drama cómico (ya sé que en la jerga anglicista tan bienamada por los perseguidores de "palabros" a eso se le llama dramedy, pero me resisto, hasta donde me sea posible, a pasar por ese aro), entretenida, consistente, tierna, efectiva y talentosa. Campanella trabaja con un coguionista (Fernando Castets) con el que elabora unos entramados de situaciones y diálogos enormemente ingeniosos y eficaces, basados en unas constantes de situación muy sugerentes (un protagonista en situación familiar y profesional inestable, alrededor del cual gira un universo humano diverso y antitético, y un entorno social en crisis) y cuenta con una dupla de actores fija (Fernando Darín y Eduardo Blanco), alrededor de los cuales dispone a otros elementos de peso y personalidad variables (pero siempre enormente enriquecedores), y con ambos elementos, sabiamente mezclados en su probeta, obtiene la fórmula: películas que, desde la ternura y la apelación a la inteligencia del espectador, resultan tremendamente accesibles y, en consecuencia, comerciales. Luna de Avellaneda es, tras el bombazo de El hijo de la novia (2001) –el que le confirmó la buena mezcla de sus ingredientes-, un paso más en la senda que ya abriera, en 1999, El mismo amor, la misma lluvia. Queremos más...
- No es ingenua la mirada: a alguien que no haya visto Solas (1999), los cantos a la dignidad, la incorruptibilidad y la integridad personales que se desprenden de las actitudes de uno de los protagonistas de Habana Blues (2005) –concretamente, el personaje de Ruy, al que da vida el actor cubano Alberto Yoel- pueden resultarle, en el contexto de una situación social como la cubana, un rasgo de ingenuidad excesiva, o el producto de una mirada intencionadamente naïf, fruto mayormente de la simpatía que por la isla caribeña profesa abiertamente el director y guionista del film, Benito Zambrano. Pero resulta indudable que un autor novel que ha sido capaz de trasladar al celuloide una mirada sobre el mundo tan amarga, descorazonadora y tremenda como la que, magistralmente, refleja Solas, puede ser calificado con muchos epítetos, pero no con el de ingenuo. En Habana Blues hay, simplemente, una mirada a través de otros cristales (que también son auténticos y reales, no una mera invención del autor: gracias por regalarnos una Habana sin mugre ni desconchones en las paredes, también existe, como el sur...).
* APUNTE DEL DÍA: ayer ví Biutiful, la última peli de Bardem (sí, ya sé que la ha dirigido González Iñárritu, pero me parece un acto de tremenda injusticia, a la vista del trabajo de Bardem, no calificarla así, como "peli de Bardem"...). Y salí del cine con una sensación tremendamente ambigua: anímicamente hecho polvo, pero con el convencimiento de haber visto una peli excelente, y uno de los trabajos actorales más grandiosos de los últimos años. Altamente recomendable. * Antecedentes penales (El viejo glob de Manuel) V.-* Grageas de cine I.-