Plantar cosas me hace apreciar la naturaleza. En serio. Me hace entender eso del renacer y de la conexión con la Madre Tierra, y lo bien que hace sentirse verde por ecologista y no por envidia.
La verdad es que es genial.
Hasta que mi tilo nuevo se queda sin hojas y las hormigas me comen medio jazmín. Supongo que una ya no es tan ecologista cuando empieza a considerar a los insectos como sus archienemigos. Ni hablar de las arañas (bueno, a esas ya las odiaba de antes), los yuyos, las ortigas y los caracoles. El pis de perro, las siestas de los gatos, y los pájaros tampoco ayudan. O a falta de lluvia. O el exceso de lluvia. O el calor, el solazo y las heladas…
En fin. Yo diría que hay una conspiración para que mis plantas sufran, y sufran mal.
La culpa no es mía, de ninguna manera. Yo soy una con la naturaleza. Que deteste el aire libre no tiene nada que ver.